Real Zaragoza 3 – 2 R Mallorca | Crónica

Saber y ganar

El Real Zaragoza logró ayer una agónica e imprescindible victoria. En el límite, apurando el poco aire que nos queda, exprimiendo las escasas virtudes que nos adornan y apoyándose en el indesmayable aliento de una afición que nunca morirá, pues el amor es infinito y de ello andamos sobrados. El partido se sostuvo en el saber o no saber. En el saber porque los tres goles zaragocistas fueron fruto del conocimiento, con tres acciones de gran calidad que mostraron al mundo que este equipo sí sabe aplicar el talento que en algunos momentos de la temporada, sobre todo en el primer tercio, se exhibió.

Pero también tuvo arte y parte el no saber, porque los dos goles encajados, tres, si se tiene en cuenta el justamente anulado a Arizmendi, fueron producto de la impericia y la torpeza del grupo para afrontar situaciones defensivas.

Saber, pues. Y actitud. Porque si bien durante los primeros minutos el Mallorca dibujó un paisaje aterrador y Mr Panic se hizo el dueño del césped y la grada, gol demoledor en contra incluido a saque de una falta, es decir, lo de siempre, hubo un momento en que el equipo despertó. Fue el instante en que Montañés y Víctor agitaron la segunda linea y convulsionaron a la defensa mallorquina. Ambos jugadores perfilaron un estado de ánimo en el que el vigor y la movilidad eran los apellidos, propiciando que la inquietud se adueñara del contrario. Así, llegó el gol del empate. Un magnífico pase de un Víctor recuperado para la causa que habría firmado el mismo García Castany o el maestro Juan Señor permitió que Montañés encarase a Aouate batiéndolo, no sin cierto suspense.

Fue el comienzo de una fase claramente blanquilla con sucesivos acercamientos a la portería del Mallorca, cuyo arquero tuvo que actuar con acierto y fortuna hasta en tres ocasiones. Era el momento, pero no llegó ese segundo gol que habría calmado las agitadas almas de la afición. Sin embargo, el descanso marcó una línea de cierta esperanza, sobre todo teniendo en cuenta que los primeros minutos habían pintado un panorama deshilachado y mediocre. En esos momentos ya sabíamos que arriba estábamos bien pero que la retaguardia nos ofrecía pocas garantías, pues si bien Roberto había salvado los muebles en un mano a mano ante Alfaro los balones aéreos eran siempre anuncio de tragedia; si bien Álvaro le cogía poco a poco el tono al partido, Sapu y Fernández, éste excesivamente revolucionado, temblaban ante cualquier aproximación balear; si bien Pinter crecía conforme el partido se hacía viejo, Apoño no acababa de encontrar vías de acceso a los chicos de arriba. Dudas.

Jiménez opto por sustituir al joven lateral derecho, ya con una tarjeta, por la experiencia de Paredes, colocándolo de central y retornando a Sapu a su ubicación habitual. Y al poco le pidió al «italiano» Rochina que saliese al campo y se divirtiese, que jugase y le partiera la cara al partido. Y el combate alcanzó la altura que un partido como el de ayer merece alcanzar para convertirse en un hito para la Historia. Alguien dijo que el minuto 20 era un buen momento para meter el segundo y el minuto 27, perfecto para el tercero, pero no hizo fata esperar tato. Con un choque destrozado en el centro del campo, ambos contendientes iniciaron un alocado intercambio de golpes del que salió vencedor, en primera instancia, el Real Zaragoza.

Todo comenzó con un ambicioso contraataque desarrollado por Rochina, que cruzó medio campo con el balón cosido al músculo, lo cedió a Víctor quien, con un medido centro, puso un balón de oro en la cabeza de Postiga para que su remate pusiera el segundo gol en el marcador emulando al mismo Marcelino, Dios me perdone por tal comparación. Gran jugada, gran centro, gran cabezazo.

Partido de cara guapa, partido que apuntaba a victoria. A pesar de las aproximaciones de Giovanni, a pesar de los nerviosos despejes de una zaga en la que tan sólo Álvaro aportaba claridad en la cobertura. Y en ese tramo en el que el «Sí se puede» atronaba en las cúpulas de la Basílica sucedió lo inesperado. A siete minutos del final Roberto y Paredes, presas del miedo, no se entienden y gestionan fatal un balón extraviado que acaba en los pies de Arizmendi para que convierta el gol del empate. LA desolación y la indignación, a partes iguales, se hicieron dueñas de la grada. Era un mazazo terrible, injusto, demoledor. Era un gol que nos arrastraba a la lúgubre realidad de una hazaña, ahora sí, imposible. Era una bofetada a la esperanza. No nos lo podíamos creer, pero la realidad era que acabábamos de arrojarnos a las vías del tren y nadie parecía poder evitar la tragedia.

O sí. El fútbol nos tenía guardada una última oportunidad, una última bocanada de aire que nos permitirá seguir vivos por lo menos ocho días más y que llegó en forma, otra vez, de poderoso contragolpe a los pies de Rochina, ese hercúleo atleta de formas cartaginesas que adorna su juego con una soberbia impropia de un equipo seco de ingenio y escaso de voluntad. Se apoderó del balón, se acordó que en ese césped galopó con arte el gran Diarte, explotó el viento en su pecho y rompió el área isleña con un chut recto y plano para lograr el tercer gol. El corazón de la afición sobrevoló la noche y una vez más pudimos corear el grito que nos mantiene vivos. ¿Lo lograremos?

Ficha Técnica

REAL ZARAGOZA:
Roberto; José Fernández (Paredes, min.46), Sapunaru, Alvaro, Abraham; Pinter, Apoño; Víctor Rodríguez (Bienvenu, min.83), Rodri (Rochina, min.53), Montañés; Postiga.

REAL MALLORCA:
Aouate; Hutton, Geromel, Anderson Concei?ao (Nunes, min.24), Antonio López; Martí, Pina (Casadesús, min.74), Tissone; Giovani, Alfaro (Arizmendi, min.62) y Hemed.

GOLES.
0 – 1, min. 11, Hemed. 1 – 1, min. 29, Montañés. 2 – 1, min.60, Postiga. 2 – 2, min.82, Arizmendi. 3 – 2, min.88, Rochina.

ÁRBITRO:
Alvarez Izquierdo (C. Catalán). Amonestó a Fernández (min. 11), Rodri (min. 18), Apoño (min.49) y Movilla (min.89), que no llegó a jugar, por parte del Zaragoza. Y a Martí (min.43) y Tissone (min.82) en el Mallorca.

Puntuaciones (de 0 a 5)

Roberto: 3. Nervioso, genial, inestable, prodigioso. Falló en los dos goles. Salvó dos ocasiones increíbles. Por alto muere. Por abajo vive.
Sapunaru: 2. Pasión e inexactitud. Temblor y furia. Lucha y yerra.
Álvaro: 3. Del sopor a la energía. De la duda a la certeza.
Abraham: 2. Demasiadas curvas en senderos rectilíneos. Buscó lo que casi nunca encontró.
Apoño: 2. Sacó cien faltas, casi ninguna bien. Cuando jugó al fútbol el equipo vivió sus mejores momentos. Transmite mucha ansiedad.
Pinter: 3. Su mejor partido en muchos meses. Le dio al equipo una fuerza y un despliegue que hacía mucho no veíamos. Tiene un gran chut y promete gol.
Montañés: 4. Su aportación fue fundamental. Se movió, agitó al equipo, desquició a los contrarios y metió un gol de clase.
Rodri: 1. No encontró su lugar en el partido. Apostó por la picardia y el engaño y acabó engañándose a sí mismo.
Victor: 4. Gran partido. Activó todas las alarmas en la defensa contraria. mezcló fenomenal con Montañés y dio dos asistencias de gol ambas de gran categoría.
Postiga: 4. Su gol es de crack. Ayer volvió a conectar con sus compañeros, que le entendieron muy bien. Su movilidad, su calidad para sostener el balón y su sacrificio le hacen digno de que aplaudamos su actuación.
Paredes: 0. Nervioso desde el minuto 0, responsabilizado para mal, protagonizó con Roberto la jugada que nos podría haber matado. Merece el perdón gracias a Rochina.
Rochina: 5. Su gol le da esta puntuación, pero es que sus jugadas consiguieron resucitar el pulso de una afición que aun tiene en su memoria los gestos de calidad de tantos y tantos jugadores que vistieron esta camiseta. Muy bueno.
Bienvenu: S.C. Aunque corrió todo en diez minutos y rozó el balón que le llegó a Rchina para que este marcase.

por arrúa 10 (Real Zaragoza, Aire Azul)
@japbello

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