Soy… tu peor pesadilla | La Lupa

Real Zaragoza 0 – 1 Valencia

Aquel gordo corría por el callejón buscando desesperadamente su inmerecida salvación. Ese mafioso era un ser despreciable, pervertido, usurero, cruel y miserable. Pero aún la escoria más infame tiene instinto de supervivencia. Cuándo dobló la esquina le vio. Sus ojos desprovistos de sentimientos estaban fijos en él mientras le apuntaba con una Magnum 44.

Dicen que cuándo vas a morir toda tu vida pasa por delante de tus ojos, pero aquel cerdo solo acertó a ver la enorme calavera blanca que adornaba el pecho de su verdugo. No se cuestionó el por qué, lo sabía de sobras, únicamente pudo preguntar:

¿Quién eres? 

Con una socarrona sonrisa cínica, aquel tipo le contestó, antes de descerrajarle un balazo en el entrecejo:

Soy tu jodida pesadilla.

Dicen que Frank Castle solo mata a quien lo merece. Es el castigador y sus víctimas, escoria. Pero ¿qué sucede cuándo una pesadilla, además de angustioso delirio es, además, injusta?

La afición zaragocista lleva años, más de los que deseamos recordar, sumida en la más triste de las pesadillas. Este año, llevados más por el deseo que por la realidad, todo parecía distinto, pero el esperanzador comienzo se ha quebrado en mil pedazos y donde había esperanza comienza a haber zozobra y los aficionados empiezan a revivir la desesperación y el hastío que son, desde hace mucho tiempo, el único contenido de sus alforjas.

La noche del miércoles, en la Romareda y ante el Valencia vimos la nada más absoluta, el aburrimiento en estado puro y no cabe hablar de justicia o injusticia, porque cuándo un equipo no tira puerta en más de 90 minutos su único merecimiento es la derrota. Y lo demás, sandeces.

No es que los Levantinos realizaran un gran partido, pero tampoco fue necesario. La defensa blanquilla es una broma de mal gusto con una descolocación, falta de actitud y desconcentración digna de aparecer en los manuales balompédicos como el ejemplo de cómo no se debe jugar al fútbol.

Y lo peor no es la derrota, que nos retrotrae a nuestra dantesca realidad de equipo del último tercio de la tabla que coquetea constantemente con el descenso, sino la cara de gilipollas que se te queda cuándo ves el ridículo que supone que tu equipo necesite hacer 3 toques para sacar una falta dentro del área rival, o ves a ese supuesto gran futbolista de Ganímedes pulular por el césped como si la historia no fuera con él, sin ofrecerse ni ofrecer nada o a Postiga más solo que Gary Cooper en Hadleyville.

Y la desesperación se troca en indignación cuándo esa supuesta perla de la cantera que sale al campo fresco con media hora por delante pierde el balón y se queda tranquilamente contemplando, cual espectador de lujo, como el rival monta un contraataque con la pelota que acaban de robarle sin demasiado esfuerzo o cuándo al intentar analizar el engendro que has soportado estoicamente echas cuentas y tu único tiro a puerta ha sido un error de la defensa contraria y casi un gol en propia meta.

Y la indignación lleva a la pasividad y la indiferencia, cuándo contemplas que la verdad siempre acaba abriéndose paso y que es mentira que a base de jugadores descartados, parados multimillonarios y cesiones forzadas de espurios intereses pueda llegar a confeccionarse un buen equipo, porque los milagros no existen.

Como en casi todo en esta vida es necesario el equilibrio. Si sobra calidad la cuantía de testosterona necesaria será menor, pero si la calidad escasea no quedará otra que echarle huevos. Pero si los jugadores ni van sobrados de calidad, ni de actitud el resultado es el insultante despropósito que la maltratada afición del real Zaragoza tuvo que sufrir el miércoles en su casa.

Y luego dirán que la afición no ayuda. Pero ¿Quién demonios motiva al motivador? ¿De verdad es esto todo lo que pueden ofrecernos, jornada tras jornada temporada tras temporada? ¿Ya ni siquiera jugar con el valencia, uno de los buenos equipos de la liga, nos motiva? ¿Cuándo se fue todo al guano? Nos queda el recuerdo, el pasado glorioso y hasta eso acabará difuminándose en el olvido corroído por el ácido de la descomposición del cadáver que un día fue grande de Europa.

Señores, váyanse ustedes a hacer puñetas, porque el partido ante el Valencia fue un horror, un espanto, un miserable compendio de despropósitos, un aborrecible circo con enanos gigantescos, payasos que hacen llorar y gatitos en lugar de leones. Si les queda algo de vergüenza al menos esfuércense, aunque solo sea por decencia, por profesionalidad y por dar la cara, porque la afición empieza a estar harta y ustedes huelen a culpables y los culpables, merecen castigo.

Por Gualterio Malatesta

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