No me gustan los partidos nocturnos de sábado y domingo: no tengo nada específico contra ellos, simplemente los considero negativos para la salud del equipo zaragocista y de sus aficionados. En las últimas dos temporadas, sólo ha habido dos resultados positivos en partidos nocturnos de fin de semana: contra el Valladolid en Zorrilla y contra la Real Sociedad en La Romareda en los primeros meses de la labor de Víctor Muñoz, no recuerdo otros triunfos. Han existido grandes hitos conseguidos bajo la luna, como el 1-5 del Santiago Bernabeu, pero han sido mayores los desencantos. No os podéis imaginar lo tristes que eran las salidas por la noche zaragozana tras perder 1-7 contra el Real Madrid o 1-6 contra el FC Barcelona; el desánimo era tan profundo que a pesar de las ganas lógicas en la juventud por ingerir bebidas alcohólicas y hacer nuevas amistades, había un 101% de posibilidades de no cumplir los objetivos previstos.
El partido contra el Deportivo de la Coruña no fue una excepción al gafe de partido nocturno en fin de semana. Las esperanzas depositadas en este partido eran fundadas, tras el afortunado precedente contra el Osasuna, pero pronto pudimos comprobar que los coruñeses no iban a ser presa fácil. A pesar del gol inicial de Diego Milito, tras una buena combinación entre Óscar y Savio y fallo garrafal de Coloccini, el Deportivo se sitúo mejor en el mediocampo, con Duscher y Sergio ninguneando a nuestros medioscentros y con Valerón impartiendo cátedra en la mediapunta, desordenando la estructura defensiva zaragocista. Con estos ingredientes expositivos de buen fútbol y con la habitual falta de contundencia en los balones altos de nuestra defensa, el Deportivo puso en apuros constantes la portería de César, mientras nuestra gente de vanguardia, excepto Savio y Diego Milito con su ingrata labor de llanero solitario, desaparecía por ensalmo, sin noticias de cualquier tipo. El empate postrer de Tristán fue un premio demasiado apurado a una mejor labor del equipo deportivista en la primera mitad.
Mejores sensaciones tuvimos en la segunda parte. El Real Zaragoza se aposentó con mayor sentido táctico y el Deportivo tuvo el natural bajón físico que le impone la veteranía del once titular. Las oportunidades fueron cayendo del lado maño, pero ni Óscar ni Diego Milito acertaron con el marco de Molina. El cambio del denostado Cani por un ineficaz Ewerthon facilitó mayor profundidad a la banda derecha, pero los otros dos recambios introducidos por Víctor, Celades y Generelo, no insuflaron nuevas fuerzas al equipo. El partido fue vibrante, con un tiempo para cada equipo, por lo que el resultado puede calificarse como justo.
No siempre se puede jugar con el acierto e intensidad del miércoles pasado, los rivales también cuentan, aunque muchas veces obviemos la existencia de un contrario, pero debemos tocar dos puntos negativos y que parece que, por su reiteración, son difíciles de subsanar: el cambio de cromos de Víctor Muñoz en las sustituciones y la debilidad defensiva por alto. Las modificaciones introducidas en el partido de ayer por el mister zaragozano son una muestra más de que ya ha realizado las parejas para cambiarlas y no se mueve un ápice de su tratado inicial. Se le debe exigir a Víctor una superior originalidad, una búsqueda de soluciones atípicas, que permitan descentrar al equipo contrario y evitar el adocenamiento en el juego zaragocista. Pero… vamos por el tercer año de la era victoriana y no se vislumbran cambios en su forma de sentir…
Los balones altos: tenemos una pareja de centrales estimable y reconocida pero con un déficit importantísimo en altura. Los problemas surgen cuando ante la inexistencia de centímetros en nuestra defensa, el guardameta no toma la determinación de salir a los balones bombeados. Es conocida la falta de respuesta a ese problema en la temporada anterior; sin embargo hasta ahora César Sánchez, un portero de garantías, ni Valbuena, han resuelto las dificultades aéreas de nuestro equipo en la presente. Este lastre debe ser remendado de manera inmediata, puesto que las aspiraciones clasificatorias del Real Zaragoza pueden caer velozmente desde las alturas.
Por Jeremy North
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