Real Zaragoza 1 – 1 CD Tenerife | Crónica

Real Zaragoza 1 – 1 CD Tenerife | Crónica

Zapater es el Real Zaragoza

Hoy, cuando la temporada bosteza y se prepara para dormir un nuevo estío en la penumbra; hoy, unas horas después de iluminar el cielo de la Basílica, nuestra Romareda, con el brillo de una afición huérfana de alegrías y celebraciones; hoy, a la luz del primer amanecer sin capitán cierto, quiero hablarle a Zapater, nuestro Alberto.

El último clásico del fútbol, el aragonés que ha vivido el sueño que tantos niños zaragocistas albergan en sus mochilas ha sido futbolista porque el cielo que cobija su corazón se lo ordenó. Es un muchacho crudo, extraído de los muchos surcos que se adormecen en las llanuras de las Cinco Villas. Sus piernas poderosas y curvas como un meandro lánguido pronto despertaron el interés de otro aragonés que buscaba un heredero a su propia historia. Víctor Muñoz fue quien señaló al juvenil y le encomendó la misión de ser estandarte fornido, luchador inagotable, campeón en justas despiadadas.

Quiero hablarle porque sé que su fervoroso zaragocismo le lleva a recordar cuando recibió el rayo olímpico del míster. Cuando le miró con el gesto fiero y contundente y confirmó un pacto: juró a los vientos cereales que aquel condado deseado por el enemigo sería siempre, mientras sus pulmones pudiesen, el más inexpugnable de los territorios. Elaboró un recorrido pedregoso para transitarlo y logró crecer como el gigante que es, en sabiduría futbolística y en carácter de líder. Surgieron los mercaderes en media Europa y sus cantos áureos, plagados de monedas y oropeles, y la necesidad de un club que empezaba a morir le empujaron. Se fue y volvió y ha podido vivir siete temporadas de amor correspondido. Y aunque ha vivido fracasos y mil lágrimas secas se han deslizado en ocasiones por sus mejillas huesudas y polvorientas, pronto, con su rasmia a flor de alma, consiguió convertirlas en agua blanca y azul. Y el león, el que dormita en su pecho, le recuerda una y otra vez que está llamado a ser leyenda de un club que ya ha visto perder a demasiados caballeros en las batallas de la miseria.

Le hemos visto sufrir en el campo y fuera de él, pero también amar y sentirse amado y esa circunstancia ha sido argumento nunca ignorado para pensar que si había un mañana zaragocista, siempre estuvo acomodado a su futuro. A él le quiero hablar, para decirle que tiene razón, que esto del fútbol es una montaña rusa, que hoy pisamos el fango y mañana besamos el sol. Por eso, y porque queremos que sea feliz, le pido que siga creyendo en nosotros como nosotros creemos en él. Que somos muchos los zaragocistas como él los que batallamos cada fin de semana y que sienta que su sudor ha sido y será como el agua de los ríos Alfeo y Peneo, que limpió de estiércol los establos del rey Augías. Sabe, sabemos que juntos hemos de recorrer juntos los mil caminos que nos han de llevar de regreso a casa.

Ayer jugó su último partido con el escudo del león. Fue un encuentro, nunca mejor escrito. Un abrazo con su gente, con la afición que acudió a la llamada de la sangre a pesar de no tener victorias que celebrar, pero sí un triunfo para no olvidar: la declaración de amor entre un jugador que ya es leyenda y una hinchada que disfrutó cada jugada como si fuese la última, porque en cierto modo así fue. Lo de menos fueron los goles, los cabezazos torcidos, los chuts desviados, los pases errados, las carreras interminables. Nada importaba. Solo el alborozo, el júbilo de la celebración, el aplauso eterno a un jugador que lo ha sido porque ama al Real Zaragoza por encima de sí mismo. Por ello, la noche de ayer se sumará a otras noches en las que cantamos éxitos, celebramos goles, escribimos la Historia.

Y se produjo. Las palabras, los cánticos, el himno, siempre el himno, inundaron de espíritu blanquillo los mil rincones del estadio. Lo de menos fue el fútbol. Lo de menos fueron los remates mal dirigidos, los mil pases horizontales, la tarjeta amarilla en el minuto 21 al jugador 21, el gol de pícaro de Mollejo, el golazo de Mo Dauda, las mil y una carreras de Bebé, el tesón de Azón, la frescura inacabable de Francho, la seriedad de Nieto, la corrección de Jair, la altura moral de Cristian. Lo de menos fue todo eso, pero también lo de más, porque la alegría de la fiesta cubrió cada acción, cada gesto, cada maniobra.

Luego vendría el primer momento volcánico. Cuando Zapater abandonó el campo en el minuto 91 una nueva estrella habitó el cielo. La ovación atronó en la cúpula del valle del Ebro y se comenzó a respirar de otra manera. Quizás porque el aire se hizo más azul; tal vez porque todas las personas que ayer vivimos esos momentos en las gradas y las que lo hacían en sus casas, peñas o lugares de reunión comenzamos a desear que llegase la fiesta de verdad.

Esta la abrió el presidente, Jorge Mas, que recibió a Zapater al final de un enorme pasillo humano formado por sus compañeros, amigos y leyendas zaragocistas. Le impuso la insignia de oro y brillantes. Después, los tres capitanes, Cristian, Jair y Ratón le entregaron una emblemática camiseta con el 21 cosido a la espalda. A continuación, Víctor Muñoz, su mentor futbolístico y otra de los mitos zaragocistas, cuyo nombre coreó con pasión la hinchada, le hizo llegar un brazalete que ya es historia desde ese momento. Y por último una niña y un niño de la cantera le regalaron sendos ramos de flores para su esposa y madre, presentes a su lado junto a sus hijos y su hermano.

Alberto cogió el micro y dedicó un discurso de cereal a su gente y en medio de lamies de sus palabras le dijo a su hijo: “Óliver, esto es el Real Zaragoza; esto es la Romareda”. Quizás ahí cometió un error, o mejor, una injusticia consigo mismo, porque en realidad él es el Real Zaragoza.

Este es el relato de lo que se vio. Lo que se vivió, lo intangible, quedará para siempre en la memoria y los corazones de quienes allí estuvimos o lo siguieron a través de la televisión. Nunca estar lejos supuso estar tan cerca.

Ahora nace una nueva era. No solo por la marcha del gran capitán, sino también porque todas y cada una de las palabras que se han pronunciado estos días hablan de futuro prometedor, de horizonte ancho y caminos de difícil tránsito que, sin embargo, anuncian empresas esperanzadoras. Sigue con nosotros, Alberto. Acompáñanos en ésta travesía infinita hasta la Ítaca prometida. Tu aliento será nuestro navío victorioso.

Ficha técnica

Real Zaragoza:
Cristian Álvarez; Larrazabal (Gámez, 88), Lluís López, Jair (Francés, 75), Nieto; Zapater (Alarcón, 92), Francho; Vada (Eugeni, 75), Bebé; Mollejo (Puche, 75) y Azón.

CD Tenerife:
Soriano; Mellot, León, Sergio González, Nacho; Corredera, Larrea (José Ángel, 60); Teto (Elady, 60), Dauda (Salas, 89), Waldo Rubio (Alassan, 74); y Garcés (Selma, 74).

Goles:
1-0, min. 49: Mollejo. 1-1, min. 87: Dauda.

Árbitro:Fuentes Molina (Comité Valenciano). Amonestó a Zapater (22), Corredera (38) y Sergio González (90).

Incidencias:
Partido de la Jornada 42 de LaLiga SmartBank 2022-23 disputado en La Romareda, con 25.000 espectadores.

Puntuaciones

Cristian: 4. Perfecto en todas sus acciones.
Larra: 4. Luchador y empeñado en darlo todo.
Jair: 3. Muy serio y cumplidor.
López: 2. Algo desordenado. En el gol, se le fue Mo Dauda.
Nieto: 4. De nuevo impecable.
Zapater: 5. Hoy no se juzga, su partido, sino su carrera.
Francho: 4. Presente, inteligente y muy activo.
Vada: 2. Discreto, modesto.
Mollejo: 3. Si juega, y solo juega, es necesario.
Bebé: 4. Es capaz de muchas cosas buenas y siempre sorprende.
Azón: 3. Trabajó por dos. Falló un par de ocasiones.
Eugeni: 2. Sumó poco.
Francés: 2. Correcto.
Puche: 2. Corrió mucho pero no aportó.
Alarcón: S.C.
Gámez: S. C.

por arrúa 10 (Real Zaragoza, Aire Azul)
@japbello

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