Walhalla | La Lupa

Real Zaragoza 3 – 1 Getafe

Hace poco más de mil años, según cuentan las Eddas nórdicas, sólo los guerreros que morían en combate tenían el honor de ser convidados al Walhalla, la más bella de las mansiones de Odín en Asgard, el mundo en el que residían los dioses Aesires. Una vez allí, día tras día, luchaban sin descanso hasta el atardecer, momento en el que, cesado el fragor de la lucha, las virginales Valquirias, con sus esmerados cuidados, les curaban las heridas, preparándoles para asistir al gran banquete nocturno presidido por el propio Odín. El orgullo del guerrero era morir luchando para poder seguir combatiendo eternamente.

Pero hace bastantes años el Real Zaragoza fue expulsado del reino de Odín por su desidia y cobardía. Sólo los más viejos del lugar recuerdan a un Real Zaragoza combativo y ambicioso, luchando por conseguir un objetivo. El equipo con el tiempo había mutado en un triste espectro de conformismo y mediocridad por obra y gracia de algunos ladrones de ambición que ni tan siquiera el infausto recuerdo merecen.

Afortunadamente, ayer continuó la catarsis. Este equipo llama con fuerza a las puertas del paraíso de los elegidos. Es un equipo aguerrido, conjuntado, serio y ambicioso. Por momentos practica un fútbol precioso, marca auténticos golazos una semana sí y otra también, da espectáculo y por si no era bastante combina a la perfección la estética y la práctica resultadista. ¿Alguien da más? Sólo el temor que deja el lastre de la costumbre y el plomizo pasado reciente nos impide frotarnos los ojos y disfrutar plenamente de lo que estamos haciendo. Cierto es que esto acaba de comenzar, pero dudo que alguien no hubiera firmado esta situación con los ojos cerrados antes de comenzar la liga. Olvidemos el vértigo y disfrutemos del momento.

El partido se presentaba cómo una partida de Risk en la que dos grandes estrategas, Víctor Fernández y Bernardo Schuster, iban a dirimir sus diferencias en un encuentro presumiblemente táctico y preciosista. Los pregoneros anunciaban un homenaje al fútbol espectáculo que a algunos, debo confesarlo, nos generaba más miedo que ilusión. Pero las cosas no son lo que parecen y no necesariamente concluyen cómo se espera. La temprana expulsión de pulido trastocó las previsiones y cambió el escenario esperado. Algunos se han apresurado a definir esta expulsión cómo la piedra angular del triunfo, pero sería injusto no reconocer que la jugada no fue un lance aislado del juego, sino una consecuencia del mismo. El Getafe se quedó con diez, porque el Real Zaragoza le ganó el mano a mano, porque Pulido sólo pudo derribar a Sergio para impedir que los maños dieran el primer zarpazo.

Sin embargo, sólo retrasaron lo inevitable. A pesar del momentáneo atasco y del juego algo insulso del Real Zaragoza al ponerse en superioridad numérica, los aragoneses eran los dueños del envite y el abrumador dominio de la posesión concluyó con un magnífico voleón del Uruguayo Diogo, cada día más serio, contundente y físicamente sobresaliente que rompió la resistencia getafense y puso en franquicia a los locales.

Al comienzo del segundo tiempo el Real Zaragoza intentó dormir el partido, sacar de sitio a los visitantes que acumulaban hombres en defensa y sólo iban a responder mediante el contraataque, pero una vez más la táctica, ajena a un equipo tan creativo, fracasó y una estúpida pugna de Diegol en el área en la que es un extraño concluyó con el estrambótico penalti pitado por el trencilla de turno. Pero lejos de ser el fin, sólo fue el principio, el punto de partida de una comunión catártica entre la grada, ansiosa de triunfo, y un equipo valiente e inconformista. Nadie pitó, ni protestó el empate. Todo lo contrario, los gritos de ánimo y los aplausos empujaron a los aragoneses para reanudar la batalla. Los guerreros deben morir con la espada en la mano. Y así el dominio del partido se hizo insultante y arriesgado. Una contra del Getafe podría habernos roto, pero el empate no nos valía. La grada quería más y el equipo estaba dispuesto a dárselo. Y el ataque triunfó sobre la especulación. Una forzada asistencia de un magnífico Sergio García, que está en un estado de forma envidiable, llegó al Príncipe que, demostrando que su liderazgo de la clasificación del pichichi no es una casualidad, bajó el balón con el pecho y cruzó un espectacular estacazo a la escuadra del Pato Abbondazieri que veía desesperado cómo su compatriota volvía a marcar, cómo siempre ha hecho, en la portería que él defiende.

Pero la fiesta no paraba ahí, Ewerthon, que había salido sustituyendo a Sergio, despedido por La Romareda con una atronadora y merecida ovación que premia el sensacional comienzo de temporada del delantero, quiso unirse al festín con un sensacional cañonazo desde fuera del área que hizo que el pato recogiera de la red en tan solo noventa minutos casi tantos balones cómo los que había recogido en los ocho partidos anteriores y de paso nos recordaba que en el banquillo hay también un magnífico delantero preparado para salir y rendir cuándo el entrenador lo considere oportuno.

El partido fue una fiesta, y es que este principio de temporada es un sueño hecho realidad. La unión entre la grada y el equipo es sensacional, el propio equipo es una piña y disfruta jugando al fútbol. Los abrazos que los jugadores se dieron en el centro del campo mientras recibían la más que merecida ovación de una Romareda entusiasmada con los suyos, así lo constatan. Somos el equipo más goleador de primera, tenemos al pichichi, estamos en Champions, la grada está encantada y hasta los medios de prensa nacionales, que habitualmente nos despreciaban, empiezan a hablar de este equipo que tan buen fútbol despliega y se va colando paso a paso, jornada a jornada, entre los grandes.

Y es que además hay plantilla. Ewerthon, salió y marcó, ayer pudimos ver a tres aragoneses en el campo, además del siempre cumplidor Zapater, Longás, que agradó en los minutos de los que dispuso, algo alocado y blandito al principio, pero demostrando maneras y madera que sólo los minutos de juego pueden curtir y Lafita que, tras cuajar un gran partido en el calderón, dejó su sitio a la amenaza fantasma de Oscar el único jugador desequilibrante que, desgraciadamente, desequilibra más a su propio equipo que al rival (no todo podía ser perfecto.)

Pero poco más podemos pedir porque la tan manida regularidad es un concepto reñido con el talento de los creadores y debemos comprender que no se puede jugar precioso todo el partido. Quizá sólo que nos dure, que este sueño no termine y sigamos invitados al festín en el Walhalla de la liga de las estrellas durante mucho, mucho tiempo… Cómo Platero y tú cantaban hace unos años: “y es que es tan alucinante, que hace días que no duermo, por si acaso al despertarme, veo que todo ha sido un sueño”

Por Gualterio Malatesta

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