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Real Zaragoza 3 – 1 Murcia

El 6 de mayo de 1.527 daba comienzo el famoso “sacco” de Roma. El Emperador Carlos V, Defensor a ultranza de la cristiandad, se veía obligado a atacar precisamente al representante de la misma, cómo castigo por alianza del papa Clemente VII con la Liga de Cognac, que agrupaba a los opositores al Emperador. 45.000 hombres saquearon y arrasaron Roma y el propio Papa se convirtió en prisionero de los españoles. El ejemplar escarmiento ha pasado a la historia cómo imagen del necesario pragmatismo del poderoso, que olvidando sus convicciones, hace lo que debe hacer para mantener su estatus y castigar a los que pretenden enfrentársele.

Al partido contra el Murcia, el Real Zaragoza llegaba destrozado, devorado por las urgencias, a sólo 2 puntos del descenso y flirteando con puestos muy alejados de los que la afición había soñado, hipnotizada por los cantos de sirena que se han vendido desde la estructura del equipo. Había que ganar sí o sí, había que trasmitir una nueva sensación, había que demostrar que, aún reconociendo que no somos tan buenos, tampoco somos un equipo tan mediocre cómo para estar luchando por salvar la categoría, había, en resumen, que volver a trasmitirle a la afición de La Romareda que a pesar de los enormes y evidentes errores cometidos, aún somos capaces de sacar algo de casta para salir de este desastre.

El primer tiempo del partido fue más de lo mismo, con un equipo torpe, lento y atenazado por los nervios. Un quiero y no puedo evidente, sin alma, Sin estructura, sin fuerzas y sin táctica, pero aún en ese desolador paisaje se veía un intento de cambiar de actitud, un esfuerzo por juntar las líneas, por presionar al rival y no dejarle campar por nuestra área con absoluta comodidad, un deseo de vender cara la derrota, de mantener por fin la portería a cero y confiar en nuestra magnífica delantera, la única línea de nuestro equipo que realmente está al nivel soñado y prometido.

Y la suerte se puso de nuestro lado. Un increíble regalo de la defensa Murciana puso en bandeja el 1-0 a Oliveira y el Real Zaragoza consiguió lo que parecía un imposible. Marcharse al descanso con ventaja y lo que es más importante sin haber encajado ningún gol.

Pero el segundo tiempo fue otra historia. El equipo se tornó duro, concentrado, con una actitud que ya parecía desterrada de la vieja Romareda. Hizo faltas, se echó atrás pero sin perder la cara al partido. Echó mano del letal contraataque que atesoran sus verdaderas estrellas, las que marcan siempre, las que siempre cumplen, los que nos han mantenido vivos en el caos táctico, técnico y físico en el que se había convertido el Real Zaragoza y las cosas salieron bien, muy bien. Se crearon muchas oportunidades las suficientes como para haber ganado de forma rotunda y holgada. Se trasmitió el mensaje que había que dar: no todos los equipos pueden ganarnos, no todos son mejores que nosotros y somos capaces de resucitar, de amarrar los balsámicos puntos y de defendernos con garra y esfuerzo para abandonar esa sensación de desazón que se había apoderado de la afición blanquilla.

Podrán ponerse excusas, podrá decirse que sin cambios en el banquillo el resultado hubiera sido el mismo, que el Murcia era un mal equipo… ¿Pero acaso no lo eran el Valladolid, el Mallorca, el Betis, el Recreativo o el Pontevedra? ¿Acaso no es verdad que llevábamos 9 jornadas seguidas sin ganar y 5 puntos de los últimos 27 posibles?

Podemos agarrarnos a suposiciones y a subjetividades tanto cómo queramos pero la realidad era la que era y las cosas tenían que cambiar. Hicimos lo que teníamos que hacer y contra el Murcia se jugó cómo había que jugar. Con esfuerzo, con concentración, con intención de ganar, creyéndonos que sabemos y podemos hacerlo, abandonando la gran mentira del espectáculo por encima de la realidad, de la calidad individual por encima del trabajo de equipo, de la estética cómo única herramienta, frente a una liga que se basa en la táctica y en la actitud. Y este es el camino el único camino que nos queda para ganar la tremenda batalla en la que nos hemos metido sin esperarlo. Porque nos guste o no, estamos ahí y tenemos que abandonar los sueños y concentrarnos en salvar la categoría y recuperar la confianza que nos han robado…

Milito, nuestro gurú, el alma de este Real Zaragoza, nuestro capitán, volvió a cumplir e hizo lo que mejor sabe hacer, lo que lleva haciendo desde hace mucho tiempo. Marcar y volver a ser el pichichi de la primera división. Y a él, a Oliveira y a Sergio García debemos encomendarnos para que sigan salvándonos, para que sigan marcando. Lo demás son tonterías. Luchemos por evitar que cualquiera nos marque y nuestros delanteros harán su parte. Porque siempre la han hecho, porque son la única verdad de este equipo y nuestra única garantía.

Ojala este sea el inicio de la recuperación, ojala sea el camino correcto. Ojala el abandono de la teórica brillantez venga acompañada de la solidez que nos permita salvar los muebles. Y la próxima temporada hablamos, depuramos responsabilidades y nos planteamos a dónde queremos llegar y cómo pretendemos hacerlo. Pero eso será otra historia y ahora habrá que hacer lo que tenemos que hacer, cueste lo que cueste.

Por Gualterio Malatesta

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