“Houston, tenemos un problema”, la frase proferida por el astronauta Jack Swigert durante el accidentado viaje del Apolo 13, justo después de observar una luz de advertencia acompañada de un estallido a las 21:08 del 13 de abril de 1970, es una sentencia que se ha popularizado, usándose para dar cuenta -de manera informal- del surgimiento de un problema imprevisto. A veces, incluso se emplea cuando el problema no era tan inesperado, pues hay cosas que se dejan ver. Otra cosa es que queramos o no verlas.
Que el Real Zaragoza es un equipo construido para ascender, dado que la plantilla es mejor y más compensada que el año pasado, y que hay que hacerlo por la vía directa, es decir, alcanzando uno de los dos primeros puestos de la clasificación, todo ello es un mensaje optimista, de ilusión, pero el aroma que exhala es más desiderativo, que realista. Es una manera de mezclar deseos, de marcarse objetivos ideales, si bien partiendo desgraciadamente de unas premisas solo aptas para criterios no demasiado críticos. Y este tipo de mensajes, o se hacen sólidos pronto, o se desvanecen.
Pronto, quizás antes de lo que todos pensábamos, llegó la primera bofetada seria. A la cuarta jornada, en casa. ¿para qué esperar más? Las esperanzas que habían despertado los partidos contra la Real Sociedad o el Almería, y algún tramo del partido contra el Mirandés, se vieron truncadas este sábado. El Real Zaragoza fue incapaz de marcar un solo gol en todo el partido contra otro equipo tan mediocre como él, aunque eso sí, con más fortuna y más oficio. Angel desaprovechó una clara ocasión en el primer minuto. Poco después, el Córdoba tras un fallo de Rico, ejecutó un tiro no muy duro, parable, que Bono no atajó. Y ahí se acabó el partido, por llamar de alguna manera al evento que se vivió en el campo municipal.
Todo lo demás fue un ejercicio de impotencia. El Córdoba no poseyó el balón, no dominó el terreno, se limitó a sostener cierta presión y a aprovechar los fallos y desconexiones zaragocistas. Sometió a Jaime a una marca especial, y taponó a Dorca y a Wilk en el centro, que pronto entraron en una dinámica de torpezas. Y eso fue suficiente para llevarse los tres puntos.
Tenemos un problema. Ya sabíamos, porque es lo más evidente, que no tenemos una delantera de garantías. Ojo, aún no sabemos si Angel y Ortuño saldrán buenos delanteros. Pero es que no hay más. Bien, y ahora… ¿Qué pasa en el centro del campo? Nadie lleva el balón, nadie circula con criterio. Nadie, salvo Morán cuando salió, se atrevió a hacer un cambio de juego o un pase largo. Pedro tampoco lo hizo bien. Si esto no fluye, mal vamos. Popovic debe analizar muchas cosas.
El tema acaba de empezar, y aún no se han probado todos los remedios. Hay jugadores que pueden ofrecer prestaciones: los Vallejo, Mario, Diamanka, Morán, Hinestroza, Abraham, etc. pueden ayudar a que funcionen nuevos esquemas o a mejorar lo presente. Pero es el entrenador el que tiene que saber mover las piezas correctamente. El sábado parte de la grada manifestó su desacuerdo. Eso es negativo en la medida en que introduce inestabilidad, pero es positivo en el sentido de que parece que vuelve el espíritu crítico a la afición. Ahora hay que saber reconducir esa exigencia, con el fin de alcanzar la tensión que precisa jugar para ascender.
Esto es la Segunda división, Aquí todos los equipo son muy similares. No hay estrellas individuales, hay equipos conjuntados, que trabajan la estrategia y el fondo físico. Factores como la presión o el empuje, las ganas de ganar, pueden resultar muy influyentes. Como sucedió contra el Almería. Eso es lo que esperaba el público. El próximo domingo, nuevo duelo, contra Osasuna nada menos, y con unas nubes de tormenta en el horizonte que no presagian precisamente calma y sosiego.
por Ron Peter
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