Jugando con fuego | La Lupa

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Real Zaragoza 2 – 2 Numancia

Una vez más, volvíamos a estar con el viento a favor. Dos victorias seguidas alimentaban la presunción de que de nuevo el Real Zaragoza podía asaltar los puestos de cabeza, dando de paso un pequeño empentón con respecto a los perseguidores. Una vez más, algo se truncó y las expectativas se vieron frustradas.

La visita del Numancia, equipo vecino y de buena relación, se pintaba como una ocasión propicia para una nueva victoria que consignase definitivamente la candidatura al ascenso de nuestro equipo. El partido no empezó de forma muy diferente a la que ya estamos acostumbrados: fútbol poco brillante y con escaramuzas intermitentes que acabaron fructificando en un primer y afortunado gol. Tras el descanso, todo se ponía de cara con un avance mortífero de nuestro delantero Ortuño que, tras unos minutos algo patosos en el área, esta vez sí cumplió. Todo se ponía aún mejor. Un 2-0, con el equipo todavía menos goleado de la categoría, parecía presagiar una mañana feliz. Sin embargo…

Las circunstancias extradeportivas, esos factores que siempre revolotean alrededor de los equipos, como son las lesiones, las sanciones y últimamente ese cepo burocrático que supone la limitación de fichas de filial jugando al mismo tiempo –y en el que nos hemos metido nosotros solos- tuvieron su cierta influencia en la composición de la alineación inicial y en los cambios posteriores, en los que quedaba poca posibilidad de elección. Aún así, eso no debe servir como excusa para lo que vino a pasar después.

Habiendo hecho lo más difícil, que es adquirir ventaja en el marcador, resulta imperdonable abandonar el control de la situación. El público puede tener la sensación de que ”ya está todo hecho”, pero no así los jugadores, que no deben olvidar nunca de que hasta el rabo todo es toro, y que los partidos no se acaban a los 60 minutos. Una pequeña relajación comprensible por ir ganando no debe durar más de lo que tarda el rival en sacar de centro. A eso se sumó el cambio táctico impulsado por el rival que, lógicamente se lanzó al ataque. Nuestro “entrenador” no supo reaccionar de la forma adecuada, y el Numancia, que no había tirado a puerta, se comió el centro del campo, llegando en oleadas al área blanquilla hasta que consiguió empatar.

Los cambios de Popovic tan solo aliviaron mínimamente el balance físico, pero tácticamente no aportaron ningún remedio. Tenía muy poco margen, pero podría haber quitado a Rico, retrasando a Abraham, y dejar a Sergio Gil junto a Tarsi. Aunque probablemente hubiera sido mejor sacar a Mario para reforzar la defensa y proteger más el centro del campo. Tenemos pocos efectivos, y si Mario está para jugar, era su momento. Pero claro, ¿alguien había ensayado eso en los entrenamientos? ¿Se habían previsto las opciones?¿Popovic estudia a los rivales?¿saca conclusiones de partidos anteriores?

Seguimos ahí, en lo alto, pero en una fina cuerda. Perder en Tarragona supondría hundirse de nuevo, y alejarse de los de arriba. Mientras tanto, seguimos esperando la vuelta de los lesionados, y seguimos lamentando algunos esa política de fichas de filial a hombres consolidados como Rico o Vallejo, que traban administrativamente la ebullición de otros valores canteranos que podrían echar una mano y empezar a forjarse como jugadores de futuro, y así crear valor para el club. También lamentamos, y este es ya es una queja sostenida en el tiempo, la no cobertura de las bajas de larga duración con delanteros, que es lo que más falta hace. Si seguimos jugando con fuego, terminaremos por renunciar al ascenso directo, y ya verás qué hoguera más divertida…

Por Ron Peter

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