Afortunados | La Lupa

Athlétic Bilbao 0 – 0 Real Zaragoza

El escritor francés François de la Rochefoucauld dijo una vez: “aunque los hombres se jacten de sus grandes acciones, muchas veces no son el resultado de un gran designio, sino puro efecto del azar.” Tras el partido que jugó el Real Zaragoza en San Mamés el domingo no puedo estar más de acuerdo. 

Hay veces en las que la fortuna se convierte en un imprevisible y veleidoso aliado que iguala los méritos de los contendientes sin una explicación coherente o sin un paralelismo lógico entre su trabajo y su esfuerzo.

El partido del domingo en San Mamés tenía 2 puntos de vista antagónicos y muy claros. El Athletic quería ganar. El Real Zaragoza no quería perder. Uno tiene la desazonadora idea de que en el 99% de los casos el planteamiento de José Aurelio Gay estaba condenado a fracasar con seguridad y de hecho así suelen ser las cosas, pero esta vez, la suerte estaba de nuestro lado.

Los vascos gozaron de oportunidades enormes, algunas solventadas por mérito de los zaragocistas, cómo el enorme paradón que hizo Roberto Jiménez al tiro de Del Amo cuándo apenas llevábamos media hora de encuentro, otras veces, la gran mayoría, por demérito de los bilbaínos que no supieron rematar sus jugadas, cómo el enorme fallo de Llorente que con todo a favor y bajo palos, remata por encima del larguero al poco de iniciar el segundo tiempo o el doble fallo de Llorente y Muniain que se produce minutos después y en el que solos en el segundo palo no aciertan a conectar el remate.

En mi modesta opinión el planteamiento de Gay es un suicidio e incluso a posteriori y una vez que la cosa ha salido todo lo bien que podía salir, porque tirando 1 vez entre los 3 palos no creo que nadie piense que salimos a intentar ganar el partido, sigo pensando que no fue un acierto y que resulta algo patético jactarse del éxito del mismo.

Pero también es cierto que el punto es bueno y muy importante. Un punto, un simple empate, es el que puede marcar la diferencia entre el descenso o la permanencia y, a día de hoy, no queda sino pelear cada uno de ellos cómo si en la lucha nos fuera la vida. Pretender, además de batallar cada punto, jugar bien es una ilusión absurda y probablemente una temeridad.

El desafortunado símil de la manta de insuficiente longitud para cubrir pies y cabeza es una muestra más de la precariedad de medios con la que contamos y de la guerra sucia en la que estamos inmersos. Es lo que hay. A día de hoy tenemos una defensa decente y un buen portero. Y para de contar, no hay más cera que la que arde. Un punto es un botín y el antifútbol y el “cerocerismo” nuestras armas. El propio Gay lo reconoció sin ambages.

Las cosas están difíciles. Ya lo estaban antes de empezar nuestro partido, porque una vez más habían puntuado todos nuestros rivales (a saber Málaga, Tenerife, Valladolid y Jerez) y las distancias con el pozo se habían acortado mucho. Después de las tablas en la Catedral, no quedamos mucho mejor, sólo a 2 puntos del descenso.

Sin embargo no podemos ser absolutamente negativos. Aún en el probable caso de que el Madrid nos gane, sólo entraríamos en descenso si se da la combinación de que el Tenerife ganara en el Calderón y el Málaga en el Ono estadi. Y deben hacerlo los 2.

De acuerdo que es un mediocre consuelo el pensar en estar fuera del pozo sólo un día más, pero en este momento nos toca vivir partido a partido, jornada a jornada y desear a nuestros rivales que les dé la espalda toda la enorme suerte que el domingo nos sonrió. Va a tocar sufrir y mucho y me temo que hasta el final, así que los que estén delicados del corazón, deberían andarse con cuidado.

Por Gualterio Malatesta

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