Pandemonium | La Lupa

Real Zaragoza 2 – 2 Real Madrid

Hay veces en las que describir lo que se siente se convierte en una tarea harto difícil. Y esa es una de esas veces.

Hacía mucho tiempo que no tenía sensaciones tan raras y tan encontradas y es que el partido de ayer fue una locura, el reflejo perfecto de una liga que ha sido un carrusel de alegrías y decepciones, un extraño pandemonium carente de cualquier lógica que permita hacer un análisis coherente de la temporada. Ayer se mezclaron en extraño cóctel la satisfacción más absoluta con la indignación, la decepción con el conformismo y los deseos con la realidad.

Para empezar el Real Zaragoza ha sufrido durante 15 días el indignante acoso y derribo de unos medios de prensa supuestamente nacionales que, en realidad, son simple y llanamente madridistas y ni tan siquiera se esfuerzan en disimularlo. Ayer jugaba el Real Madrid y el Real Zaragoza era tan sólo un complemento necesario a la gloria que los merengues iban a alcanzar por mucho que los malvados Zaragocistas intentaran, en contra del deseo de todo el mundo, impedir el triunfo de los buenos. La clasificación para la Uefa y el orgullo de los blanquillos era una variable despreciable en la ecuación. Y eso en el mejor de los casos, porque muchos de estos supuestos informadores no se han conformado con ningunearnos, sino que han ido más allá con insultantes insinuaciones de intereses pecuniarios que a la postre eran la verdadera motivación de los aragoneses. Nos han despreciado y tratado cómo el enemigo, el villano de la película que actúa movido por la maldad o el interés. Pero es que además el Real Madrid, que quizá en tiempos pretéritos tuvo señorío pero ahora se comporta cómo un nuevo rico, pretencioso y sin clase, les hace el juego celebrando el título sin haberlo ganado y demostrando que el “savoir faire” no es eterno, por mucho que se empeñen en apelar a espíritus de glorias pasadas.

Pero los Zaragocistas, aquellos que nos preocupábamos por una «nimiedad» cómo clasificarnos para la Uefa, supimos una vez más aislarnos de ese circo vergonzante que rodea a los merengues y éramos conscientes de la importancia que el envite tenía para nuestros objetivos. El Real Zaragoza supo plantarle cara a un Real Madrid que sinceramente y de no ser por la gran calidad de sus atacantes, no le da miedo a nadie. Pero la previa del encuentro no era precisamente cómo para estar optimista. Defensa en cuadro, Zapater en un lateral, Chus en el otro, piqué en el centro del campo y lo que es peor una cortedad de banquillo muy, pero que muy preocupante. Aún así el escenario fue el esperado, un Madrid con solidez en el centro del campo y bastante tabicado que regalaba el control del partido al rival y salía con peligro al contraataque. El Real Madrid no juega, pero es letal en el juego directo que es el único recurso que maneja a la perfección con un Van Nistelroy en estado de gracia, aprovechando además la consabida permisividad arbitral que consiente a sus jugadores entradas, quejas y desplantes que a cualquier otro le costaría la cartulina roja.

Pero en los momentos importantes es cuándo las virtudes que se atesoran deben quedar patentes y ayer se manifestaron en la figura de Aimar, que tras un año demasiado irregular para el talento que evidentemente posee, apareció cuándo más le necesitábamos. Forzó el penalti que supuso el primer gol y realizó una genial jugada para dar a Diego Milito el pase que el ariete culminó de forma magistral. Un gol espectacular que quedará para siempre en nuestras retinas. Pero no sería justo olvidar a otros jugadores que también supieron dar la talla. César hizo paradas espectaculares y de muchísimo mérito, Celades a pesar de su evidente carencia de fuerza física, jugó también un excelente partido y Zapater demostró que da igual dónde le pongas, porque es pura energía y siempre cumple.

Claro que también existen “peros”. Creo, sinceramente, que Víctor Fernández se equivocó claramente en los cambios. Pienso que no fui el único que se quedo patidifuso al ver el cambio de Movilla por Ewerthon que a muchos nos sonó a injustificable claudicación. Y no es que Movilla no cumpliera, que jugó bien, sino que lo que me dolió fue la sensación de que cuándo el Real Madrid empezaba a abrirse, cuándo parecía que podríamos darles el golpe de gracia, nosotros dábamos un pasito atrás y nos rajábamos, eludiendo el combate.

El otro pero fue la forma en la que se nos escapó la victoria. Cuándo ya acariciábamos la clasificación matemática para la Uefa gracias a la inesperada derrota del Atlético en su propia casa, el empate del Madrid nos aguó la fiesta. Desde luego fue una pena, pero el paso de las horas le va dando valor al resultado, porque seguimos dependiendo de nosotros mismos y con un empate en Huelva habremos logrado el objetivo y eso, aunque durante muchas semanas hayamos acariciado objetivos más gloriosos y hoy por hoy probablemente fuera de nuestro alcance, es un gran éxito y cómo tal hay que contemplarlo.

Poco más nos queda sino suspirar porque el equipo aguante tan sólo una semana más y sepa amarrar al menos y empate frente al Recre, dando por finiquitada una liga emocionante y esperanzadora en la que momentáneamente hemos recuperado el sitio que jamás deberíamos haber abandonado y que todos los Zaragocista deseábamos. Poco queda para confirmar que este primer paso está dado y espero que esta estresante temporada ya no tenga hueco para dar cabida a más sorpresas desagradables. Ahora habrá que consolidarlo y confirmar que el proyecto va en serio configurando una plantilla en condiciones de afrontar con garantías tres competiciones en la próxima temporada, pero esa ya es otra historia…

Por Gualterio Malatesta

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