Érase una vez…

1 de marzo de 1981. Yo estaba a punto de cumplir seis años, y como regalo, mi padre me llevó a la Romareda por primera vez en mi vida. Mi hermano mayor nos acompañaba. No recuerdo con claridad si yo ya era zaragocista o simplemente un chaval más que jugaba al fútbol en el recreo con sus compañeros de clase y en una pequeña plazoleta que había a la puerta de la antigua casa de mis padres en Luis Sallenave.

Sí que recuerdo cómo me sentí al entrar: aquello era enorme, como un templo al que acudían miles de fieles, todos siguiendo una misma pasión. Los asientos estaban situados en una tranquila zona de Tribuna de Gol Norte, apenas teníamos gente alrededor, y estábamos situados casi arriba del todo. El rival, cosas de la vida, era la Real Sociedad, aquel mítico equipo de Arconada, López Ufarte, Satrústegui y compañía. El partido acabó en victoria visitante por 0-1, pero no importó: el germen del zaragocismo ya estaba firmemente implantado, y los recuerdos más vívidos que conservo de aquella tarde son la visión de Arconada, en la portería de Gol Norte durante la segunda parte, golpeando el poste con los tacos para desprender los restos de césped adheridos a sus botas; y a un aficionado sentado detrás nuestro con una bandera asida a un palo de madera, que al levantarse lamentando una ocasión perdida levantó tanto los brazos que abrió un boquete en la cubierta de la tribuna.

Pero por encima de todo, me hipnotizó el verde del césped la primera vez que lo vi, nada más acceder a las gradas. Desde ese día, regresé muchas veces al fútbol en mi infancia, acudiendo a la puerta 14 con mi hermano mayor y sus amigos, y cuando nuestro hermano pequeño creció, también se vino con nosotros. Y lo que más me emocionaba era siempre la visión del verde césped antes de salir al sol de la zona infantil de la puerta 14, promesa del partidazo que podría disfrutar en unos momentos. Más tarde, con un amigo del colegio, y dejando a mis hermanos con sus respectivos amigos, seguía acudiendo periódicamente a la Romareda, a vivir ese ambiente que tan espectacular se tornaba en los momentos buenos y en los momentos malos. El domingo se convertía automáticamente en el mejor día de la semana, incluso cuando el Real Zaragoza jugaba fuera. Con la mayoría de edad llegó el momento de estrenar una nueva condición, la de abonado, pero esta etapa duró mucho menos de lo que yo me esperaba.

Hace más de una década tuve que dejar de renovar mi abono, y desde ese momento, mis habituales visitas a la Romareda se tornaron oasis en el desierto, no solo por lo balsámicas que me resultaban (independientemente del resultado), sino por lo escasas que eran. Por aquel entonces mis fines de semana transcurrían casi por completo fuera de Zaragoza, y debía aguantarme con el auricular de un transistor metido en la oreja para estar cerca de mi Real Zaragoza. Al final se redujeron a una visita al año, a veces incluso siendo esta única vez que me sentaba en mi Romareda un amistoso o un trofeo Ciudad de Zaragoza.

Hace más de cuatro años me trasladé definitivamente a Huesca, y se me hacía difícil incluso cumplir mi intento de acudir una vez al año a ver al Zaragoza. A los pocos meses de mi traslado me casé, y no siendo ella aficionada al fútbol, las cosas no pintaban muy bien. Sin embargo, haciendo un pequeño esfuerzo por su parte, acudimos a ver, hace dos temporadas, el encuentro disputado frente al Numancia, siendo su primera vez en la Romareda. Lo pasó muy bien, el equipo ganó 4-1, y notó que la sensación de verlo en directo era completamente distinta a la de ver un partido televisado. Creo que empezó a comprender un poco lo que significa ser un apasionado seguidor de este deporte, o al menos eso espero, porque a estas alturas todavía no consigo explicárselo con palabras.

4 de marzo de 2007. Ayer volvimos a acudir a la Romareda, por primera vez tras el partido del Numancia. 26 años y tres días más tarde, de nuevo jugábamos frente a la Real Sociedad. No tiene nada que ver con la otra, la de Arconada, campeona de liga en dos ocasiones. Ésta salió ayer del campo como colista. Pero el rival era lo de menos. Yo celebraba ese particular cumpleaños, y a medida que nos acercábamos a las puertas de acceso, sorteando las vallas de las obras del parking, con una flamante camiseta nueva recién comprada, para hacer compañía a la primera Avispa que sacó Adidas que tengo guardada en un armario, solo podía pensar en cómo me sentiría cuando viera, tras bajar los escalones que nos llevaran a la Tribuna de Preferencia, ese verde césped que siempre alimenta mis ilusiones y mis esperanzas antes de empezar un partido. Y sí, fue tan especial como imaginaba. Con la carne de gallina, a tres filas del banquillo de Víctor, y mi mujer haciendo de reportera gráfica, yo disfrutaba tanto o más que ese chiquillo de casi seis años, y estaba pendiente de todo, como si fuera la primera vez. No quería que se me escapara ningún detalle, pues no sé cuándo volveré a la Romareda. Desde aquí reitero mis disculpas al caballero que se sentó a mi izquierda, por el codazo involuntario que le propiné en la cabeza celebrando el gol de Ewerthon.

Soy miembro de este foro desde el pasado mes de julio, y cuando me di de alta ni se me pasaba por la imaginación hacerme abonado, pues paso casi todos los domingos en familia, y la fuerza de la costumbre hace difícil renunciar a ello. Con mi transistor y un auricular para no molestar me conformo. O me conformaba, porque aquí he conocido casos de foreros en la diáspora que mantienen su condición de abonado, y me ha hecho que me plantee seriamente la posibilidad de abonarme de nuevo. Aún no sé cuando, no sé si llegará el año que viene, o se hará esperar más, pero las sensaciones que yo viví ayer no puedo saborearlas una vez cada dos años y quedarme tan tranquilo. Necesito una ración mucho mayor que ésa. Yo, que nací de padre zaragocista, con un hermano mayor zaragocista, un hermano pequeño zaragocista, y una hermana pequeña zaragocista que en su primera época de abonada venía conmigo al fútbol hace más de una década, no puedo olvidar que nací ahí mismo, al otro lado del paseo de Isabel la Católica, con la Romareda a muy poquitos pasos de la Maternidad. Nací zaragocista, y no quiero pensar que ayer, 26 años después y de nuevo frente a la Real Sociedad, finalizó un ciclo. Quiero pensar que se abre un ciclo aún mayor, el del fútbol que me queda por ver en Zaragoza, y la alegría de tener una casa donde compartirlo con todos vosotros, como es este magnífico foro.

Gracias a todos. Un saludo.

Por Zico.

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