Un triunfo entre paradojas | La Lupa

Real Zaragoza 3 – 1 Alcorcón

No parecía la del domingo la tarde más adecuada para que la afición zaragocista recuperara la autoestima. A pesar del trabajado y agónico triunfo en El Molinón a la permanente decepción que asola al zaragocista medio cabía añadir las denuncias por impago, la completa ausencia de información desde las alturas, la crónica sospecha sobre las intenciones de quienes rigen el club y las perspectivas de un mercado de invierno más rácano que nunca. Si a esto añadimos que nos encontramos con una alineación que anunciaba un centro del campo cansino y una delantera escasa, buena parte del personal tomó asiento con unas perspectivas más oscuras que las del pobre Witiza.

Por eso, el triunfo ante el Alcorcón, cimentado en el mejor partido que se recuerda en la Romareda puede que desde hace más de un año, cabe atreverse a calificarlo como un éxito labrado entre paradojas. Ante un equipo sólido, que venía de ganar a un “primera” en la Copa y se presentaba como uno de los menos goleados de la categoría, casi nadie apostaba porque gente como Paglialunga, Acevedo, Luis García o Barquero, que se han pasado media liga entre el olor del “Reflex” y el indudable peso que ocasiona el inexorable paso del tiempo, fuera capaz de ofrecer a la parroquia un partido plácido y hasta en ocasiones brillante.

Cuando en el aún cercano mes de noviembre nuestro equipo reiteró ridículos sonrojantes en Ipurúa y La Victoria y llegó hasta lo inaguantable en su campo con el Numancia, hubiera sonado a broma de mal gusto el planteamiento de llegar al ecuador de la liga a un punto del ascenso directo, pronóstico que seguía siendo semi-imposible hace menos de un mes cuando se batían records de apatía en Sabadell y de incapacidad frente al Murcia. El aficionado blanquillo no podía evitar frotarse los ojos cuando el domingo poco después de las 8 de la tarde reemprendía el camino de casa con una sonrisa, gesto que comenzaban a olvidar las piedras de la vieja Romareda y edificios adyacentes.

Y la paradoja se hace más llamativa cuando nos ponemos a pensar que buena parte de la incontestable victoria ante los madrileños se fundamentó en el juego de dos futbolistas a quienes la parroquia zaragocista había puesto, con toda la razón, en entredicho desde sus primeros pasos con la camiseta blanquilla, Mario Paglialunga Roger Martí. EL argentino, que hasta ayer parecía un hombre torpe, horizontal y fallón, se convirtió como por arte de “birli-birloque” en el núcleo central del juego zaragocista, mientras que el levantino, con su aspecto de niño malo, dio toda una lección de rapidez, anticipación y “verticalidad”, marcando un gol e interviniendo decisivamente en los otros dos: hasta este encuentro Roger había sido un futbolista al que la precipitación y cierto desorden impedían confirmar los destellos que apuntaba. Hubiera sido cuando menos curioso haber realizado una encuesta sobre la opinión que merecían estos jugadores antes de jugar el partido y otra a la conclusión de éste, sólo hora y tres cuartos después.

Y lo que para algunos debió de ser también una paradoja fue comprobar como la afición zaragocista sigue estando formada por un grupo de gente honesta y bien dispuesta; tras agrias e innecesarias polémicas sobre el apoyo requerido, la tensión de los futbolistas cuando juegan en casa o la oportunidad de pitos y protestas, ha quedado demostrado que cuando hay compromiso y el mínimo acierto, el zaragocista saca su corazoncito y es capaz de agradecer lo que le dan, que, no vamos a exagerar, tampoco fue una exhibición de arte y exquisiteces. Lo ocurrido en La Romareda debería hacer pensar a muchos sobre la necesidad de medir palabras, de esquivar excusas y de aprender a corresponder con entrega y buenas disposiciones la generosidad de quienes siguen dispuestos a dar a cambio de muy poco.

Llega la hora de la verdad; por desgracia el drama económico del club, su crisis institucional, la desconfianza que producen la falta de trasparencia y algunas decisiones increíbles, siguen revoloteando en el entorno del Real Zaragoza, porque entre otras cosas un 3-1 frente a un Alcorcón –con todo el respeto del mundo- no da más de sí. Pero el equipo está en situación de privilegio, unos cuantos rivales que hace pocas semanas parecían el “coco” se han quedado sin gasolina, el calendario es favorable y los jugadores se han quitado buena parte de los motivos que al parecer les llevaban al agarrotamiento y la tensión: Paco Herrera ya no puede poner excusas y a partir de ahora el partido que vimos el domingo no puede ser una excepción, un oasis aislado, sino lo habitual en un equipo que por mucho que algunos aparenten querérselo cargar, tiene una historia y para el que el cuarto puesto en segunda es un puesto inaceptable.

Por Falçao

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