Somos equipo | De 5 en 5

Cinco partidos, siete puntos, que sumados a los doce anteriores nos dan una suma total de diecinueve. Muy cercanos a la cifra de veintidós que el propio Jiménez reclamó como propicia para encarar la segunda vuelta a ritmo de salvación. Estos son los números, las frías cifras que dicen algunos. Pero el fútbol se nutre también de sensaciones, de pálpitos, de sentimientos y estos señalan que, con aciertos y errores, seguimos construyendo equipo y alma sobre la base del difícil juego de equilibrio que supone conjugar crecimiento y resultados. Todo va bien -sobre el césped y en el vestuario- o eso parece desde la atalaya del aficionado, aunque tendremos que estar muy atentos a ese castillo de naipes que está demasiado expuesto a las incomodidades de una lesión en puesto clave, a un corto fondo de banquillo, a un refuerzo que no llegue o no funcione y al ruido siempre presente de una complicada situación institucional que, nadie lo olvide, sigue ahí porque nunca se fue.

Iniciábamos este bloque de partidos con la necesidad de ganar a un Deportivo de la Coruña que no llegaba en su mejor versión. Era el momento de demostrar que lo ocurrido una semana antes en el Santiago Bernabéu había sido tan solo un paréntesis en forma de trámite en el que las sensaciones de las que antes hablaba decían algo más de lo que finalmente reflejó el marcador. Noche de sábado y de lluvia; de dientes de sierra, de menos a más, de vuelta a la pasión del triunfo holgado, de la magia que nunca debió abandonarnos. “Tormenta de goles”, así podríamos haber resumido el encuentro en uno de esos manidos titulares propios de la fraseología balompédica. Del 0-2 al 5-3 pasando de la decepción inicial a la ola por la que surfeamos miles de aficionados que no dábamos crédito a ese martillo pilón en que se habían convertido las diferentes piezas que conformaban la maquinaria zaragocista y que devolvían la ilusión y el orgullo a un público necesitado de éxitos específicos como el que tuvo lugar aquella noche. Apoño en el punto de penalti, los tantos de Postiga, ese centro de Víctor, el bautizo goleador de Montañés, el juego de toque, la tozudez en la recuperación de balón para crear, crear y creer…

Siempre hay cosas que mejorar, pero la mayoría salimos contentos, eufóricos otros, perdonando incluso los fallos individuales y el borrón de ese feo tercer gol. Eran tres puntos importantes, sí, pero por encima de ello, o a su misma altura, refrendamos que lo que habíamos visto era, al fin, un atisbo de equipo.

El siguiente sábado tocaba “déjà vu” en el Camp Nou. Nuevo trámite, esta vez en la periferia mediterránea, donde el objetivo volvía a ser el mismo que hacía dos semanas; dar una buena imagen y salir del envite con dignidad. Punto, no hay más. Es lo que hay y eso es lo que han querido -y conseguido- aquellos que entienden que la liga española es la lucha exclusiva de dos súper potencias que deben dirimir el trofeo final a base de empequeñecer cada día más al resto de equipos, quienes irremediablemente han acabado por claudicar aceptando su papel de comparsas. Para ellos la perra gorda, o “con su pan se lo coman”. 3-1 y a pensar en el Celta, con el disfrute, eso sí, de esos efímeros minutos en los que el empate a uno campeó en el marcador.

Y llegó el Real Club Celta de Vigo, un lunes cualquiera de esos con los que nos obsequian a todos menos a dos. Quién más quién menos hacía cábalas sumando unos puntos que nos iban a llevar en volandas hacia los puestos de honor en la tabla clasificatoria. Puntos importantes y no previstos habían volado de La Romareda con anterioridad, pero el dulce y cercano recuerdo del encuentro con el otro equipo gallego nos henchía de seguridad en la consecución del objetivo. Sin embargo esta vez el acierto no fue el de otras ocasiones, apareció un equipo lento en los desplazamientos y con poca movilidad en las acciones. Hicieron también acto de presencia actores que no contaban hasta la fecha -y que poco aportaron- y el colegiado volvió a hacer de las suyas para conformar un cóctel que nos abocaba al empate a ocho minutos de la finalización. El Real Zaragoza no aceptó la realidad del punto y buscando la victoria acabó perdiéndolo en forma de contraataque. O-1 y bofetón a las ilusiones de los más optimistas.

Dos estaciones antes de volver al calor del hogar: Mallorca y Vallecas. Desplazamientos complicados en los que de nuevo tocaba demostrar que este equipo puede rendir y sacar puntos lejos de su feudo. Ganar fuera lo que se pierde en casa, encarando el primer partido con la fortaleza que daba una clasificación copera en el bolsillo y la debilidad de un desigual descanso en las piernas de ambos contendientes. Primera salida en las islas y punto de oro a tenor de lo ocurrido en los minutos catorce y quince. Ya sabéis: penalti y expulsión (todo un clásico), aparición de Roberto para enviar el balón a saque de esquina y, en la jugada posterior, golazo de Postiga y a aguantar durante el resto del encuentro con uno menos (otro triste clásico esta temporada). Empate final, el primero en catorce jornadas, cuando sólo cinco minutos y el añadido nos separaban de la gloria y a pensar en la próxima batalla desde la distancia de los cuatro puntos en los que quedaba fijado un abismo siempre presente en la memoria colectiva del Zaragocismo en estas últimas temporadas.

Estadio del Rayo Vallecano. De nuevo lunes, mal asunto para los supersticiosos. La clasificación nos daba una segunda oportunidad antes al colocarnos de nuevo a idéntica distancia del descenso que una semana antes, y el Real Zaragoza, esta vez sí, supo aprovecharla para acabar este “de 5 en 5” tal como lo iniciamos: con victoria de mérito. Imposible no reseñar que el mismo jugador que se convertía en protagonista negativo al inicio de este bloque de encuentros, haya acabado cerrando la crónica de los mismos con broche de oro: un gol histórico, la asistencia del segundo y el derroche de pundonor continuado no exento de una técnica brillante en ocasiones. Zuculini, sí, Zu-cu-li-ni y Movilla también y el acierto de colocar a la P -de Pinter- en el centro de una defensa huérfana de Loovens. Y las aes de Apoño y de Álvaro, la Jota de Jiménez (gracias, Manolo) y la confirmación de que SOMOS EQUIPO, por encima de nombres y letras. Primer partido sin goles en contra, tres puntos, colchón de siete, sin expulsados, tanto cinco mil y, en otro orden de cosas, el accionista mayoritario sin aparecer por la actualidad zaragocista y el filial, lanzado. Argumentos suficientes para soñar con una rehabilitación deportiva que, cabe insistir, no debiera enmascarar ni servir para poner paños calientes a los graves problemas que este club sigue teniendo como entidad.

Y ya para finalizar, volvamos al principio. Dejemos en esta ocasión percepciones a un lado y pongamos de nuevo las cifras sobre la mesa; ¿Seremos capaces de superar esos deseados veintidós puntos al final de la primera vuelta? Y en cuanto a planificación deportiva, con enero a la vuelta de la esquina ¿encararemos el inicio de la segunda con algún refuerzo que nos ayude a compensar algunas de las carencias y debilidades detectadas en algunas demarcaciones?

El tiempo, y las noches invernales del F5, dictarán sentencia y el forero-amigo House, dará constancia.

Por GrandeZ

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