Real Zaragoza 2 – 4 Real Oviedo| Crónica

Real Zaragoza 2 – 4 Real Oviedo| Crónica

¿Sienten vergüenza?

El Real Zaragoza recorrió estos días todas las armerías de Aragón en busca del arma con la que pegarse el tiro de gracia en ambos pies. Y la encontró. Da igual dónde. Lo importante es que el disparo fue certero y acabó con las extremidades destrozadas. No sabemos si las compró con dinero en efectivo o utilizó la tarjeta equivocada, pero las detonaciones rompieron los tímpanos del zaragocismo, atónito y horrorizado tras el desastre que sus chicos le regalaron.

El partido que ayer disputó ante un famélico Oviedo pasará a los anales de la Historia negra del equipo aragonés. Muy pocas veces hemos vivido un bochorno tan estruendoso y mucho menos en casa. La derrota rasgó la noche con la fiereza de la vergüenza que no fueron capaces de mostrar ni jugadores ni técnicos. Tan solo nos queda la certeza y la convicción de que estos desastres, todas la derrotas sufridas en casa, no habrían sido tales si la afición hubiese ocupado sus puestos en la batalla. Seguro. Porque las gargantas de los zaragocistas habrías sacudido la dignidad de unos jugadores que ayer mancharon la camiseta y el escudo que sostiene el amor de cientos de miles de hinchas blanquillos. En fin, una debacle de consecuencias de difícil interpretación.

El Zaragoza sufrió su quinta derrota en casa consecutiva. ¿Hay quién dé más argumentos para el ridículo ante toda una nación? Y el guión de la película lo empezaron a escribir en el minuto uno. Ante un equipo, eso sí, completamente desquiciado que solo había conseguido cinco victorias y que vino a la Basílica, vacía de almas y aliento, a tratar de conseguir un botín, por pequeño que fuera. Ni en el mejor de sus sueños pudo imaginarse el Cuco Ziganda que sus muchachos iban a pegarle semejante baño al Zaragoza, pero en tan solo unos minutos ya se vio que aquello iba a ser coser y golear.

Cómo sería la cosa que en el minuto 15 ya llegó el primer gol. Balón a la espalda de Nieto y Clemente, centro al área pequeña, lamentable “no gesto” defensivo de Atienza y remate de cemento armado de Obeng. Golito de play station para romperle la mandíbula a un equipo deshecho por los nervios, la pasividad, la flojera física y la torpeza técnica. No se podía hacer peor.

El partido era una cloaca en la que chapoteaba el equipo de Víctor. El Oviedo, mientras tanto, jugaba con los zaragocistas como un cachorro con un ovillo de lana. Y se acercaba al área de Cristian con tal peligro que el argentino tuvo que multiplicarse para evitar el segundo gol y el tercero y el cuarto. En tan solo una ocasión vivió el Zaragoza una aproximación al área de Lunin. La protagonizó Suárez, pero su pase no lo leyó bien nadie. Nadie. Después, vendría el 0-2. Quedaban un par minutos para el descanso y llegó la tontería de cada partido. Una falta lateral de Vigaray que prometía emociones fuertes. Y lo fueron. El balón llegó volando a los lares de Sangalli, quien enganchó una volea cruzada que sorteó a todos los defensas que, estáticos como las Cariátides, lo vieron pasar y contemplaron cómo se alojaba en la red de Cristian. Bofetón inmisericorde. Y merecido.

Tras el descanso, Víctor puso en el campo a Burgui y Kagawa por Pereira (sí, ese jugador que llegó a Zaragoza para conocer el valle del Ebro y poco más) y Guti. No dio tiempo a comprobar si había sido una buena idea. A los pocos segundos Clemente provocó su penalty casi habitual. Era un horror. Afortunadamente su disparo se estrelló en el larguero. Pero lo que más llamó la atención fue escuchar los desaforados gritos de Cristian, fuera de sí y empeñado en despertar a sus compañeros, aletargados. Agilipollados, se puede decir.

El equipo pareció reaccionar. Fue un gesto leve pero aún le sirvió para provocar un penalty que el árbitro, obvio, obvió. Kagawa fue derribado pero de nada sirvieron las protestas. Fueron unos minutos de cierta enjundia. Flojos de ancas y brazos, pero al menos se veía una mínima intención. Otra acción interesante la provocó Suárez, pero su remate lo recogió Lunin. Y como el partido no se equilibraba, el Oviedo aprovechó para seguir a lo suyo. Para ello ahora utilizó a Ortuño, uno de esos ex zaragocistas que disfrutan haciendo sangre en la yugular zaragocista. Lo intentó en el minuto 61 pero Cristian lo solucionó.

En estas situaciones todo puede ir peor y ayer no fue una excepción. Cristian notó molestias musculares y salió del campo a falta de veinte minutos. Ratón se estrenó como portero goleado a los pocos minutos. Un contragolpe a velocidad de tartana lo culminó Bárcenas con un chut cruzado que los jugadores zaragocistas acompañaron con sus contemplativas miradas. ¡Qué dolor! ¡Qué ausencia de dignidad! Nada haría pensar a un espectador que viera anoche jugar al Zaragoza por primera vez que este equipo rozó el liderato en marzo y era el único equipo invicto en Europa hasta ese momento del año 2020.

El momento final de una noche infernal para el olvido llegó con el esperado (y no nos equivocamos) gol de Ortuño. En el borde del área el murciano se revolvió con comodidad y soltó un latigazo que le rompió las uñas de los dedos a Ratón. Era el 0-4. Otra goleada encajada en casa ante un equipo que en condiciones normales no debería haberse llevado ni un punto pero que en días como ayer es capaz de rasgarle las vestiduras del alma a un Zaragoza que ya es, de lejos, el peor equipo de la post pandemia.

Con todo acabado, aún hubo tiempo para el gol de Linares, ese con el que de Fuentes siempre nos obsequia en los últimos minutos de sus partidos. Y también para que el colegiado pitase un penalty que Kagawa convirtió con habilidad. Sería el 2-4, marcador algo más amable pero que no engaña a nadie. A nadie.

Este partido es la rúbrica de un relato que comenzó hace nueve partidos. Una narración de terror, de argumento de novela de baratillo, de esas que cambiábamos en las teberías hace unos años. Una historia cuyo final nos aterra imaginar, porque no nos gusta. Porque nos tememos lo peor. Porque no encontramos ni un solo motivo para creer en que seremos capaces de encontrar el camino de vuelta a casa. A Primera.

FICHA TÉCNICA

Real Oviedo Lunin; Nieto, Grippo, Arribas, Christian; Tejera, Luismi; Sangalli (Sebas Coris, 87), Bárcenas; Obeng (Borja Sánchez, 57) y Rodri (Ortuño, 57)

Real Zaragoza: Cristian Álvarez (Ratón, 75); Vigaray (Delmás, 63), Atienza, Clemente, Nieto; Pereira (Burgui, 46), Eguaras, R. Guti (Kagawa, 46); Puado (Linares, 85) y Luis Suárez.

Goles:
0-1, min. 14: Obeng. 0-2, min. 44: Sangalli. 0-3, min. 79: Bárcenas. 0-4, min. 90: Ortuño. 1-4, min. 92: Linares. 2-4, min. 96: Kagawa (p).

Amonestaciones:
Amarillas a Guti, Vigaray, Puado y Luis Suárez

Puntuaciones

Cristian: 3. Lo intentó con toda el alma.

Vigaray: 1. No llegó. A casi nada.

Atienza: 0. Lamentable. Demasiadas preguntas. Ninguna respuesta.

Clemente: 1. Flojo, desubicado y desordenado.

Nieto: 1. No actuó bien en casi ningún campo.

Eguaras. 1. No supo dónde estar en cada instante.

Guti: 1. Físicamente débil, no estuvo a la altura.

Zapater: 2. Trató de enganchar al equipo al partido. No lo logró.

Pereira: 0. No debió jugar.

Puado: 2. Trató de hacer eso que se llama “jugar al fútbol”.

Suárez: 2. Le falta capacidad física. Aún así, creó peligro.

Burgui: 1. No es el jugador que desborda. Chutó una vez bien a puerta.

Delmás: 2. Mejoró a Vigaray. Debió jugar.

Kagawa. 2. Aportó gestos de calidad.

Linares: 3. Siempre, siempre cumple. Y goleó.

por arrúa 10 (Real Zaragoza, Aire Azul)
@japbello

Foto: Marcos Cebrián

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