Alma en las trincheras | La Lupa

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Real Zaragoza 1 – 0 SD Huesca

El Real Zaragoza logró el pasado domingo una necesaria y agónica victoria en un partido espeso ante la Sociedad Deportiva Huesca. El partido entre clubes aragoneses, que no se puede considerar derbi debido a la falta de poso histórico, sí suele caracterizarse por una gran igualdad y bastante tensión en el césped. En esta ocasión, y debido probablemente a la alta temperatura, el encuentro fue menos trepidante, pero no menos emocionante, llegando su desenlace al borde del final.

El equipo blanquillo ofreció una imagen más gris que en los anteriores encuentros, sin exuberancia atacante y con cierta dificultad para imponer su mayor calidad en la línea de tres cuartos. También evidenció de nuevo que su talón de Aquiles reside en los laterales donde ni Iza ni Casado, pese a su esforzado desempeño, logran aportar gran seguridad defensiva ni marcan diferencias al incorporarse al ataque.

El partido, no obstante, se decidió por unas cualidades fundamentales en la Segunda División: el corazón y la insistencia. El Real Zaragoza, aunque no pudo imponer su juego, no cejó en su empeño de lograr la victoria en ningún momento, y el grado de compromiso mostrado en el campo fue muy alto. Este es uno de los objetivos que quería conseguirse con la llegada de Cani y Zapater, y parece que se está en el buen camino.

La mal llamada categoría de plata se asemeja mucho a una batalla de trincheras, como las que poblaron la Primera Guerra Mundial. Muchos partidos se convierten en un lodazal, llegando a estancamientos como el del Frente Occidental de la Gran Guerra, con escaramuzas que parecen no llevar a ningún lado, llevando al equipo supuestamente más dotado de calidad a un terreno fangoso del que le cuesta un mundo salir. Esos partidos, si se cae en esa trampa, suelen acabar en empate o en el peor de los casos, tras una salida imprevista de la tropa enemiga de su trinchera que coge al ejército atacante desprevenido y agotado, en derrota.

Por ello es tan importante que exista en el equipo ese espíritu de sacrificio, ese compromiso con el escudo que se defienda, para adaptarse a estas trincheras, no irse del partido y en un momento determinado saber calar la bayoneta y lanzar una carga decisiva. Muchos puntos se escaparon los años anteriores por no saber entender y competir partidos como el domingo.

Esta actitud además sirve para crear vínculo con la grada. Un vínculo que si se forma al inicio de la temporada, y se ve correspondido, puede ser decisivo para convertir la Romareda en un fortín. La afición zaragocista está mostrando un comportamiento encomiable, animando de manera espectacular para las alturas de temporada a la que estamos y teniendo en cuenta la catástrofe anímica que supuso la Infamia de Palamós.

El Real Zaragoza está en el camino correcto, mostrando por el momento virtudes mucho más importantes que los defectos que indudablemente tiene la plantilla. En su mano está mantener ese grado de compromiso que le hará ir de la mano de una afición con ganas de darle todo. Si lo hace, el fin de esta infumable guerra de trincheras estará más cerca.

Por Kicooper.

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