El candidato | La Lupa

Sevilla 5 – 0 Real Zaragoza

Son muchos años ya como seguidor del Real Zaragoza. Digo esto sin menoscabo de los que hayan de venir, que serán los que hagan falta, pues para eso estamos ante un gusto y no ante una obligación. Digo lo de los años para intentar ilustrar la magnitud de lo acontecido en la noche del sábado. Solo dos veces en mi vida, de varios cientos que han sido, me he ido de La Romareda antes de acabar el partido. Una fue por una insoportable situación de robo arbitral contra el Barcelona, hace algunos años. Y la otra por un problema personal que luego no tuvo importancia. Viene esto a cuento porque en la citada noche del sábado, y aunque fuera por televisión, hube de apelar a lo más profundo de mi orgullo para conseguir terminar de ver el engendro televisado que me ofrecía mi querido equipo y así poder esbozar estas paupérrimas líneas.

Un partido que a priori prometía espectáculo y competitividad, según podríamos inferir de lo demostrado por nuestros jugadores en la noche del imperfecto atraco contra el Barcelona (el de hace una semana), empezó de poder a poder y sin dejar vislumbrar lo que vendría a continuación. Apenas unos minutos duró el Real Zaragoza sobre el terreno de juego. No sé si sería la lesión de Sergio Fernández, el avance del Sevilla, o la mirada aviesa y maléfica del torero tuerto, el caso es que de repente el rival nos estaba arrollando. Llegaron pronto y juntitos los dos primeros goles, como para sentenciar, y luego fue todo un coser y cantar para los del Nervión. Jugadas rápidas, pases al hueco al compañero que siempre había libre, una voracidad extrema en sus delanteros, siempre más hábiles que nuestros defensas y sobre todo una alegría, una sensación de reencuentro con la máquina que fueron el año pasado y que últimamente se estaba despertando.

Daba envidia ver jugar al Sevilla. Un equipo coordinado, equilibrado, integrado por jugadores de gran calidad técnica y de una superioridad física abrumadora. Se supone que debían estar cansados del encuentro europeo jugado entre semana, pero los blanquillos no fueron un sparring adecuado para comprobar ese punto de fatiga. Viendo a esos jugadores y viendo a los nuestros uno se pregunta si realmente algunos de estos son realmente jugadores de Primera división. Entre las escenas que nutren este agravio comparativo recuerdo a uno de los fornidos jugadores negros del Sevilla, que de seguro no bajará de los 85 kilos, realizar un recorte en corto, ante uno de nuestros delanteros, con toda la tranquilidad del mundo, sacando el balón, si se me permite la expresión, con la “minga”. U otra escena, balón dividido, Pavón y un delantero rival. El pie de Pavón está levantándose. En el mismo instante, todo el cuerpo del atacante sevillano está en el aire contorsionado para intentar una tijera. Impresionante alarde.

Al descanso se llegó con 3-0 en contra, pero lo intolerable, lo realmente ignominioso llegó después cuando el Sevilla, que renunció a llevar el control del balón, que se dedicó a jugar tranquilo, no tuvo más remedio que volver a tomar la iniciativa porque enfrente se encontraba, salvo algún conato de Sergio García, con un equipo completamente manso, yerto como el jamón recongelado, incapaz de tomar ninguna decisión, un mecanismo sin ejes, con cada engranaje bailando a su bola, sin capitán ni manijas. Con fallos individuales de principiante, con una caída de brazos espectacular y denigrante. No se puede andar así por un campo de fútbol ni aunque te estén humillando. No se puede. Es precisamente cuando se va perdiendo por 3-0 cuando más tranquilo se juega, porque ya no hay nervios, porque ya está todo vendido. Pero este equipo, en la segunda parte, renunció a jugar. No sé quienes tenían más miedo, si los jugadores al ver la que se les podía venir encima, o los aficionados al verlos con tal fragilidad extrema y enfermiza, física, pero sobre todo mental. Hasta Irureta, que es perro viejo, perdiendo por 4-0, cambió un delantero por un defensa. Claramente sintomático.

Estamos en época de elecciones, y cada partido político postula sus candidaturas para conseguir sus fines. Para las cosas buenas siempre hay candidatos. Para las malas, también, aunque no sea de forma voluntaria. En la noche triste del sábado andaluz, el Real Zaragoza presentó su candidatura como equipo que luchará por la permanencia. Porque otra ya no hay, tras dos tercios de liga, al fin hemos conseguido discernir el auténtico objetivo de esta temporada: salvar la categoría. Es cierto que la línea UEFA-descenso es de pocos puntos, y que hay muchos equipos metidos, sí, pero pocos de esos equipos vienen de hacer, en su más reciente partido, el peor de los últimos cinco años.

Por Ron Peter

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