Carrusel de tensiones | La Lupa

Recreativo 2 – 2 Real Zaragoza

Cormac McCarthy escribió “No es país para viejos”, título que inmortalizaron posteriormente los hermanos Coen y sirvió para que se luciera Javier Bardem, tanto como para lograr que un español subiera por vez primera a recoger un Oscar al mejor actor. Con parecidos términos podríamos afirmar que el Real Zaragoza “no es equipo para hipertensos”, porque de unos tiempos a esta parte los aconteceres zaragocistas nos hacen ir a los aficionados de sobresalto en sobresalto y no con sustos ocasionales, porque la tensión a la que nos someten directivos, técnicos y jugadores se caracteriza por la continuidad y la reiteración.

A lo largo de la semana nuestros corazones se alteran con rumores, frecuentemente tremendos, declaraciones judiciales, enfrentamientos internos, noticias preocupantes, declaraciones agresivas y demás, pero en cuanto llega el fin de semana cada partido conduce a los zaragocistas con sentimiento al soponcio, la desesperación y el hundimiento permanentes. El partido que el Real Zaragoza jugó en Huelva la tarde del pasado sábado fue toda una demostración de lo que acabo de decir, e incluso cabría aplicar a lo sucedido en el Colombino … o mejor lo que perpetraron tanto Paco Herrera como sus chicos, aquello de que “si no quieres taza, taza y media”.

Para sufrir y tirarse de los pelos, el sufrido seguidor maño no tuvo que esperar al inicio del encuentro, pues ya en su preludio el cabreo de la afición se elevó de tono al comprobar que jugadores como Luis García o Paglialunga seguían llevando el cartel de imprescindibles o que el mister extremeño había dejado a Diego Suárez en Zaragoza a pesar de no tener más delantero sano que Roger. Si somos sinceros tendremos que admitir que, juagara quien jugara, nadie daba un duro por el final feliz de la aventura en campo del decano, pero si la cosa ya pintaba mal, la depresión se apoderó de nosotros cuando comprobamos que Herrera no daba, una vez más, su brazo a torcer.

El desarrollo del encuentro fue de película de aventuras y, recordando al añorado Manuel Summers, los pacientes zaragocistas fuimos pasando del rosa al amarillo y viceversa a lo largo de la larga hora y media que duró el partido. Como casi siempre, el equipo inició el match jugando a la ruleta rusa, permitiendo que el rival se nos comiera y que el medio campo onubense se hiciera dueño y señor , a la vez que desde leo Franco hasta Montañés nadie fuera capaz de dar un pase acertado ni de hilvanar jugada alguna. La primera media hora fue de vergüenza ajena y a partir del temprano gol del Recre, todos asumimos que se volvería a casa sin más botín que unos cuantos goles encajados.

Pero el Zaragoza de este año, además de tantas miserias, es sin duda equipo de contrastes, y paralelamente a que todos rajábamos de Luis García, el asturiano fue capaz de culminar con acierto la primera jugada hilvanada que se le recuerda al equipo desde hace semanas y del tembleque ante un capazo de goles pasamos a la situación de equipo que deja tocado al rival.
En el descanso quien más quien menos se temía que el empate iba a ser logro de poca duración, y posiblemente casi todos hubiéramos firmado este resultado, pero conforme avanzaba la segunda mitad, y a pesar de que nuestra fragilidad global dio lugar a un par de claras ocasiones del rival, fuimos templando los nervios y hasta nos permitimos soñar con aguantar el 1-1 y convertir en pequeña satisfacción lo que era una temida humillación. Pero ignorábamos que el destino aún nos iba a deparar escalofríos variados.

Cuando el partido enfilaba ese cuarto de hora final decisivo, esa última fase donde puede cambiar todo, Diego Rico marcó un gol afortunado, y comenzamos a frotarnos los ojos para comprobar que no era un sueño lo que reflejaba el marcador después de las angustias de una hora antes. Eso sí, los blanquillos estamos curados de espanto y apostaría mucho sin miedo a perder nada que ningún seguidor zaragocista con memoria inmediata pensó que los tres puntos estaban en el bolsillo.

Los zaragocistas de esta década sabemos que nuestro destino es sufrir, y que hay ocasiones en que parece que los dioses futbolísticos no se conforman con que andemos decepción tras decepción y se regodean en que cada jornada el soponcio sea de mayores proporciones. Por eso, tras tantas sensaciones encontradas, tanta tensión acumulada, terminamos perdiendo dos de los tres puntos que parecían milagrosamente certificados a través de la enésima torpeza de Abraham Minero, un chaval que se lo tendría que hacer mirar, porque da la impresión de que cobra del rival de turno.

Cuando cambiamos de canal, apagamos la radio o abandonamos el hilo correspondiente de Aupazaragoza, no sabíamos si tirarnos de los pelos, complacernos de que el drama temido terminaba en punto positivo o simplemente resignarnos a que somos del Zaragoza y se ve que algo hemos debido de hacer mal en alguna otra vida, porque cada jornada la bofetada es más sofisticada.

Por Falçao

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