El Real Zaragoza culminó una semana infame este pasado domingo. No solo se desperdiciaron dos tropiezos de la Sociedad Deportiva Huesca sino que se hizo de la peor manera: goleado por dos veces en la Romareda, donde se ha batido el récord de derrotas consecutivas.
La sensación es de auténtico derribo, sin nada a lo que aferrarse. Pese a que en el inicio del partido ante el Tenerife se quiso atisbar una leve mejoría, el balance global de la semana es terrorífico, siendo vapuleado sin contemplaciones por dos veces jugando como local. Ahora mismo el Real Zaragoza es un equipo roto que sería candidato al descenso de quedar más jornadas.
Víctor Fernández parece desbordado e incapaz de encontrar una solución. Cada alineación resulta fallida, no se hace uso de los cambios y algunos jugadores parecen desgastados al máximo. No parece que un cambio en el banquillo fuera a servir de nada, y su figura merece todo el respeto del mundo, pero ahora mismo tampoco parece que vaya a ser capaz de encontrar la solución. Su empecinamiento con Burgui es la gran muestra de la ofuscación que padece el preparador zaragozano.
La figura de Atienza encarna todo lo que va mal en el Real Zaragoza. Antes del parón formó con El Yamiq una línea muy segura y contundente. Desde la vuelta de la competición encadena error grosero tras error grosero, en algunos casos incomprensibles. La falta de alternativa hace que se mantenga en el once, pero ha llegado un punto que sería necesario buscar una alternativa para tratar de al menos acabar con algo de dignidad la temporada.
El centro del campo ni crea ni destruye. Es un ente liviano que ni domina la posesión ni maniata al rival cuando no la tiene. Tanto Rayo como Oviedo jugaron a placer, sin verse incomodados, llegando a voluntad hasta la portería de un nervioso e irreconocible Cristian Álvarez.
La delantera está desquiciada. Luis Suárez da muestras de estar fuera de sí en cada partido, a pesar de su esfuerzo. Puado no se parece en nada al de antes del parón. Sólo Linares mantiene el tipo en los minutos que sale.
Desde la suplencia no se atisban soluciones. Kagawa pareció volver bien del parón pero se ha diluido, volviendo a la intrascendencia. Aún así, en ciertos partidos ha jugado menos de lo que debería por decisiones técnicas de difícil comprensión. Lo mismo sucede con Álex Blanco o Torres.
El panorama es absolutamente desolador. Por duro que resulte decirlo, el Real Zaragoza ya no tiene opciones de ascenso directo pero tampoco vía play-off. En caso de llegarlo a jugar (lo que está por ver, porque matemáticamente no está asegurado y el equipo parece incapaz de volver a puntuar) lo normal sería volver a ser vapuleado y acabar la aventura en primera ronda. Cualquier posible rival es a día de hoy infinitamente superior al cuadro blanquillo.
El zaragocismo padece una pesadilla interminable. Cada año resulta más cruel que el anterior y la sensación que queda es que se trata de una larga agonía hasta la desaparición. De no mediar la aparición de alguien que quiera efectuar una inversión realmente potente, que enjugue deuda y permita un límite salarial digno, este equipo irá penando en segunda hasta que se produzca el inevitable descenso que lleve al fin de la sociedad.
El Real Zaragoza está abandonado a su suerte, sostenido hasta ahora por una afición abnegada que año tras año sólo recibe decepciones y golpes. En estos momentos la desesperanza es absoluta y el dolor abrumador por las grandes ilusiones que se habían despertado hasta el parón.
No queda otra que planificar el año que viene, que será una temporada con el único objetivo de lograr 50 puntos y evitar el descenso. Una situación desmotivadora para una afición que ya ha aguantado demasiado sin recibir nada.
Por Kicooper.