Daños colaterales

Me temo que la nefasta gestión por parte de nuestra directiva del nuevo proyecto zaragocista en 1ª División puede traer consecuencias negativas más allá de la simple formación de la plantilla. Ésta ha quedado descompensada, aunque no sería justo obviar que han llegado jugadores ilusionantes (Pennant, Carrizzo, Obradovic, …) además de otros que lo han hecho por expreso deseo del mister (Uche, Abel Aguilar, Pablo Amo). Queda la asignatura pendiente de la defensa, pero por encima de la lógica preocupación por una línea insuficientemente reforzada y la ausencia de un lateral derecho, está la confianza en el trabajo de Marcelino que puede reconducir, como ya hizo en el último tramo de la pasada Liga, esa zona titubeante del equipo; además el déficit de fichajes puede tanto fomentar la imaginación para reconvertir piezas como abrir la caja de la oportunidades a unos canteranos que hasta ahora han demostrado buenas condiciones. ¿Quién nos dice si al final Laguardia, Borque o cualquier otro chaval del filial acaban dando mejor resultado que el que hubieran ofrecido Valera o Miguel Torres?.

Me parece que son mucho más preocupantes las consecuencias del desbarajuste que han protagonizado los dirigentes blanquillos en las últimas semanas, en un mes de agosto que los sufridos seguidores del equipo del león recordaremos como una penosa sucesión de sobresaltos, ansiedades y desilusiones. La incapacidad para encontrar acomodo a todos los descartados menos uno puede que se haya convertido en el mayor desaguisado de todos: difícil tarea la de Marcelino la de reubicar a unos hombres con los que no cuenta, que pueden enturbiar, aún sin desearlo, el ambiente del vestuario y llevar a la desunión y a la tirantez a la plantilla. Especialmente duro me parece el caso de Pablo de Barros, imposibilitado de jugar por su condición de extracomunitario, utilizado en un puesto que le condenaba al fracaso y cuya carrera ha sido frenada en seco. O Marcelino se baja del burro con algunos de estos jugadores, o el panorama es desalentador.

El intento fallido de vender a Ewerthon también ha tenido que dejar secuelas; no se si hay un culpable principal, pero no tengo duda de que se ha gestionado fatal la situación; ahora tenemos al jugador franquicia del ataque aragonés enfadado, cuestionado por la afición y, posiblemente, desmotivado. Y el caso de Lafita también tiene sus aristas, no sólo por la triste imagen dada ante toda España y por la incertidumbre de su llegada, pues aunque se resuelva favorablemente su fichaje no sabemos las ganas y el compromiso con el que va a llegar el zaragozano.

La última secuela de esta cadena de desaguisados está en la profunda decepción que se ha extendido entre los aficionados; se nos ha puesto el caramelo en la boca en muchas ocasiones, hemos visto cómo se frustraban uno detrás de otro fichajes ilusionantes, algunos tras vendernoslos como hechos y hemos acabado estresados de esperanzas rotas y de ansiedad. La zaragocista es una afición sufrida, capaz de entender las actuales limitaciones económicas y coyunturales del equipo, pero los aragoneses somos demasiado francos para asimilar que nos engañen, que se juegue con nosotros.

Verdaderamente, se le han puesto las cosas muy difíciles a Marcelino García Toral; me parece un hombre algo complicado e intuyo que su rigidez y sus filias y fobias han tenido algo que ver en que la plantilla se haya quedado incompleta, pero también estoy seguro de que es quien menos culpa tiene y sus valores personales y profesionales están muy por encima de sus defectos. Confiemos en que por enésima vez vuelva a estar a la altura.

Por Falçao.

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