La caída de la Casa Usher | La Lupa

Real Zaragoza 0 – 2 RM Castilla

“La caída de la Casa Usher”, también conocido como “El hundimiento de la casa Usher” (1839), es un cuento de terror del escritor estadounidense Edgar Allan Poe. El relato, considerado uno de los más importantes de su producción narrativa y obra sublime del terror sicológico de su época, es denso y barroco, con muchos matices alrededor de lo decadente, lo morboso y lo insano. La maestría del autor al transcribir esas pesadas emociones nos hace recordar otro mundo, no onírico ni fantasioso, sino desgraciadamente real, aunque tan opresivamente abrumador como aquel para aquellos que lo amamos. Hablamos del Real Zaragoza actual, de su último partido, y de todo lo que le rodea.

En el cuento, un joven caballero es invitado al viejo caserón de un amigo de la infancia, Roderick Usher, artista enfermizo y excéntrico que vive completamente recluido. Usher vive presa de una enfermedad indefinible, lo que hace a todos temer por su vida. El caballero recuerda a Usher como alguien jovial y de cierto éxito, y parece extrañado ante la llamada de su amigo. Pero la decadencia es real y no tarda en darse cuenta.

“Durante todo un día de otoño, triste, oscuro, silencioso, cuando las nubes se cernían bajas y pesadas en el cielo, crucé solo, a caballo, una región singularmente lúgubre del país; y, al fin, al acercarse las sombras de la noche, me encontré a la vista de la melancólica Casa Usher. No sé cómo fue, pero a la primera mirada que eché al edificio invadió mi espíritu un sentimiento de insoportable tristeza.”

Hace tiempo que el Real Zaragoza parece inscrito en una trayectoria descendente tanto en lo deportivo como en lo societario. El antaño club de nuestros recuerdos más felices fue poseído hace años por un espíritu sulfúreo que impregnó todo con una peste insufrible, cuyos tentáculos buscaban sólo su propio sustento. Movido por una ambición innoble y desmedida, chupó y sorbió hasta desvitalizar las estructuras que durante muchas épocas, habían sostenido un concepto deportivo de primera categoría. Como un parásito sin cerebro, desproveyó de hálito vital el propio cuerpo que le daba la apariencia para seguir ejerciendo sus malolientes chanchullos.

Esto me recordaba mucho la aparente integridad de ciertos maderajes que se han podrido largo tiempo en alguna cripta descuidada, sin que intervenga el soplo del aire exterior. Aparte de este indicio de ruina general la fábrica daba pocas señales de inestabilidad. Quizá el ojo de un observador minucioso hubiera podido descubrir una fisura apenas perceptible que, extendiéndose desde el tejado del edificio, en el frente, se abría camino pared abajo, en zig-zag, hasta perderse en las sombrías aguas del estanque.

Durante muchos años, en la vieja Romareda se vió fútbol competitivo, a veces vistoso y de toque, se disputaban partidos contra rivales de entidad, de España y de Europa. Aquello fue fruto del trabajo de muchas personas en distintas épocas, unas fueron más acertadas que otras, pero aún en los más bajos momentos, siempre permanecía el alma, la identidad, como garante de que aún en la adversidad, habría una dignidad por la que luchar. Pero hoy, cuando el partido acaba, los aficionados despertamos del marasmo que nos indujo la esperanza, y nos encontramos con la realidad.

“Miré el escenario que tenía delante -la casa y el sencillo paisaje del dominio, las paredes desnudas, las ventanas como ojos vacíos, los ralos y siniestros juncos, y los escasos troncos de árboles agostados- con una fuerte depresión de ánimo únicamente comparable, como sensación terrena, al despertar del fumador de opio, la amarga caída en la existencia cotidiana, el horrible descorrerse del velo. “

Hoy en día el Real Zaragoza, carcomido por dentro, se ve incapaz de responder por fuera. Si alguna vez en la temporada el equipo pareció funcionar, esa impresión ha sido consumida por el desorden. Se descuidan u olvidan las jugadas tanto en ataque como en defensa. El equipo es unas veces un espectro que deambula de campo en campo al albur del destino, y otras es un ejercicio improductivo de querer y no poder, sin cordura, rumbo ni fortuna.

“Y entonces, transcurridos algunos días de amarga pena, sobrevino un cambio visible en las características del desorden mental de mi amigo. Sus maneras habituales habían desaparecido. Descuidaba u olvidaba sus ocupaciones comunes. Erraba de aposento en aposento con paso presuroso, desigual, sin rumbo. La palidez de su semblante había adquirido, si era posible tal cosa, un tinte más espectral, pero la luminosidad de sus ojos había desaparecido por completo”

Y mientras todo esto sucede en el terreno de juego, la descomposición continúa. La fagocítica bestia se ve acorralada por las consecuencias de sus propios actos. ¡Qué vergüenza ajena produce ver las fotografías del imputado entrando impasible en los juzgados!. Aunque nos hemos acostumbrado tanto a la corrupción y a la podredumbre que en ocasiones lo inmoral nos parece cotidiano. Y entonces… ¿Qué podrá quedar en pie del castillo, nuestra casa zaragocista, donde ondeaba orgulloso nuestro blasón?

“De aquel aposento, de aquella mansión huí aterrado.”

“El resplandor venía de la luna llena, roja como la sangre, que brillaba ahora a través de aquella fisura casi imperceptible dibujada en zig-zag desde el tejado del edificio hasta la base. Mientras la contemplaba, la figura se ensanchó rápidamente, pasó un furioso soplo del torbellino, todo el disco del satélite irrumpió de pronto ante mis ojos y mi espíritu vaciló al ver desmoronarse los poderosos muros, y hubo un largo y tumultuoso clamor como la voz de mil torrentes, y a mis pies el profundo y corrompido estanque se cerró sombrío, silencioso, sobre los restos de la Casa Usher”

Por Ron Peter

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