Sobre una humillación | La Lupa

Real Zaragoza 0 – 2 Barcelona B

Atravesar una situación humillante siempre es difícil. Cuando además el oprobio viene generado por no haber hecho bien los deberes propios, y no hay ningún elemento externo aleatorio o ilícito a quien echarle la culpa (lesiones en masa, arbitrajes viciados, abducción extraterrestre, etc…), nos encontramos ante un retorno de culpa que nos induce un segundo calvario, continuación o apostilla del ya asumido primer calvario de la derrota.

Lo que podía haber sido un partido bonito, con buen juego y con resultado fructuoso que proyectase al equipo junto con los tres primeros de la categoría (que sí vencieron), se convirtió en una exhibición de impotencia, en una sorprendente película donde al principio “todo parecía un accidente” y al final, los protagonistas no encontraban ni sus propios pies.

Fue un inesperado viaje en el tiempo, no ya a hace unos meses, cuando el Real Zaragoza era una colección desorientada de jugadores que no sabían por donde tirar, sino al año pasado, y al otro, cuando cualquier equipo de tres al cuarto venía a La Romareda y nos mojaba la oreja con muy poca cosa. La autoridad en campo propio, que se estaba tratando de recuperar, se aleja una vez más.

El visitante, filial del Barcelona, nos dio un baño de principio a fin, de cabo a rabo, del hocico a la lomera no dejó ni una brizna de orgullo al que agarrarse. Tan solo Leo Franco, el guardameta, estuvo a la altura, evitando una goleada escandalosa que hubiera entrado en la Historia, y seguramente hubiera paseado nuestra ignominia por los medios nacionales e internacionales.

Los jugadores del Barcelona B dieron muestra de una gran calidad y de un estilo reconocible de querencia del balón. Además de eso, a nivel individual, su velocidad y su rápida circulación de balón arrasaron a nuestros centrocampistas, además de infligir un martirio a las defensas. Sin embargo, este equipo está por debajo en la tabla. ¿Por qué? Pues seguramente por carencias que no supimos ver ni explotar. Y aquí hay que apuntar al entrenador, que tiene que conocer previamente al rival. No se puede poner a Barquero y a Luis García a apuntalar un centro del campo, (con Paglialunga) contra unos chavales de 20 años que corren como motos. Es un suicidio. Estos jugadores te pueden servir en un momento dado, contra equipos más lentos para marcar diferencias técnicas y hacer circular el balón, pero lo del otro día fue patético. Hubo jugadas concretas de auténtico sonrojo.

Pero lo peor fue al final, cuando con el paso de los minutos se veía de forma inexorable que no había forma de levantar el resultado. El rival sacaba el balón desde la mismísima portería y lo mareaba sin recato, con la seguridad de saber sacarlo con solvencia en caso de presión. Quizás Montañés o Victor, en alguna de las que tuvieron, hubieran podido sumar algo, pero no nos engañemos, hubiera sido una fortuna no merecida.

De alguna manera, el Real Zaragoza está completando su integración en la Segunda Sivisión. Ayer demostró lo que puede hacer contra jugadores rápidos y técnicos como los que hay en Primera División. El mensaje transmitido ayer por los jugadores (si es que no hay otro más siniestro que expresase una voluntad de inacción por estar enfrentados a entrenador o directiva), es el de: “somos lo que somos. No podemos más. Somos un poquito mejores que algunos equipos de segunda, que son todos muy malos, y por el camino, alguna ostia nos van dando”. Lo dicho: un día de humillación. Para olvidar.

Por Ron Peter

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