1971-72 (4): Hasta el ecuador de la liga sin acabar de despegar

Ocampos

El quinto rival en La Romareda iba a ser el Hércules de Alicante, un histórico que estaba en los fondos de la clasificación con seis raquíticos puntos, aunque su entidad parecía superior a los débiles Mestalla y Langreo de semanas anteriores. El equipo de Alicante se había renovado muchísimo, otorgando el mando de la plantilla a un veterano y prestigioso mister: Ignacio Eizaguirre; había fichado para todas las demarcaciones, con jugadores experimentados en primera como el central de la Real Sociedad Santamaría, el meta del Athletic Zamora –eterno suplente de Iribar- el medio volante defensivo del Sevilla Rivera, y los delanteros españolistas Docal y Parés, también habían llegado a Alicante el atacante Morales, que había triunfado el año anterior en el Tenerife, el veterano central valenciano Catalá-Benet y los jóvenes y prometedores Pachón, Calabuig, Andreu, Garrido y Baena, éste último se convertiría con el tiempo en capitán y referencia del Hércules que tantos años jugó con éxito de 1ª División. De entre los que permanecían del año anterior destacaban el central Murcia, el interior argentino Sarrachini, el interior Alfonso, ex de primera con el Córdoba y el goleador Marcos.

El partido se le complicó mucho al Zaragoza y durante muchos minutos planeó sobre La Romareda el fantasma de la sorpresa, lo que a estás alturas de la 1ª vuelta y tal como iba la clasificación, hubiera sido muy negativo.

A diferencia de lo que había pasado en los últimos partidos en casa, el equipo no consiguió ponerse pronto por delante en el marcador, mostrándose el Hércules como un equipo difícil de superar, con un centro del campo en el que la labor de Rivera, Ricardo y Baena dificultaba enormemente el trabajo de los zaragocistas, a la vez que el central Murcia se mostraba insuperable y podía con Ocampos, el arma ofensiva del equipo maño. Mediada la primera mitad, una falta botada por los alicantinos desde la derecha fue rematada de cabeza por el extremo zurdo Morales, dejando a Villanova en media salida y adelantando a su equipo. El empate llegó antes del descanso por medio de una falta sacada rápidamente por los zaragocistas que sirvió a Duñabeitia para cruzar el balón lejos del alcance de Humberto.

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El empate no sirvió para mejorar el juego zaragocista; Iriondo recurrió entonces a una de sus armas secretas, el “magnífico” Eleuterio Santos, quien, jaleado por el público, entró por Martín; de esta manera, el mister adelantó a Galdós, fortaleciendo el medio campo con el veterano jugador canario; la medida dio resultado y a partir de la entrada de Santos el juego del Zaragoza ganó en criterio y profundidad hasta que pasado el minuto 75 de partido una cabalgada de Rico por la derecha terminó en un preciso centro del lateral zaragocista que fue rematado por Galdós, dando así al Zaragoza un necesario triunfo ante un difícil Hércules que ya no tuvo capacidad de reacción.

El siguiente viaje era a Villarreal; los levantinos llevaban poco tiempo en la categoría; habían comenzado la liga con buen ritmo y se encontraban a tan sólo tres puntos del Zaragoza. Entrenaba al club castellonense el veterano Alvaro, que le había salvado del descenso el año anterior tras recogerlo casi desahuciado. El Villarreal se había reforzado mucho, recurriendo a la habitual uso de la categoría de recoger veteranos jugadores de Primera División, por esta vía habían llegado esta temporada el meta Payno, que había jugado en el Celta, el medio volante Erviti, antiguo jugador del Córdoba, Jorge, que el año anterior estaba en el Granada, Flores, un interior izquierda que había jugado en Oviedo y Granada y Polo, un extremo ambidiestro que había sido del Sevilla y del Pontevedra; también se había reforzado con dos exzaragocistas: el interior Iznata, un viejo trotamundos que había llegado a formar parte de la plantilla del Real Madrid y Antonio Hidalgo, un delantero que en su día fue una de las mayores promesas de la cantera y que después jugó en el Granada; no obstante, su fichaje estrella era el interior Planes, una de las figuras del Mestalla, filial del Valencia. También destacaban el portero Javi, el lateral izquierdo Chufi y los delanteros Casco, un paraguayo que había triunfado en el histórico Elche finalista de Copa, y Burguete, un joven goleador que al año siguiente se iría al Burgos.

El partido ante el Villarreal resultó accidentado ya antes de empezar; el domingo en que se debía de jugar cayó en Villarreal una tromba de agua imponente y hubo de ser suspendido, fijándose para el martes siguiente.

El envite fue dominado por el Zaragoza de cabo a rabo, imponiéndose con rotundidad y mostrando, por vez primera en un encuentro fuera de La Romareda, una superioridad aplastante. Pero el match estuvo cargado de incidentes, al emplearse los jugadores levantinos con una violencia excesiva y mostrar los espectadores una agresividad inusitada, hasta el punto de que algunos jugadores del Zaragoza fueron agredidos con paraguas cuando iban a efectuar un saque de banda. Iriondo hubo de retirar a Felipe Ocampos para evitar que la irascibilidad del paraguayo se desbocara ante las continuas provocaciones sufridas.

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A pesar de todo, el Zaragoza se impuso por un rotundo 0-3, con goles de Duñabeitia, Santos y el local Chufi en propia puerta, con lo que el equipo regresó a Zaragoza con los deberes hechos y la moral elevada.

El Logroñés iba a ser el siguiente visitante del estadio municipal zaragozano; los riojanos se habían convertido, junto a la Leonesa, en la revelación del campeonato e iban a ser una importante piedra de toque para el Zaragoza; a todo ello había que añadir la cercanía de Zaragoza con Logroño, lo que le daba al encuentro un carácter de duelo regional que hacía muchos años no se veía en La Romareda.

Al Logroñés le entrenaba León Lasa, uno de los entrenadores españoles más válidos de la época. Se trataba de un equipo que se solía abastecer de jóvenes jugadores de las canteras riojana y vizcaína y ese año había fichado dos jugadores del Betis, el central Torrens y el medio volante Mellado, para dotar de más experiencia al conjunto, también destacaban los fichajes del experimentado guardameta García Fernández, del central Zugadi, el delantero Ortega y de los medios Marín, de la cantera gaditana, y Ferrero, que años después militaría en la filas del Burgos de 1ª división. Permanecían de la temporada anterior jugadores destacados como el lateral derecho Cenitagoya, el interior zurdo Berasategui, los extremos Guesalaga y Hernáez y el ariete Michelena, casi todos procedentes del fútbol vasco.

Rafa Iriondo tenía ya su equipo tipo; jugadores que en los primeros compases de la temporada habían tenido cierto protagonismo, como Bustamante y Lacruz, habían desaparecido del mapa, mientras que otros como Planas y Ocampos habían recuperado terreno y protagonismo. Los jugadores con los dorsales del 1 al 6 eran ya inamovibles, mientras que el extremo derecho y los interiores sufrían más alternativas.

Estaba ya avanzado el clima invernal y se acercaba la Navidad, eso daba a la ciudad y, con ello, al partido un ambiente especial. La ciudad se llenó de seguidores del Logroñés, llamados por la proximidad y por la buena trayectoria de su equipo. Los riojanos no se habían alejado de la cabeza de la clasificación y ello les daba derecho para soñar con algo que hasta entonces les parecía utópico: alcanzar la máxima categoría del fútbol español.

El equipo riojano demostró sobradamente el porqué de su excelente clasificación; planteó un partido serio, con una defensa muy bien plantada, un centro del campo sólido, en el que destacaban por encima de todos Mellado y Marín y dos extremos muy peligrosos, …. aunque también es cierto se mostraron muy inocentes en ataque.

Pero esta vez el Zaragoza supo responder a las dificultades que se le planteaban y estuvo a la altura de las circunstancias. El peso del partido lo llevó el Zaragoza, pero el gol se resistía; la primera parte concluyó sin goles y en la segunda Iriondo se decidió a contar con García Castany, con más capacidad de crear que Nando Molinos, a la vez que introducía a Oliveros por Duñabeitia para que Galdós se fuera hacia el centro, donde podía hacer más daño; el equipo adquiría así un cariz mucho más ofensivo. También influyó en el desenlace del encuentro la lesión de uno de los pilares de los de Logroño, Marín, que hubo de ser retirado en camilla.

A pesar de que el partido era ya un monólogo atacante del Zaragoza, los minutos pasaban y el 0-0 no se movía, de hecho ya flotaba en el ambiente el que acabara en tablas. En ese momento surgió la figura de Ocampos que, cuando ya el reloj había traspasado el minuto 40 aprovechó un centro desde el lateral del ataque para elevarse prodigiosamente sobre todos y cabecear a la red, desatando la euforia de la grada, que ya no se esperaba el triunfo de su equipo ….. todavía sin digerir el gol del paraguayo, en un inmediato contrataque, el propio Ocampos lanzó un tiro cruzado que puso el balón lejos del alcance de un asombrado García Fernández, quien no se podía creer que en menos de dos minutos el Zaragoza hubiera sentenciado un partido que parecía abocado al empate sin goles.

Del partido más difícil el Zaragoza salía fortalecido; la victoria en Villarreal era rubricada con un triunfo complicadísimo ante un rival directo. Los empates de Elche y Leonesa permitían al equipo aparecer, por vez primera en toda la liga, en posiciones de ascenso.

El Zaragoza, inesperadamente, realizó un fichaje. Surgió la oportunidad de incorporar a Luís Leirós, un extremo ambidiestro del Atlético de Madrid que había jugado anteriormente cedido en el Rayo Vallecano. Parecía claro que la delantera zaragocista no funcionaba en exceso, y solamente destacaba la fuerza, veteranía y saber estar de Felipe Ocampos, amen de la eficacia goleadora de Galdós; ninguno de los extremos que había en plantilla estaba rindiendo satisfactoriamente: el brasileño Totó era el único que parecía titular indiscutible, pero más por carencia de competencia que por su propia valía: tenía un guante en la zurda, pero ahí acababan sus prestaciones, pues no desbordaba casi nunca y fuera de casa desaparecía; el argentino Martín era más batallador y tenía algo de olfato de gol, pero era torpón y llevaba una temporada flojísima; Oliveros, un sevillano que tras triunfar en el Sevilla fue fichado por el Barça y había llegado a Zaragoza, junto al medio Borrás, en la operación Bustillo, estaba ya de vuelta del fútbol y poco se podía esperar de él. Leirós era un hombre rápido, con buena técnica y joven, aunque no había llegado a cuajar en el Atlético, donde solamente llegó a jugar seis partidos de Liga, y tenía fama de medroso.

El siguiente rival era el Real Valladolid, un equipo que había regresado a 2ª División tras un paso temporal por la Tercera. Se trataba de un clásico de nuestro fútbol, con una cantera que siempre había dado buenos valores. En el equipo de Pucela, que entrenaba un desconocido Héctor Martín, destacaban sobre todos tres jugadores: el medio volante Endériz, un uruguayo técnico y con capacidad de organizar que había jugado en el Zaragoza y en el Barcelona, Lorenzo, un joven interior derecha, con capacidad goleadora y que jugaría posteriormente en Primera con el Granada y el ariete Alvarez, un goleador impenitente, que había liderado el pichichi del Grupo 2º de Tercera División con 26 goles y que, en años posteriores, estuvo con frecuencia en la agenda del Zaragoza. También destacaban los laterales Salvi y Pérez García, este último salido de la cantera del Real Madrid, el extremo derecho Astrain, rápido y con buena técnica y el interior zurdo Lizarralde, que había llegado a jugar la Copa de Ferias con el Sevilla. Ese año los castellanos se habían reforzado con el portero Llacer, el central Nozal y el medio volante Berriozábal, pero sobre todas destacaban las incorporaciones de dos jóvenes canteranos que con los años serían auténticas figuras del fútbol: Julio Cardeñosa y Jesús Landáburu, dos auténticos exponentes de la cantera pucelana, dotados de una clase y una técnica fuera de lo común.

Estaba lesionado Javier Planas y Rafa Iriondo optó por hacer una pequeña revolución; colocó al veterano Irusquieta en el lateral derecho y ubicó a Rico, uno de los jugadores más en forma del equipo, en la media, a la vez que otorgaba a Eleuterio Santos, por vez primera en toda la Liga, la condición de titular; Leirós debutaba en el equipo. El encuentro, jugado en el vetusto estadio de Zorrilla, supuso una vuelta a las andadas del equipo. El Zaragoza jugó un encuentro calamitoso y fue justísimamente derrotado por un Valladolid que hizo el partido del año. El gol fue conseguido por Lizarralde en el primer tiempo, pudiendo haber sido el marcador aún más abultado. El Zaragoza no pudo imponerse en ningún momento, notándose la ausencia de alguien que ordenase y dirigiese el juego: Rico no estaba en su posición, a Santos le pesaban los años y Galdós era más atacante que centrocampista; de poco sirvieron el empuje desde atrás de Violeta y la entrada a última hora de García Castany, que no pudo arreglar el desaguisado.

Por razones que ahora no recuerdo, la siguiente jornada, en la que el Real Zaragoza recibía al Cádiz, fue suspendida, dejándose para el final del campeonato y convirtiéndola en la última de la Liga. El siguiente partido volvería a ser por lo tanto fuera de casa y el rival, la Cultural Leonesa, un recién ascendido que se había convertido en la auténtica revelación del campeonato, habiéndose aupado a estas alturas del mismo a la tercera posición, con igualdad de puntos al segundo. El equipo tenía una auténtica figura, un jugador que sobresalía entre todos: su ariete Marianín, conocido como el “jabalí del Bierzo”, que tenía una tremenda facilidad para golear y que había liderado el “Pichichi” del primer grupo de 3ª con la friolera de 37 goles; al final de esa temporada su estadística reflejaría 17 dianas y, al año siguiente, llegaría a ser máximo goleador de Primera con el Real Oviedo; era un delantero no muy alto, pero de una raza especial, muy valiente y con ese don especial para estar en el momento oportuno a la caza del gol. Destacaban también en el sólido equipo leonés el lateral derecho Godoy, el centrocampista Piñán, que años después ficharía por el Real Oviedo, los dos extremos, el canterano Ovalle y el vasco Zuazaga, ambos rápidos y escurridizos y el fino interior izquierdo Larrauri, un navarro formado en el filial del Real Madrid. Ese año habían fichado a dos veteranos, Bernardo, guardameta del Alavés y Herminio, lateral zurdo del Celta, así como a la joven promesa Villafañe, que también llegó en su día a la máxima categoría con el Oviedo. Su entrenador era Rafa, un experto en las divisiones inferiores.

El partido contra la Leonesa figuraría durante años en el elenco de los partidos malditos del Zaragoza, y es que tras adelantarse con tres goles, el equipo se relajó y acabó empatando, corriendo incluso el riesgo de haber perdido.

El Zaragoza comenzó a todo gas, mandando en el campo y avasallando a su rival; de esta manera, cuando se llevaba media hora de juego, Ocampos, Leirós y Galdós habían dejado en franquicia el marcador y parecía que el paseo zaragocista iba a ser de los que hacen historia. Pero el equipo se relajó, infravaloró a un rival muy difícil y regaló el dominio del encuentro a los de León. Antes de llegar al descanso, el goleador Marianín acortó distancias.

El segundo período se convirtió en un auténtico calvario para el Zaragoza; la Leonesa, animada por un público fiel y entregado, acoquinó a los de Iriondo y empató el partido cuando todavía quedaban 20 minutos para su final con otro gol de Marianín y uno de su central aragonés Maño; los de León no se conformaron con la hazaña y buscaron la gloria de vencer, haciendo que esos últimos minutos se hicieran eternos al equipo zaragocista; sus extremos Ovalle y Zuazaga superaban una y otra vez a los laterales del Zaragoza, a la vez que Marianín creaba el terror en el área visitante. El partido acabó en empate, pero a la vista de la ventaja que se había adquirido y de que se había perdido el encuentro anterior, el punto sabía a miseria y la crisis volvía a asomar en el horizonte del club.

Esta vez ni siquiera quedaba el consuelo de los demás resultados: habían ganado todos los rivales del Zaragoza, de manera que Castellón y Oviedo se distanciaban, a la vez que Elche y Logroñés nos igualaban y el Valladolid nos pisaba los talones. Estaba próximo el final de la primera vuelta y no solamente el equipo no despegaba, sino que cada vez aparecían más criadas respondonas.

Esa semana no había tiempo para el descanso, pues el jueves siguiente, día de Reyes, había jornada liguera. Quedaban tres partidos para acabar la primera vuelta y el equipo no podía permitirse nuevos tropezones, había que llegar al ecuador de la Liga habiendo sumado los máximos puntos posibles, si era posible los seis restantes, mejor. El primer rival que aparecía en el camino era el Mallorca, un equipo que solamente hacía dos años había estado en Primera, pero que ya no era, ni mucho menos, uno de los gallitos de la categoría. Al mando de los baleares había comenzado la temporada un habitual, el argentino Juan Carlos Forneris, si bien la renqueante marcha del equipo, había llevado a la directiva a sustituirlo por un entrenador de caché, Otto Bumbel, quien tampoco acabaría la temporada.

Del equipo que había jugado en 1ª quedaban muy pocos jugadores: el veterano meta Heredia, el central y capitán Sans, los laterales Taberner y Mariano, los interiores Roselló y Jaime Cano, quien había jugado en primera con el Celta de Vigo y luego lo haría con el Elche y el ariete paraguayo Cáceres. Entre su plantilla destacaba el nombre de Jesús Pereda, que había sido figura del F.C. Barcelona y titular del equipo nacional que había conquistado la Eurocopa de naciones frente a Rusia en 1964, si bien el burgalés se encontraba dando sus últimas bocanadas como futbolista; había otros viejos conocidos de Primera División: el interior Pocholo, ex del Oviedo y Celta y el ex zaragocista Moya, un extremo que se fichó en tiempos procedente del Rayo Vallecano como pretendido sustituto de Canario y que pasó por La Romareda con más pena que gloria. Los fichajes más destacados de ese año habían sido tres jóvenes promesas de la cantera catalana, el interior zurdo Teixidó, que años después jugaría en primera con el Salamanca, el ariete Munné, que destacó más como actor de cine que como futbolista y el extremo zurdo Pérez, que esta misma temporada acabaría incorporándose a la primera plantilla del Barça, para pasar años después al Salamanca, así como el extremo argentino Doval, que pasaría varios años apuntando maneras, sin acabar de cuajar nunca, aunque llegó a figurar en la plantilla del Elche en 1ª División; del filial habían subido dos jugadores que luego serían muchos años titulares del equipo, el portero Vallespir y el defensa Pons.

El Mallorca planteó un encuentro muy defensivo; se mostró como un equipo absolutamente incapaz de crear fútbol, pero a la vez, plantó el autobús en su área e imposibilitó el lucimiento de la delantera del Zaragoza durante toda la primera parte, que fue un auténtico tostón, con un equipo incapaz de crear ocasiones y otro que ni lo intentaba. Leirós, que debutaba en la Romareda, mostraba buenas maneras y muchas ganas de agradar, pero eso no bastaba; ni Planas ni Duñabeitia eran capaces de idear jugadas de peligro, mientras que Ocampos y Galdós eran sujetados, con buenas y malas artes, por un par de jugadores mallorquines cada uno.

Tras el descanso, que acabó sin goles, sucedieron dos eventos que cambiaron el signo del partido; el primero vino motivado por la decisión de Rafa Iriondo de recurrir al veterano Santos, que sustituyó a un ineficaz Duñabeitia, quien a partir de entonces no volvería a salir de titular en toda la temporada. Pero fue aún más importante la aparición de Felipe Ocampos, quien, como era en él habitual, se había partido la cara en solitario contra la defensa rival, sin suerte hasta ese momento, pero que por fin pudo imponerse a la misma, arrastrando en tres jugadas similares a varios defensas y poniendo con certeras asistencias de cabeza tres balones de gol que aprovecharon Martín, en dos ocasiones, y el recién salido Santos, convirtiendo así en victoria clara y contundente lo que durante casi una hora parecía un partido de riesgo.

Pero no había tiempo para respirar, y tres días después había nueva jornada de Liga; el rival era un histórico de la división de plata, el Rayo Vallecano, que el año anterior había luchado por el ascenso a Primera hasta la última jornada, no consiguiéndolo por el “goal average”, pues terminó empatado a 45 puntos con tres de los cuatro equipos que ascendieron, Burgos, Deportivo de La Coruña y Córdoba. Esta temporada la trayectoria del Rayo era mucho más discreta, encontrándose clasificado en tierra de nadie con 15 puntos.

La plantilla del equipo del populoso barrio de Vallecas estaba repleta de nombres conocidos; tenía tres figuras indiscutibles: el lateral derecho Araez, que años después jugaría muchos partidos en Primera con el Málaga, el interior Felines, toda una institución en Vallecas y el goleador Illán, un auténtico trotamundos que se hinchó de marcar goles en todos los equipos donde llegó a jugar –Elche, Rayo, Murcia, Hércules, ….-; pero también eran de sobra conocidos el extremo derecho Veloso, un gallego que formó parte del Madrid “ye-yé”, los defensas Alfonso y Curta, el portero Samper, los centrocampistas Nieto, Bordons y Arias y los delanteros Benito y el mítico Potele, un diminuto jugador que demostraba un pundonor fuera de lo común; muchos de estos jugadores formarían parte de la plantilla que cinco años después alcanzaría por vez primera el ascenso a Primera. Ese año el Rayo había fichado poco; habían llegado el ariete del Deportivo de la Coruña Chapela, internacional en su día en las categorías inferiores, pero cuya carrera estaba estancada (así continuó siempre), el interior Artero, el central Cortés y el medio volante López Garzón.

El entrenador del Rayo Vallecano era de buen nivel: Enrique Orizaola, quien con los años formaría parte del “staff” técnico zaragocista.

El partido se celebró, como era norma en el estadio de Vallecas, en jornada matinal y resultó fácil y cómodo para el Real Zaragoza, especialmente cuando el árbitro expulsó con excesivo rigor al rayista Nieto, hecho que motivó que el Zaragoza jugara más de la mitad del encuentro con superioridad numérica. Planas y Molinos, con el apoyo de Violeta, se hicieron dueños del campo, destacando de nuevo el paraguayo Ocampos, que fue quien facilitó a Galdós la consecución del gol que dio al equipo dos puntos valiosísimos.

El equipo había cumplido con efectividad máxima los retos del final de temporada, aunque ahora llegaba la prueba más difícil, pues visitaba La Romareda el primer “coco” del año, el Real Oviedo. Los asturianos habían concluido el pasado año una temporada flojísima, pero en este su trayectoria era imponente. Había tomado las riendas del equipo un antiguo seleccionador nacional, Eduardo Toba, conocido en el mundo del fútbol como el “doctor Toba”. La clave del éxito del equipo de la capital del Principado radicaba en su fortaleza defensiva; al Oviedo solamente le habían metido 7 goles en 17 jornadas, habiendo terminado en 12 de ellas con su portería a 0.

La defensa ovetense era, en efecto, sólida e infranqueable; en la portería estaba Lombardía, un jugador de la cantera asturiana a quien había tocado la papeleta de suplir a García Remón, el mejor de la temporada pasada y que se había ido a jugar de titular en el Madrid; Lombardía cumpliría sobradamente su papel, siendo el Zamora de la categoría, además de tener un influencia decisiva, como veremos, no solamente en la suerte del Oviedo sino en la del propio Real Zaragoza. Respecto al año anterior, en dicha defensa había dos novedades, pues Toba otorgó su confianza a dos jóvenes valores de la cantera que escribirían páginas importantes tanto en el Oviedo como en el fútbol español de Primera División: el lateral derecho Carrete, un jugador muy completo, con despliegue ofensivo y que sería años después vendido a precio de oro al Valencia y el medio de cierre Vicente, un sobrio y espigado defensa que sería titular del Real Oviedo durante muchos años y posteriormente entrenaría al primer equipo. Completaban la defensa el capitán Tensi, toda una institución en el club, el típico jugador enseña, auténtica referencia del equipo y el sobrio lateral izquierdo Juan Manuel.

También destacaban sobremanera el delantero Galán, técnico y goleador, que sería al finalizar la temporada pichichi de la categoría y llegaría en su día a debutar con la selección absoluta de España y el extremo zurdo Uría, fino e incisivo, a quien al año siguiente Ladislao Kubala llevaría a la selección, reconvirtiéndole en lateral y facilitando su fichaje por el Real Madrid, donde jugó a ratos, regresando a Asturias, al Sporting de Gijón, donde acabó siendo una de las figuras del glorioso equipo de Quini, Mesa, Joaquín, Maceda, …. También eran buenos jugadores el centrocampista navarro Iriarte, que jugaría después en Osasuna y el extremo derecho Javier. Los fichajes relevantes de esa temporada, además de los aciertos referidos de Vicente y Carrete, fueron el extremo Juan María, que había jugado en Primera el año anterior con el Elche, el interior izquierdo del Córdoba Crispi, una de las grandes promesas del fútbol español que no acababa de despegar y el medio volante paraguayo Bravo, uno de esos curiosos “oriundos” de la época.

El partido era muy importante; conseguir la victoria, a la vez que producía el acabar la primera vuelta –a salvo del partido aplazado- con 25 puntos, es decir, a ritmo de ascenso, suponía superar en la tabla al Oviedo, rival directo en la lucha por volver a 1ª División. Para enfrentarse a los asturianos, Iriondo contó con los mismos que habían ganado la semana anterior en Vallecas, con el cambio de Oliveros por Martín, en una nueva demostración de que el bilbaíno no acababa de encontrar un extremo de su gusto.

El partido respondió a las expectativas; ese día hacía en Zaragoza un frío polar y sobre el césped de La Romareda el equipo dio la talla, puso toda la carne en el asador e hizo más méritos para ganar que nunca….. aunque paradójicamente no lo consiguió, pues el Oviedo se llevó los dos puntos de Zaragoza. El día que más falta hacía conseguir la victoria fue, precisamente, aquél en que por primera vez en toda la temporada un equipo mojaba en nuestro campo.

El Zaragoza empezó arrinconando al Oviedo en su área; al poco de iniciarse el encuentro Molinos estreló un balón en el poste izquierdo de Lombardía; este dominio no produjo el ansiado fruto del gol tempranero. El Oviedo, por el contrario, marcó pronto merced a un gol al contrataque de Enrique Galán, el noveno que conseguía ese año. El Zaragoza no se desanimó, y siguió buscando el empate, teniendo diversas ocasiones para ello. Destacó el empuje con que los medios volantes, los canteranos Planas y Violeta, llevaban al equipo hacia delante, pero se comprobó porqué el Oviedo era el equipo menos batido de las tres categorías y, en último término, Lombardía lo paró absolutamente todo. Mediada la segunda mitad, el árbitro expulsó justamente al medio visitante Chuso, que había agredido sin balón a un jugador del Zaragoza, pero esa inferioridad no pudo ser aprovechada por el equipo local.

El partido acabó con derrota, aunque la desilusión de los espectadores quedó en algo paliada por la buena imagen dada por el equipo, que demostró que estaba en condiciones de seguir luchando por el ascenso. No obstante, seguía llamando la atención la ausencia de García Castany y Luis Costa, los dos centrocampistas más técnicos de la plantilla, máxime cuando se echaba en falta alguien con temple y cerebro para complementar el despliegue físico de Planas, Molinos, Duñabeitia…..

El Castellón y el Oviedo se destacaban tras acabar la 1ª vuelta con 28 y 26 puntos, mientras que la leonesa tenía 24, el Zaragoza y el Elche, 23, el sorprendente Logroñés, 21 y el Valladolid, 20.

Pero no quedaba tiempo para quejas; el calendario se complicaba y , tras el Oviedo, los siguientes visitantes iban a ser Elche y Castellón, precisamente los que con los asturianos, iban a disputar los puestos de ascenso al conjunto maño.

Las imágenes están sacadas de las siguientes páginas:
http://futbol.sportec.es
http://usuarios.lycos.es/zaragocistasiempre/los_zaraguayos.htm

Por Falçao.

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