Cuesta encontrar el modo de describir la sensación de desolación que se extendió en el zaragocismo tras el pitido final ante el Córdoba. Cualquier palabra parece hueca, carente de la fuerza suficiente para poder definir el desengaño de verse en riesgo de descenso justo una de las temporadas en las que la ilusión por recuperar la categoría era la más grande de este periplo en segunda.
Palabras es lo que recibe cada semana el aficionado. Cada rueda de prensa se llena de vocablos, promesas de cambio, mensajes de esperanza que no se plasman en el césped cuando el balón empieza a rodar.
En palabras del entrenador, existe una gran deuda con la afición y está seguro de que se pagará. Sin embargo, el desempeño de su equipo es cada vez peor pese a los continuos cambios tácticos y de nombres en busca de una reacción. Siendo lo anterior negativo, casi es peor observar cómo su mensaje no llega, cómo es incapaz de reactivar competitivamente a un equipo sin confianza ni fe en sus posibilidades.
Dicha falta de fe, de empuje, deja sin significado las frases que día tras día repiten los jugadores, al acabar los partidos o durante la semana. Se dice al aficionado que el equipo trabaja bien, se transmite que la plantilla es consciente de la situación, que el grupo es fuerte y hay convicción en revertir la situación. Todo ese discurso deviene vacío el fin de semana. Sobre el césped se tiene a una plantilla bloqueada, superada por la situación y con poca convicción en sus propias ideas.
El zaragocismo lleva mucho tiempo alimentándose de discursos, promesas y proclamas. La afición necesita algo tangible a lo que aferrarse. Necesita ver que los balones divididos caen alguna vez del lado blanquillo, que el equipo está ordenado y concentrado desde el primer minuto.
Quizá sólo existan, ahora mismo, dos palabras en el entorno zaragocista plenas de contenido y que infunden un tremendo temor: descenso y desaparición. Da la sensación de que asumir el significado de ambas está bloqueando al club a todos sus niveles, y cada día que pasa sin conseguir reaccionar es un paso más a la materialización de los temores.
Por lo anterior, urge tomar decisiones, por complejas que puedan resultar. Cambiar de vocabulario para definir al equipo. El equipo debe acostumbrarse a emplear “imbatida” para su defensa, y “gol” tiene que ser cantado con frecuencia por sus aficionados. Para ello, será necesario que las incorporaciones del mercado de invierno permitan usar “refuerzo” para referirse a ellas.
Y quizá lo más importante: que “ilusión” sea la palabra que defina la primavera de 2019.
Por Kicooper.
2 Comentarios