Amor a quemarropa | La Lupa
Real Zaragoza 2 – 0 Recreativo
“No había matado a nadie desde 1984”. Con esta grandiosa frase se descuelga Christopher Walken después de descerrajarle el rostro a Dennis Hooper de un tiro en la película “Amor a quemarropa”. A veces hay que esperar mucho tiempo para volver a hacer cosas fuertes, o para volver a ver cosas increíbles. En La Romareda no se veía un gol olímpico desde 1978. Lamentablemente el de Pedro no subió al marcador por culpa de un árbitro al que no le hubiera ido mal una entrevista previa con Mr.Walken.
Fue un gran gol, y no debería perderse en el olvido por culpa de otro más de los inútiles que nos están desangrando el saco de puntos. En un partido más ajustado, nos estaríamos acordando con desazón de esa jugada. No sólo fue un gran gol. También fue como la guinda, como la bola 8 del infortunio de Pedro, a quien el destino le tenía como negado por decreto el acceso al gol. Un mal día para un hombre, un buen día para el equipo, pues por otra parte ese mismo desconcertante destino tenía previsto un segundo plato para buenos paladares.
La Romareda pudo disfrutar por segunda vez de un gol antológico. Basha, ese centrocampista oscurecido por las lesiones y la falta de forma, realizó el sábado pasado su mejor partido como zaragocista, revelándose como una pieza de buenas prestaciones en la medular, robando balones, pasando con criterio, encontrando incluso huecos interesantes para dársela al compañero y hacer fluir el juego. Pues bien, en una de estas, se encontró solo y hacia adelante con el balón, y viendo al portero ligeramente adelantado, exhaló un pepinazo con la fuerza y precisión suficientes como para dibujar el gol quizás más espectacular en El Municipal desde la chilena de Postiga. Magnífico. Si no hubiesen pasado tantos años desde los años de la grandeza, y la gente no hubiera perdido la costumbre de ir con pañuelos blancos de tela, a buen seguro que hubiera sido la ocasión ideal para agitarlos al viento.
Y eso que el partido tenía sus trampas ocultas. La situación del rival invitaba a un exceso de confianza peligroso. La primera parte fue bastante espesa, con un Recreativo muy encima de las jugadas, y aunque poco operativo, hacía lo suficiente para entorpecer el desarrollo del juego blanquillo. En la segunda parte todo cambió. Bien fuera por la toma de conciencia de unos, o por el hundimiento de los otros, poco a poco solo fue quedando un equipo en el campo. Cuando se abrió el melón con el gol de Jaime, también de bella factura por cierto, los onubenses se fueron derritiendo, mostrando al aire las llagas que tienen los equipos mortecinos que no saben encontrar el camino de vuelta a la zona tranquila de la tabla. Aquí sabemos mucho de eso. Lo hemos vivido y padecido.
Estuvo acertado el entrenador, y el equipo funcionó. Además, hay que hablar de la defensa. La consolidación paulatina de Vallejo como central es una noticia espléndida. Durante un instante, congelado en el tiempo que cuesta saltar y cabecear hacia un larguero que dijo “no”, pareció dibujarse el espíritu de Aguado. Hay quien lo compara con él, hay quien con Gabi Milito, hay quien con Pujol. Bueno, tampoco hay que pasarse. Es grato soñar cuando se vuelve de una tierra sin sueños, pero no hay que perder el contacto con la realidad. Espero que el chaval sea lo suficientemente inteligente como para que estas cosas le hagan gracia, y que sea consciente de que solo con el trabajo diario y la concentración permanente, se llega a donde ellos llegaron.
Un buen resultado que ayuda a afianzarse ahí, en esa carrera por la sexta plaza que, como migas de un pastel, nos ceden los cinco de arriba que de forma inmisericorde van sumando puntos. El Real Zaragoza tiene que creérselo, da la impresión de que aún no hemos visto lo mejor de este equipo. Si se cierra la portería propia y los arbitrajes nos respetan, se puede crecer bastante y esta vez, sí,volver a sonreir.
Por Ron Peter
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