FC Barcelona 1 – 0 Real Zaragoza | Crónica

Al final comienza un camino

Confieso que me confesé antes del partido. Acudí a mi director espiritual y puse en sus manos todos mis temores, le conté los precipicios por los que temía despeñarme, le confié las dudas que se habían adueñado de mi petrificado corazón y compartí con él los monstruos que asaltaban mis inquietos sueños. Todo eso hice antes de que el Real Zaragoza se enfrentase al imperial FC Barcelona, ese despiadado coloso que cuenta sus batallas por demoledores triunfos y posee el colmillo mejor afilado de la Vía Láctea. Confieso que confesé antes de morir, pero anoche los dioses olían a tierra, despreciando al firmamento.

Javier Aguirre planteó un partido aglutinado, alejado de la audacia, despegado del balón. Optó por amurallar la portería propia, condenar los espacios y dinamitar cualquier circulación. Para ello dispuso un aguerrido contingente formado por cinco titanes armónicamente coordinados cuya única misión era abortar el tiralíneas blaugrana. Delante, le encomendó a los novatos Pinter y N’Daw que torpedeasen hasta la extenuación la primera línea de pase y les confió a Ander, Bertolo y Sinama la imposible misión de recorrer ochenta metros cada vez que consiguiésemos recuperar la bola para llevarla hasta el jardín de Valdés. ¡Ah! Y le pidió a Tonidoblas que detuviese todo lo que le llegase. Sobre el papel, descomunal cometido.

El partido se planteó en los términos imaginados. Con una posesión insultante, el FC Barcelona jugaba a lo que sabe, pero enfrente se encontró con una cohorte de legionarios curtidos en batallas no deseadas que fueron, poco a poco, erosionando la actuación blaugrana. Era una lucha desigual, como era previsto, dura y volcánica, una lucha de trinchera y escudo en la que el Real Zaragoza comenzó a sentirse cómodo conforme iban pasando los minutos y, ora la defensa, ora un grandioso Tonidoblas construían un edificio que iba tomando forma en términos favorables. Las manoplas del andaluz echaban humo y los pechos de los jugadores ardían sinceros ante la avalancha local.

Hubo un gol en nuestra contra, pero fue anulado por fuera de juego, y el tiempo se encogía en un Nou Camp que recordaba el fantasma de un Inter de Milan que hace unos meses impidió, con las mismas armas, acceder a otra final europea. Mismas armas aunque no del todo, pues el Real Zaragoza no tiene arriba a Diego Milito para acabar de completar un éxito ni siquiera soñado. Hasta que apareció, por fin, el mago, el “númerouno”, el mejor. Leo Messi se llevó hasta tres defensas zaragocistas y dibujó un pase de la muerte que Lanzaro no acertó a taponar. La defensa mezcló mal y Keita, que pasaba por allí, metió un gol al borde del descanso que aliviaba, en cierto modo, al barcelonismo, pero que, curiosamente, no le hacía daño al zaragocismo, pues el trabajo había sido ingente y merecía nuestro aplauso.

La segunda parte no fue una simple continuación. Aguirre apostó fuerte y le dio un giro a la tuerca del equipo aportando la presencia de Uche. Eso lo hizo segundos después de que Bertolo dejase sin respiración al templo de la guapura mundial con un contraataque de libro que no culminó por centímetros. Habría sido la gloria, pero estábamos en que salió el nuevo ídolo de la Romareda que se acopló a su amigo Sinama para, entre los dos, construir una estrategia que atemperase el ímpetu de los de casa. Que, por cierto, seguían a lo suyo y se encontraban con lo mismo que antes. Disciplina, lucha feroz, esfuerzo común, eficacia en la defensa y un portero, Tonidoblas, que jugaba uno de los partidos de su vida.

Guardiola no lo veía claro y decidió jugar con lo que le faltaba: sacó a Villa, a Abidal y a Iniesta, pero no lograron cerrar su partido. El Real Zaragoza volvió a contar con otras dos estupendas ocasiones a la contra, sobre todo una de Sinama que habría sido el gol de su vida, pues hizo un control magnífico y la lástima fue el pie de Valdés, pero ciertamente el partido, tal y como estaba, cubría las expectativas de ambos con lo que estaba sucediendo. Tonidoblas seguía parando y se hacía digno sucesor de otros héroes zaragocistas que han dejado su impronta en el Nou Camp, como Eugenio Vitaller, que a principios de los ochenta protagonizó actuaciones prodigiosas. Y todos los demás, a los que tenemos que agradecerles que ayer dejasen su piel y su alma en el terreno catalán aun sabiendo que queda un largo y tortuoso camino por recorrer. Pero a su lado nos tendrán pues estos guerreros, nuestros héroes, son la única arma de que disponemos para mantener la vida acostada a la orilla del Ebro.

Ficha Técnica

F.C. Barcelona:
Valdés; Alves, Piqué, Milito, Maxwell (Abidal, min.75); Xavi, Mascherano, Keita; Pedro (Iniesta, min.86), Messi y Bojan (Villa, min.65).

Real Zaragoza:
Doblas; Diogo, Jarosik, Da Silva, Lanzaro, Obradovic; Pinter (Edmilson, min.55), N»Daw, Ander Herrera (Jorge López, min.71), Bertolo (Uche, min.50); y Sinama-Pongolle.

Gol:
1-0, min.43, Keita.

Árbitro:
Fernando Teixeira Vitienes, del comité cántabro. Mostró cartulina amarilla a Milito (min.57) y Lanzaro (min.92).

Incidencias:
partido correspondiente a la vigésima séptima jornada de la Liga disputado en el Camp Nou ante 78.965 espectadores, según datos facilitados por el Barça. El palco de honor estuvo ocupado exclusivamente por mujeres, en el día de homenaje del Barcelona a sus asociadas.

Puntuaciones (de 0 a 5)

Toni Doblas: 5. Grandioso partido de un portero que estuvo a todas y en todas, con paradas decisivas, decisiones adecuadas y actitud modélica.
Diogo: 3. Estuvo muy bien en la faceta defensiva, seguramente porque no tuvo que activar su lado ofensivo y eso le ayudó a centrarse en su labor.
Jarosik: 3. Acertó en casi todas sus acciones, si bien en ocasiones se embarulló en los despejes, tan importantes ayer.
Lanzaro: 3. Complementó perfectamente a sus compañeros y luchó con energía y valor. En su debe, quizás, su leve torpeza para interceptar el centro de Messi.
Da Silva: 3. Era difícil la papeleta, pues llegaba nuevo al grupo, pero se le notó su experiencia y su madurez. Aportó audacia y colocación y mostró sus argumentos.
Obradovic: 4. Tenía un trabajo complicadísimo pero lo asumió con valor y trabajó lo indecible. Supera a sus compañeros porque, además, trató de sacar el balón con criterio en circunstancias muy complicadas.
N’Daw: 3. Su fortaleza física ayer fue un buen argumento que aprovechó con dignidad. Sus choques con Piqué fueron vitales e, incluso, intentó la combinación, aportando algunos balones interesantes.
Pinter: 2. Quizás el más prescindible. En algunos momentos le perjudicó la intensidad del choque y no supo leer bien sus acciones. Sus compañeros le hicieron mejor.
Ander: 4. Dificilísimo trabajo el que tuvo que afrontar. Absolutamente solo en ese enorme territorio que abandonó el Real Zaragoza, su tarea consistía en recoger las sobras y dárselas a Sinama y Bertolo y, asombrosamente, lo consiguió en más de una ocasión.
Bertolo: 3. Muy activo en medio de la nada, sacó petróleo en más de una ocasión y fijó a la defensa como ni ellos mismos podían imaginar. Y la ocasión que se fabricó, magnífica.
Sinama: 4. Sorprendentemente en la segunda parte descubrimos a un Sinama atento, luchador, rápido y habilidoso que aportó intensidad al cho que con sus desmarques y carreras y preocupó a la defensa barcelonista.
Uche: 3. Menos importante que frente al Bilbao, su presencia, sin embargo, pareció darle sentido a la vida de su compañero y amigo Sinama. Se presume imprescindible en este Real Zaragoza.
Jorge López: 3. Trabajó en los minutos finales en un escenario antipático y poco acogedor. Aun así, su presencia siempre es interesante y sí lo demostró en varias acciones que sirvieron para alimentar las carreras de Sinama y Uche.

por arrúa 10 (Real Zaragoza, Aire Azul)
@japbello

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