¡Aquellos viajes de 1932! (I)

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Seguimos con la serie del 75º Aniversario, ahora que se ha inaugurado la Exposición del Real Zaragoza.

En el invierno de 1932, íbamos a jugar a Asturias, concretamente a Gijón, y en el mes de febrero. El viaje, en autobús, se hizo por Logroño, Burgos, Palencia, con la intención de ir a dormir al mismo Gijón, Ese fue el proyecto inicial, pero cuando empezaron a subir el puerto de Pajares, se desencadeno una tormenta de nieve sobrecogedora.

El bueno de Paco Pò, chofer del Zaragoza, opino que no se debía intentar pasar el puerto con aquel temporal, porque eran mas de las seis de la tarde, noche cerrada ya, y cierto temor a quedarse atrapados en la carretera, y se decidió dejar para el día siguiente el paso por Pajares.

Las carreteras, por aquellas calendas, no estaban como ahora, los albergues de carretera no existían, las estaciones (solamente surtidores «a mano») de gasolina escaseaban, y como no se pudo dar la vuelta para regresar al último pueblo, Villamanin, viendo una gran casa de labor allí mismito, se pensó y decidió el pernoctar allí.

Tomaron la precaución de vaciar el agua del radiador por si se congelaba por la noche y pidieron ayuda aquella buena gente. Para dormir no había demasiado problema, porque podían hacerlo con bastante comodidad dentro del coche, llevaban en el suelo una buena capa de paja que daba abrigo a los pies, y se iba provistos de ropa de abrigo y mantas, y sobre todo «la pubertad» de todos daba la suficiente calefacción al dormitorio……pero tenían hambre y había que cenar. Y aquella buena casera preparo una «fabes» gloriosas, asó unas estupendas chuletas y se excuso diciendo que solo tenia tres huevos, que los haría como quisiesen, y resulto simpatiquísimo que Diodoro Anduiza contesto:
–El mio frito, por favor.
Por poco lo matan los dieciséis hambrientos compañeros de penas y fatigas.

Y la hora de pagar fue lo mejor. Aquella buena gente pidió ¡doscientas pesetas! El delegado Dr. Paricio les dio quinientas y no se lo creían.

A la mañana siguiente ya no nevaba. En una fogata, calentaron nieve para el radiador y se continúo el viaje. Se paso el puerto sin mayores apuros, y cual fue la sorpresa, que al llegar a Oviedo, se encontraron con Emilio Ara, que habiendo acudido con su coche a Gijón, para ver el partido, y extrañado de no encontrarlos en el hotel al hacerse de día, volvía en busca de la expedición por si había ocurrido algo.

Emilio Ara, el mejor directivo de toda la historia, terrateniente oscense, que todos los años regalaba al club un vagón de trigo, merece un capitulo aparte, si tengo tiempo un día os lo contaré.

Por Goal.

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