Salvados por la campana | La Lupa

Osasuna 2 – 2 Real Zaragoza

El boxeo es un deporte que tiene poco porvenir en España, pero antaño, en los estertores del franquismo y en la Transición era uno de los espectáculos utilizados para “calmar” a las masas, que se habían politizado. Sonaban nombres de boxeadores muy conocidos por Dum Dum Pacheco, Pedro Carrasco, José Legrá, José Durán o nuestro e inimitable Perico Fernández. En una defensa de su título de superligeros, el aragonés tuvo que enfrentarse con un tailandés temible, Suansak Muangsurin (o algo así) en Bangkok. Perico no se encontró bien en el ambiente en ningún momento: la humedad del clima, el enorme calor y ver a un pabellón lleno de fanáticos “thais” gritando como posesos le quitaron las ganas de combatir. En el séptimo asalto pasó un calvario, aguantando golpes del morlaco tailandés sin cuento y gracias a la campana se salvó del KO. Pero en el 8º ya no pudo más y pidió a su preparador de entonces (creo que Martín Miranda) que tirase la toalla para abandonar ese infierno. Al Real Zaragoza le salvó la campana contra el Osasuna, en forma de testa de Sergio García.

Los comentarios sobre el Osasuna que se podía encontrar el Real Zaragoza en el antiguo y siempre desagradable Sádar iban encaminados a remarcar el cansancio de los navarros tras su demostración física del pasado jueves contra el Sevilla, en las semifinales de la UEFA. Visto el partido, esos análisis han demostrado ser bastante ilusos. Desde el saque inicial pudimos ver a un Osasuna bien plantado, correoso y que con balones largos a su fenomenal punta Webo ponían en constantes aprietos a la defensa zaragocista. Uno de esos pelotazos con sentido acabó con el gol de Juanlu, tras un fallo en el despeje de cabeza de Sergio Fernández. Afortunadamente el acierto de Aimar en el lanzamiento de una falta equilibró el marcador y también el juego, que fue una constante lucha por el dominio del centro de campo, aunque con cierta superioridad física osasunista.

Esa “cierta” superioridad se convirtió en “manifiesta” en la segunda parte. El Osasuna arrasó física y tácticamente a un Real Zaragoza muy flojito, en base a una presión brutal de los mediocentros, con el espléndido iraní Nekounam como baluarte inexpugnable, y con Webo y Valdo moviéndose con soltura entre la aturdida defensa maña. Una jugada mal defendida en tres ocasiones anteriores acabó con gol de Valdo en la cuarta, y también con el desarrollo normal de un partido de fútbol, puesto que uno de los contendientes, el Real Zaragoza, quedó seminoqueado. El dominio del Osasuna fue brutal, no en posesión de balón, pero sí en situación táctica, en fuerza defensiva, en capacidad ofensiva, en todas las facetas del juego. Pero los partidos se tienen que finiquitar con goles, los navarros no supieron hacerlo a pesar de sus oportunidades, y ese púgil a punto de tirar la toalla resucitó de entre los muertos para empatar un partido que tenía perdido mental y físicamente.

El resultado no es bueno para nuestras aspiraciones de jugar la Champions, pero en cambio es fenomenal por lo acontecido en el césped. El Osasuna fue infinitamente mejor como equipo, tanto en su aspecto físico como táctico y el empate se convierte en un triunfo por el valor de lo “no esperado”. La media inglesa no vale para clasificarse para la Champions pero es posible que sea más que suficiente para jugar la UEFA.

Porque lo de aspirar a la Champions está muy bien, es algo que debe intentarse, pero por partidos como el de este domingo queda claro que está lejos de ser un objetivo obligatorio. El Real Zaragoza da la sensación de estar fundido físicamente y sigue sin tener la menor fuerza en el centro del campo. Son dos hándicaps de vital importancia para enfrentarse a equipos poderosísimos en el aspecto físico como el Valencia y el Sevilla. El talento de algunos jugadores se mantiene, como ha demostrado Pablo Aimar en su gol, pero no basta para sacar adelante a un equipo campeón. Probablemente la temporada ya esté siendo un éxito y no se deba exigir más, las carencias empiezan a superar a las virtudes, pero estamos a falta de seis jornadas a dos puntos de la Champions y ¡qué caramba!, vamos a probar y a echar un pulso a la suerte, que igual nos puede ir tan bien como en Pamplona.

Por Jeremy North

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