Duelo de desesperados | La Lupa

Valladolid 2 – 1 Real Zaragoza

Se enfrentaban este domingo en el estadio José Zorrilla de Valladolid dos contrincantes en parecida situación clasificatoria, rozando ambos las posiciones de descenso, tanteando ambos, como labios atrevidos que paladean el borde de una copa envenenada, las negruras del pozo más temido. Las circunstancias que los dos equipos han ido experimentando a lo largo de esta liga a esto les ha conducido. Era un duelo en el que había mucho en juego, y eso se dejó traslucir muy pronto. El principio del partido fue un festival de nervios, con un Valladolid lanzado al ataque, buscando poner fin a esa especie de maldición que les impedía ganar en su estadio desde hacía dos meses, y un Zaragoza a la espera de su momento.

El dominio del Valladolid fue más animoso que eficaz, realizando ese juego tan característico de los equipos locales que quieren contentar a la parroquia, pero sus incursiones padecían de una ansia que les impedía armar un peligro palpable. Respecto al Real Zaragoza, el análisis de su juego durante esos minutos podría experimentar una diversidad de matices. Para unos sería la táctica perfecta: permanecer agazapado, dando al rival una falsa sensación de superioridad, dejándose apretar sin ser estrujado y aliándose con el pasar de los minutos para propiciar el desquiciamiento de los contrarios. Para otros, sencillamente, sería más de lo mismo de lo que ya hemos visto tantas veces a lo largo de esta temporada: un equipo impotente, dominado en todas sus líneas cuando el equipo contrario ejerce algo de presión, sin capacidad creativa, y sin pólvora arriba. Como ya dijo en cierta ocasión algún perro viejo en estas lides: “en el fútbol todo es en función de los resultados”, y no iba a ser menos la conclusión de esta conjetura dual.

Porque al llegar, de forma magnífica, todo hay que decirlo, el gol de Zapater, parecía aclararse un poco la lectura del encuentro. Efectivamente las piezas encajaban en un puzzle en el que un Zaragoza positivista rompía los sueños de un romántico y en vano heroico Valladolid harto de dar mandobles al aire. De ahí al descanso los avispas se desperezaron un poco, y sin perder la calma, mantuvieron su portería a cero, pero no terminaron de mostrar el aguijón. Durante la segunda parte, perdieron la ocasión de asestar el golpe de gracia al Valladolid, un equipo que estaba tocado de muerte, que durante casi todo el encuentro estuvo ocupando la posición decimoctava de la tabla, con la carga emocional de la desesperación, con los nervios a flor de piel, un rival al que había que derrotar, al que era necesario sacar puntos. Un rival muerto al que se le resucitó por incapacidad propia y ajena. Dos verdades que hay que mencionar.

Lo cierto es que el Zaragoza no jugó una higa. El gol fue una bella y trenzada jugada, pero fue la única. La condición física de muchos jugadores está por debajo de lo requerido, lo cual provoca que no se pueda presionar en conjunto, que cada uno haga la guerra por su cuenta de forma alocada y a destiempo. Sin Matuzalem no hay nadie capaz de generar cosas nuevas en el centro del campo. Zapater y Luccin no salen del pase corto. Oscar se pierde al bajar de la mediapunta, Gabi ya sabemos lo que es, y de Aimar ya ni me acuerdo. Y aún así, siendo un mal equipo, vienen y nos las dan.

Porque si todo eso es cierto, no lo es menos el tema del arbitraje. ¿Qué puede pensar un defensa que ve que le pitan penalti por eso? Pues que igual tiene que empezar a defender a soplidos. Además de eso, el gol de Sergio García, anulado por fuera de juego de un jugador que no interviene. ¿Qué más se puede pedir? El que quiera decir que esto es una excusa, puede hacerlo. Pero ya está bien lo de ser más papistas que el Papa. Vale, no somos los mejores, ni siquiera somos buenos. Es más, somos malos Pero si nos pitasen los árbitros con justicia, tampoco seríamos los peores. Insisto: no es una excusa, es un factor más del que hay que hablar. Jugar mal, vale, pero ¿hacernos jugar con un balón cuadrado? No joda, señor Villar, no joda. ¿O es que hay algo más? ¿Nos están mandando algún mensaje entre líneas? No sé porque me viene ahora a la memoria una historia de una banda que se dedicaba por las noches a robar a las obras y por el día se presentaba en las mismas a ofrecer servicios de vigilancia. Pues lo que le faltaba a Agapito, con la que está cayendo en el sector de la construcción. Hombre, igual con medio mes de Bandrés daba para llenar un maletín. En fin, que se me disparan las ideas y no puede ser. Es lo que tiene tanto darle vueltas a las cosas, pensar, preguntarse y desesperarse al ver que nos vamos a ir a esa apartada orilla de la segunda división, donde ni la luna brilla, ni se respira mejor.

Por Ron Peter

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