El cubo de Gay | La Lupa

Real Zaragoza 1 – 3 Sporting

En 1974, el escultor y arquitecto de origen húngaro, Erno Rubik, concibió un artilugio mecánico que pocos años más tarde se haría popular como pasatiempo en todo el mundo, y que sería conocido como “el cubo de Rubik”, debido a su forma de prisma con base cuadrada y de altura igual al lado de la base. Vamos, un hexaedro de toda la vida. La gracia del chisme en cuestión reside en la posibilidad de descomponer las caras en placas cuadradas más pequeñas, cada una de un color, y recombinar estas mediante giros alrededor de los tres ejes ortogonales que definen nuestro espacio tridimensional. Lo que en principio parecía un inocente y sencillo juego infantil –mover las caras, hasta que cada cara fuese toda de nuevo de un mismo color- se transformaba en las manos de cualquier adulto ocioso, en un endemoniado camino sin retorno que acababa con el ingenuo jugador condenando, con gran frustración, al desordenado cubo a ser desterrado en el olvido de cualquier cajón.

Quizás todos tengamos, de alguna manera, nuestro propio cubo de Rubik personal, donde las caras son nuestras circunstancias: las cosas que somos o hacemos en la vida, y en general aquellas que nos incumben, y que nos gustaría que formasen un orden armonioso. El entrenador del Real Zaragoza, José Aurelio Gay se encuentra ahora con su propio rompecabezas nada desdeñable, un pedazo de cubo enigmático, cuyos resultados tras cada manoseo, son difíciles de predecir.

El encuentro contra el Sporting, un clásico con sabor añejo a viejas tardes, parecía el momento propicio para reafirmar las buenas sensaciones percibidas en las últimas semanas, el momento adecuado para el despegue, para la consolidación del equipo. Y como suele ocurrir en estos casos, el tiro salió por donde amargan los pepinos, dígase también por el culo o culata. El Real Zaragoza empezó ramplón, con un cierto aire cansino, incluso poseedor de cierta complacencia o confianza, sin el dinamismo suficiente para afrontar un choque así. El rival se dio cuenta enseguida y se fue subiendo a las barbas. Por momentos parecía que los jugadores del Sporting estaban en todas partes en todo momento. A veces incluso haciendo dos contra uno impunemente, sin el temor a posibles combinaciones o escapadas.

Cuando algo así sucede, o bien es que te enfrentas a un equipo de atletas disciplinados, incansables y tácticamente muy astutos, o es que simplemente, tu equipo va despacio. El problema es la velocidad, pero no la velocidad individual de los jugadores, a los que tampoco cabría reprochar una falta de actitud, sino una velocidad de equipo. El problema es que no existe fluidez, porque los jugadores no están bien integrados, y ahí es donde tiene mucho que decir el entrenador. El centro del campo fue un naufragio. Edmilson parecía no reconocer a sus propios compañeros, pues no sabía a quien pasar. Gabi tampoco estuvo afortunado. Suazo se partía el pecho intentando recibir balones y Colunga y él no encontraron nunca ese momento de conexión. Las bandas parecían también deshilvanadas del tejido central del equipo. Al final, cuando las prisas, todos parecían hacer la guerra por su cuenta. Y así no se va a ninguna parte. Hay que trabajar muchas cosas, pero es esencial que los jugadores se conozcan, sepan anticipar los movimientos naturales de sus compañeros, y por supuesto, se trabajen nuevas estrategias en común. Es fundamental saber hacer los desmarques, que son cosa de dos: el que se escapa y el que ha de pasarle el balón

Fue un partido en el que ganó el que dio primero. También podría haber vencido el Zaragoza igual que podría haber ganado el Tenerife hace tres semanas. Lo más curioso es que cuando llegaron los nuevos jugadores, se observó mejoría, y ahora, cuando lo lógico es que se hubieran asentado, es cuando baja el nivel. En cualquier caso, en esta pretemporada a mitad de temporada, Gay sigue haciendo pruebas con su cubo, girando caras, cambiando posiciones, y a ver qué pasa. Hay que recordar que al final, se demostró que el cubo de Rubik, por muy caótico que fuese, no era irresoluble., y que había gente que conseguía recomponerlo, incluso con celeridad. Y ahí es donde aparece de nuevo la duda: El problema de nuestro cubo,…¿es problema del cubo? ¿o es problema del que lo maneja?.

Por Ron Peter

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