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Valencia 1 – 1 Real Zaragoza

Puedo prometer y prometo que a los hacedores semanales de lupas no nos gusta comentar, semana tras semana, las desdichas de nuestro equipo. Nosotros no somos como esos medios de comunicación que sólo tienen munición para sus programas, tertulias, editoriales y artículos cuando la situación de España empeora, con aumento de paro, terrorismo por doquier, etc., sean o no sean ciertas las informaciones que reciben. Lo que queremos es glosar las hazañas de nuestro Real Zaragoza en la Liga BBVA o, al menos reflejar con el mayor acierto posible, unas andanzas positivas en dicha Liga. Por ello, una alegría, por mínima que sea, es vista como un triunfo y sobre todo con la esperanza de un futuro mejor. Un empate inesperado se convierte en una victoria moral, y una lupa triste y enojada se convierte en una alegre y animada.

El comienzo del partido contra el Valencia fue extraño, por la puesta en escena telúrica del Real Zaragoza, un habitual de la siesta en sus inicios. Aparte del fenomenal gol de Lanzaro, existieron al menos cuatro oportunidades clarísimas para haber sentenciado el choque, con los levantinos en estado de shock. Una presión acertadísima, una línea de cinco defensas muy bien situada, lejos de la portería de Doblas, y con las tajaduras en la defensa valencianista que provocaban los movimientos de Lafita y Braulio, eran motivos suficientes para la fenomenal entrada zaragocista. Poco a poco el Valencia fue despertando, pero sin crear peligro. Desafortunadamente la falta de conexión y de conocimiento mutuo entre Lanzaro y Doblas acabó con la alegría y proporcionó a un raquítico Valencia un empate injusto.

En la segunda parte Gay demostró que quería ir por la victoria, incorporando al césped a Ander Herrera en vez de un minúsculo Pinter, pero Ander pronto abandonó la lucha, expulsado por un árbitro que decidió acumular más desgracias a la de por sí suficiente de ser colistas con su justicia casera. A partir de entonces no quedó más remedio que defender el empate y se realizó una labor destructora correcta, con orden y simplicidad, que evitó los problemas mayores en la portería bien resguardada por Toni Doblas. El buen partido del equipo no se vio refrendado por una victoria, pero las tablas en esta ocasión, dan entrada a una tibia esperanza, que sólo encontrará firme acomodo en los corazones zaragocistas con dos triunfos en los partidos siguientes en La Romareda.

“Los 5”: o la versión de la “Puerta del Carmen” de Aurelio. La plantilla da para muy poco y se deben buscar soluciones dentro del escaso bagaje de calidad de los jugadores. La temporada pasada salió bien con la defensa de cuatro durante la segunda vuelta, en gran medida por el trabajo de la retaguardia, pero también por el enorme esfuerzo colectivo, en especial de los jugadores de banda, Eliseu y Arizmendi, que miraban más hacia atrás que al natural de adelante. Ya no se encuentran “entre nosotros” ambos y los actuales no tienen esa capacidad defensiva, por lo que es lógico que Gay trate de parar la sangría de goles en contra con un mayor número de zagueros. No tendría que ser un plan ultradefensivo, sino uno que permitiese presionar más arriba y contando con la velocidad de los puntas, atacar con rapidez al rival. Puede servir para restañar las heridas y hasta ahora da resultado. Gay quiere seguir como entrenador, es evidente. Va a intentar sacar petróleo de la mediocre plantilla que le han ofrecido el “Trío de la Bencina”, formado por los inefables Agapito, Pedro y Antonio. Y ojalá obtenga líquido negro de los jugadores, porque iría a favor del Real Zaragoza y de todos los zaragocistas de buena fe, no de los que prefieren las prebendas de sus dirigentes a la buena marcha de la entidad.

Por Jeremy North

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