El bucle | La Lupa

Rácing 2 – 2 Real Zaragoza

Un bucle en programación es una sentencia que se realiza repetidas veces y se utiliza para realizar una acción repetida sin tener que insertar varias veces el mismo código, lo que ahorra tiempo, facilita la comprensión del código y facilita su modificación en el futuro, representando la base de la programación estructurada. Esta definición de bucle, más propia de la wikipedia, se entiende pero no va mucho conmigo, me divierte más el sketch del “Hombre-Bucle”, de los chicos de Muchachada Nui, en la 2. En él, Ernesto Sevilla, que interpreta a ese hombre, ante las preguntas del entrevistador, desde la primera respuesta hasta la última responde siempre lo mismo. El Real Zaragoza está envuelto en un bucle semanal, en el que los partidos comienzan y finalizan de la misma forma, sin modificación de la estructura y núcleo de la obra futbolera.

El Racing es un equipazo. No hace falta tener jugadores renombrados, mediáticos, para triunfar como equipo, sino trabajadores honrados del balón, con capacidad física y sobre todo, con un entrenador con conceptos actuales del fútbol del siglo XXI, que entienda a su plantilla y que la disponga tácticamente con sentido de ocupación total de los espacios e intención de practicar un buen fútbol a partir de una presión asfixiante. Ese entrenador, que ya postulo sin rubor como el deseable entrenador zaragocista de la temporada que viene, se llama Marcelino García Toral.

Jabo Irureta, recién aterrizado en el problemático banquillo zaragocista, demostró su desconocimiento de la plantilla a sus órdenes. Quiso montar un entramado súper defensivo para que el Racing tuviese problemas para fabricar su fútbol directo. Ni por esas. A los tres minutos, un fallo colectivo deleznable en la banda izquierda, con unos nefastos Óscar y Juanfran defendiendo con la mirada, permitió a Bolado marcar el primer gol, con la colaboración inestimable de un desconocido en los últimos partidos César Sánchez. Ya no valía la táctica conservadora, los planes de Irureta destrozados de cuajo. Y tan de cuajo que ya no supo qué hacer ante la avalancha santanderina, de presión y buen juego, que nos cayó encima. Con el centro del campo inexistente, los dos islotes de la vanguardia debían recoger los pelotazos sin sentido de Juanfran y Sergio Fernández. En definitiva, un desastre. La derrota mínima de la primera parte fue un mal menor.

La continuación fue tres cuartos de lo mismo, con algunas jugadas indignantes, como una de Jorge López que se metió en el área entre cuatro estatuas que ¿cubrían? el centro de la defensa. Pero la fortuna, en forma de guardameta larguirucho llamado Coltorti, se alió con nuestro equipo, y el rechace del portero a un remate lejano de Luccin encontró, como no, a nuestro presente salvador, Diego Milito. El argentino, que tiene las jornadas contadas en el Real Zaragoza, puesto que Miguel Pardeza, con la perspicacia que le caracteriza, ya lo ha puesto en el mercado y por supuesto a la baja, tenía la caña preparada y empató el partido. El Racing se encolerizó y buscó el gol de la victoria con un ataque furioso pero el Real Zaragoza supo capear el temporal y jugó sus mejores minutos, hasta que en otra genialidad de Diegol, Celades puso el 1-2 en el marcador. Debería haber sido el resultado definitivo, quedaban sólo 8 minutos para aguantar y algo del tiempo de descuento pero… lo de siempre. El bucle zaragocista permitía patéticamente el empate del Racing en otro corner. Sin comentarios.

Todo lo que se había mejorado, si bien ligeramente, con el trabajo de Garitano, se ha deshecho en el primer lance de Irureta. Si contra el Murcia se jugó con más intensidad defensiva, con mayor acercamiento entre líneas, más presión y juego directo, contra el Racing se volvió a los defectos más patentes de la era victoriana: distancia entre líneas, defensa muy atrasada, medioscentros sin fuerza y sin presión y los atacantes sin un balón que echarse al buche. Es evidente que el técnico vasco quiere un equipo más presionante y con las líneas más juntas, pero la verdad es que ese deseo tendrá que esperar, porque lo de Santander fue un ensayo fallido. La herencia adquirida por Irureta es desastrosa en los aspectos físico y táctico, pero se le ha fichado (supongo) para sacar a esta nave tan bonita y pinturera cuando se presentó en sociedad de su encallamiento actual. El tiempo dictará sentencia.

Por Jeremy North

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