El regreso del viejo león | La Lupa

Real Zaragoza 2 – 1 Atlético Madrid

A veces, observando desde lejos la dinámica de las cosas, resulta difícil de entender el sentido de muchas de ellas. Tan complicado de entender es que un grupo de grandes jugadores se hunda en un marasmo de aridez y derrota como que esa misma dinámica se frene con la llegada de un solo hombre. Por supuesto que es pronto para emitir juicios alegres, pero al menos hay un torniquete en la herida que hace nada sangraba abundantemente. Curarla es lo que habrá que hacer de ahora en adelante. El alivio que esta semana experimentará la afición contrasta con el desasosiego, o mejor dicho gélido escalofrío que tras otra semana de pasión, volvimos a vivir, con cuatro derrotas encadenadas y otro entrenador autodesaparecido en combate. El caos y el desconcierto se extendieron por la ciudad como una mancha de tristeza viscosa. Hacían falta medidas excepcionales.

Siempre, en fútbol, el último recurso que queda en cuestión de crisis de entrenadores o jugadores, es recurrir a los de casa. Al fin y al cabo, es la esencia del equipo mismo, de la tierra que lo sostiene y de la gente de esa tierra. La mancha mediática de una supuesta falta de calidad ha perseguido siempre a los jugadores de casa, más no así a los entrenadores, de los que esta casa ha dado varios y de diferentes estilos, desde el entrenador famosete, resultón y engabardinado, hasta el veterano Mister de toda la vida. Ejemplo palmario de esto último es Don Luis Costa, ya retirado, más aún nos quedaba otro, el viejo León, otro de los nuestros, Don Manolo Villanova, que ya lucía palmito de galán setentero en las viejas fotos en una entonces más lozana Romareda, cuando empezaba a entrenar. No está de más recordar esto, para reírse de la ignorancia de aquellos a quienes esos tiempos pillaban en pañales y ahora hacen del periodismo deportivo un esperpento cómico para uso y consumo de aquellos que nos siguen considerando paletos.

Sería incauto y de desprevenidos pensar que estamos ante un hombre milagro, pero la realidad es lo que es. El equipo necesitaba una victoria que aflojase la soga y que aunase voluntades para ir todos en la misma dirección. Ante el Atlético, Villanova arriesgó, cambió sistema, y de puertas adentro debió impregnar algo a los jugadores de su carácter, transmitiéndoles la sensación de lucha, de trabajo en conjunto, de compromiso. Estos jugadores tienen calidad, pero hasta el más pintado puede bajar los brazos cuando las cosas no salen una y otra vez, cuando lo intentas de todas las maneras, cuando escuchas en pocos meses, tantas cosas diferentes. Al Zaragoza no le salía nada, y ello había derivado en una falta de actitud en el campo en los últimos partidos, fruto de la desesperación y del desánimo.

Podría haber sucedido lo mismo el sábado, se podía haber empatado o perdido, y de nuevo habrían surgido los fantasmas y hasta se podría haber hablado de infortunio, pero algo distinto pasó: se remontó un resultado adverso, y fue como pasa de vez en cuando en la historia de un club, casi apelando a la heroica, a trancas y barrancas, con gol en propia meta del contrario y con penalty casi al final, con tanta tensión en el cuerpo que hasta las gargantas de los aficionados se trababan en la ejecución del himno, en esa hermosa costumbre que nació hace casi un año y casualmente ante el mismo rival.

A nivel individual se vieron cosas que invitan al optimismo. La defensa estuvo más asentada y encima del rival. Paredes hizo un gran trabajo. Se vió a Matuzalem ejercer de jugador equilibrador, pidiendo y distribuyendo balones, y también recuperando. Oscar y Gabi no decepcionaron esta vez. El sistema permitió las llegadas de Juanfran y Diogo, que aún han de hacer cosas importantes este año. Y por supuesto César, grande una vez más, que impidió un desenlace de decepción en una postrera jugada de uno contra uno. Todos estuvieron enchufados, y lo que es más importante, aguantaron así los noventa minutos y pico. Así ha de ser siempre, pues hasta el rabo todo es toro, y en esta liga queda mucho torito por lidiar.

Nada está curado del todo. Pero se ha iniciado el camino para salir de las puertas del infierno. No será fácil. Volverán las derrotas y algún desengaño, pero habrá que sobreponerse a ello, pues forma parte del juego. No hay que dejar que la tensión se transforme en nerviosismo, pues ello sólo conduce a la ineficacia. Humildad, trabajo y concentración ahí estará la clave. Si se ponen esas bases, la calidad aflorará.

Por Ron Peter

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