Expediente cumplido | La Lupa

Real Zaragoza 3 – 2 Real Sociedad

La Real Sociedad es un equipo de Primera División. Siempre lo ha sido, al menos desde donde alcanza a recordar la memoria de muchos de nosotros, ya que hace más de cuarenta años que no desciende a segunda. Cuando el Zaragoza pasó hace casi un lustro por tal funesta tesitura, éramos el quinto equipo que más años llevaba en Primera, tras los tres que nunca han descendido y la Real Sociedad de San Sebastián. Quede esto dicho para ilustrar hasta que punto el rival del día era un clásico de la categoría, un histórico que atraviesa un mal año de veras, un año de los de rondar de cerca por lo más temido, sumando fracaso tras fracaso, paseando por España mucho nombre y pocos puntos. El rival idóneo para sumar una nueva victoria, así al menos, decía el guión.

Pero en este partido, pronto las cosas se alejaron de lo esperado. El Real Zaragoza salió de nuevo como ensimismado, sin la tensión necesaria para ejecutar. Cierto es que se llegó a puerta en los primeros minutos, pero más parecía ejercicio de fina esgrima que suerte de estoque. El rival, que también repartió lo suyo, fintaba sin complejos y en una de estas, a punto estuvo de hacer primera sangre, salvando el honor por la mano de César. Poco más le costó al desesperado equipo vasco meter la estocada del primer gol. El lindo caballero, favorito del público, quedó en evidencia con su jubón rasgado por la daga del necesitado. Así son las cosas a veces. Nunca la mete, y hoy la metió. A partir de ese momento, el encuentro se trabó todavía más y todo fue un quiero y no puedo hasta el descanso.

Cuando te enfrentas contra el último de la tabla, tienes un arma adicional con la que jugar: la desesperación del rival. Debes tener en cuenta que juegas contra un equipo acostumbrado a perder, y por tanto frágil. Probablemente si encaja un gol, se hundirá, puesto que ha visto ya muchas veces esta temporada como un gol en contra era el principio del fin. Si no aprovechas eso, y encima te dejas marcar uno, les das además una moral y una energía con la que ni siquiera contaban. Afortunadamente para nosotros, no supieron dosificar esa energía.

Fue el Real Zaragoza el que encajó primero y, al igual que los equipos grandes, supo salir del mal trago, todo gracias a la actitud ofensiva mostrada en el segundo tiempo. Una actitud encomiable, digna de toda alabanza, pero que no debería reservarse sólo para medios partidos. No basta con ser bueno, hay que ejercer de tal, hay que llegar a tiempo a ese balón, meter el pie esos centímetros más, meter esa marcha más en la velocidad. El Zaragoza ha demostrado que puede hacerlo, pero debe hacerlo más veces. El empate fue de puro huevo, a resultas de un empuje continuo y electrizante, y abrió un breve tiempo de bendita locura, en la que cayeron los otros dos goles. Diego Milito creó y transformó un penalti en el segundo gol, y en el tercero, en un gesto de magnanimidad y de compañerismo que le honra, dio el pase definitivo a un Ewerthon hambriento de gol, cuya resurrección, que sólo puede resultar beneficiosa para el club, tanto deseábamos los fieles. El templo de La Romareda rugió al unísono ante ese tercer gol que alejaba los temores de un domingo oscuro.

El partido de hoy era una trampa para ratones, queso incluido. No había medias tintas. Si no te comías el queso y te atrapaba el cepo, estabas perdido. Ahora estaríamos hablando de mediocridad y de impotencia. Pero el ratón salvó la piel y se llevó el queso de los tres puntos, que permiten hacer granero y seguir mirando hacia arriba. Puede que algunos piensen que no tenemos equipo para alcanzar la champions, pero lo cierto es que han pasado 25 jornadas, dos tercios de la liga, y estamos a dos puntos. En esas circunstancias es de obligado deber el proponérselo. Queda mucho tiempo y cualquier cosa es posible.

Por Ron Peter

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