El asesino era el mayordomo | La Lupa

Real Madrid 2 – 0 Real Zaragoza

En las películas antiguas de misterio y suspense, el detective protagonista se enfrentaba a la resolución del crimen teniendo que decidir cual de los sospechosos, cada uno con sus motivaciones y sus coartadas, era el culpable. Para ello, tenía que ser capaz de discernir entre las pistas, descartar lo engañoso y enhebrar correctamente el hilo de la verdad. Había casos realmente enrevesados y otros casos más obvios. Cuando la víctima era un señor adinerado, dueño de casoplón grande y con sirvientes, era sencillo pensar en que el asesino sería el mayordomo, pues tenía acceso a las llaves, al veneno, a las armas y confianza con el muerto. En fin, era la conclusión fácil y obvia, y muchas veces, la correcta. Al igual que en estos filmes, la película del partido contra el Madrid, pese a que el guión presentó gratas variantes que no esperábamos, terminó con el final más previsible: la victoria del equipo local.

Hubo dos partidos en uno. El primero, aquel que nos gustará recordar, se extendió hasta el primer gol de los rivales. Durante la primera parte el Real Zaragoza jugó muy bien, cortando el ritmo del rival desde el principio de los minutos. Cuando a un equipo grande se le ponen trabas desde el inicio, es posible que no termine de encontrar la dinámica arrolladora. A eso se aplicaron de forma correcta nuestros jugadores, que supieron mantener una concentración adecuada, juntando las líneas y no descomponiéndose en ningún momento. A pesar de que el tiempo de posesión de balón era superior para los merengues, estos se perdían en el centro del campo, y poco a poco, como una culebra que espera su momento para morder, el Zaragoza empezó a desplegarse:

Desde la defensa se ejercía un especial control en interrumpir siempre con presencia humana la línea imaginaria entre Raúl y Van Nistelrooy. Con el apoyo de Zapater y Luccin, Celades sacaba el balón hacia arriba, con cierto atrevimiento al principio, con gran descaro al final. Sergio García se insertaba sin piedad por la banda de Marcelo, y Diego y Oliveira sacaban el látigo esporádicamente. Lo que parecía ser una alternancia en el control del partido, terminó revelándose como un dominio territorial obvio e inesperado. El Madrid terminó la primera parte al rebufo y como un rival sumamente empequeñecido. Por momentos el Zaragoza ni se lo creía. Tampoco nosotros, que observábamos atónitos como se repetían una y otra vez los tiros a puerta que, si bien en su mayoría no llevaron verdadero peligro, si que servían para expandir en el ambiente una idea de superioridad. Al inicio de la segunda parte se esperaba una reacción madridista, pero los parámetros continuaron igual, y hasta la salida de Guti, su centro del campo era espacio libre para nuestros jugadores que robaban, arrancaban y urdían jugadas.

Pero todo resultó ser un espejismo, y en el primer despiste serio, llegó el primer gol. Como en el cuento de La Cenicienta, la carroza de las ilusiones zaragocistas se convirtió en la calabaza prosaica y material que todos teníamos en mente al principio. Pasó lo que todos imaginábamos. Sólo era cuestión de tiempo. De nada sirvió jugar bien y desesperar a un Real Madrid tan patético que ni siquiera tras el gol se mostró dominante. Les bastó con una buena actuación de su portero Casillas para anular a nuestros delanteros. Así es la vida y así es el fútbol. A partir de ese momento el Zaragoza, aún sin descomponerse, se desinfló. Los cambios no aportaron la frescura deseada y el fatal desenlace se produjo. Más que nunca hoy encajaría esa frase, legendaria ya, de “jugamos como nunca. Perdimos como siempre”

Dentro de lo previsible que suena todo, flota en el ambiente la duda: ¿Por qué no han jugado así en otras ocasiones? ¿Por qué Victor estaba tan seguro de que no se iba a repetir el ridículo de Barcelona? Algo se hizo mal a principio de la temporada, los jugadores han tardado mucho en coger la forma y ensamblarse como conjunto y ahora estamos pagando las consecuencias. El equipo no va a menos. De hecho, se observa mejoría, pero esta sólo es por el momento, pura expectativa. Los puntos que se han quedado por el camino en estos dos meses son un desangrado difícil de asimilar. El resultado de hoy era esperado y estaba asumido, pero nos deja desnudos frente al abismo. Ahora tenemos que prepararnos para jugar la liga de los que huyen de la quema, estudiando a los rivales y aprendiendo como juegan, al igual que tenían aprendido como jugaba el Madrid. Podemos empezar por el próximo rival, el Mallorca. La victoria es obligada y lo demás son milongas.

Por Ron Peter

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