¿Será cierto lo que ven mis ojos? | La Lupa

Granada 1 – 2 Real Zaragoza

Un Chamán es un extraño individuo imbuido de un halo mágico que es capaz de percibir la realidad de forma distinta a la del común de los mortales, de ver cosas que están ocultas a nuestra percepción sensorial, de ponerse en contacto con ancestrales espíritus mediante cuya intermediación consigue “milagros” como sanar a los enfermos o adivinar el futuro. Cierto es que la conferencia a la dimensión desconocida suele entablarla poniéndose hasta las cejas de distintos alucinógenos que, me temo, podrían tener algo que ver con esas extraordinarias experiencias.

Muchos aficionados zaragocistas tuvimos ayer una experiencia chamánica digna de un inmoderado festival de consumo de peyote. No se me ocurren muchos adjetivos que puedan calificarlo mejor: el primer tiempo de los blanquillos fue simplemente alucinante, no tanto por su excelencia como por ser completamente inusual. El Real Zaragoza jugó como hacía meses, por no decir años, que no veíamos, con 7 tiros a puerta por ninguno del rival y con una superioridad que, por minutos, llegó a ser insultante.

Hay que marcar las distancias, obviamente. Claro que hay equipos que juegan mejor, claro que hemos visto mejor fútbol… pero es que el que lo practicó el domingo en Los Cármenes era el Real Zaragoza. Y eso, en los tiempos que nos toca vivir, no es lo habitual. Disfrutemos por tanto de este momento, ojala no haya sido solo un espejismo.

El conjunto aragonés se apoderó del partido desde el inicio, presionando, mandando, con un dominio de balón abrumador, siempre en campo del rival y sin permitir a éste oportunidad de gol alguna. Movilla, Apoño, Zuculini, Montañés y Víctor se enseñorearon del Centro del campo y la defensa con la incorporación de Loovens ganaba en altura y en seguridad en el juego a balón parado (nuestra eterna cruz).

El partido pronto se puso de cara gracias al buen cabezazo de Postiga al envío medido de Víctor. Pero lo mejor no era ir ganando, sino la sensación de que era imposible que el rival marcara, de que el segundo gol iba a llegar seguro, de que solo había un equipo en el campo y para variar, era el Real Zaragoza. Y la evidencia se tornó realidad gracias a un magnífico pase raso de Abraham que Víctor culminó certeramente.

Al descanso muchos nos frotábamos los ojos, debatiéndonos entre la alegría y la incredulidad. ¿De verdad ese era nuestro Real Zaragoza?

El segundo tiempo no fue, desgraciadamente, tan bueno, pero era lógico. Con el 0 a 2 en el marcador, lo normal era ser coherentes, no volcarse arriba e intentar contemporizar. Tendría que ser el rival el que lo intentara y en ese desespero debía ser el conjunto maño el que diera el zarpazo al contraataque. De hecho, a punto estuvimos de hacerlo en un par de ocasiones, pero desgraciadamente la actitud algo egoísta de Postiga dio al traste con la posibilidad de sentenciar y abrió la puerta a los nervios y la incertidumbre.

Estábamos de bajón. Habíamos disfrutado de un magnífico primer tiempo y poco a poco la realidad, cimentada en las dolorosas experiencias de nuestra historia reciente, se abría paso a bocados. Afortunadamente el Granada no tuvo fortuna para transformar las escasas oportunidades que se le cedieron y a pesar de lograr acortar distancias, como no, a balón parado, el resultado final fue el merecido por lo demostrado en el campo por ambos conjuntos.

La esperanza se abre paso. Ayer el Real Zaragoza fue un buen equipo. El poblado centro del campo funcionó y permitió el estallido de creatividad de Víctor y que Postiga no fuera una isla perdida en la vanguardia. La entrada de Loovens da más seguridad en los balones colgados y los laterales supieron incorporarse arriba y ayudar. Probablemente no hemos inventado la pólvora, pero quizá sí que hemos descubierto una alineación tipo que nos da empaque y nos permite manejar la pelota y no quedar a merced del ritmo que decida marcar el rival.

Ojala este sea por fin el comienzo de la tan ansiada temporada tranquila (¡con qué poco nos conformamos!). Ojala los engranajes que se fabricaron ayer sean duraderos. Ojala éste sea el comienzo de la evolución, del regreso a aquellos buenos tiempos pasados en los que el Real Zaragoza era un club respetado. Ojala. Pero que nadie encienda aún la mecha de los cohetes. Hemos hecho un buen partido, incluso se podría decir que un magnífico primer tiempo. Ahora hay que consolidarlo y demostrar si de verdad las manidas “buenas sensaciones” ahogadas por los malos resultados tenían razón de ser o son otra indigestión de alucinógenos.

Por Gualterio Malatesta

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