1971-72 (6): Se llega al final con las espadas en alto

Tras la primera vuelta el equipo daba más sensación de solidez y conjunción que meses antes, pero no acababa de cuajar del todo. A la ausencia de un buen organizador, se sumaba la poca fiabilidad del juego por las bandas, tan sólo Rico, cuya temporada era excelente, era capaz de abrir las defensas por los extremos, pues ni Martín ni Oliveros ni Totó ofrecían soluciones y Leirós aún no había demostrado sus cualidades. A todo esto había que sumar que fuera de casa era fácil que los rivales hicieran el partido del año y costaba sangre, sudor y lágrimas arañar puntos. Se habían conseguido 32 goles, cifra respetable, pero los 18 encajados eran demasiados. Galdós llevaba 8 goles, un buen montante para alguien que debutaba en el fútbol de nivel, mientras que Ocampos había logrado 7, a los que habría que añadir las asistencias. Por el contrario, al equipo le faltaban extremos incisivos y centrocampistas con llegada.

El Zaragoza viajaba a Langreo en situación de extrema necesidad. El equipo minero se encontraba hundido en la clasificación, pero ya se había demostrado que en ocasiones esta circunstancia no servía para nada y que ante el Zaragoza, que aunque no había ido líder en toda la Liga era el indiscutible “grande” de la categoría, todos se crecían.

Frente a los asturianos Rafa Iriondo no pudo contar con Ocampos, sancionado por acumulación de tarjetas –era un auténtico coleccionista de ellas- y presentó como mayor novedad la inclusión en el equipo titular de Emilio Lacruz, quien solamente había jugado un ratito en Pontevedra desde que el bilbaíno había asumido la dirección del equipo; dejando a Molinos de volante defensivo, al oscense le acompañaba un auténtico triunvirato de lujo: Planas, García Castany y Luis Costa, es decir, un centro del campo de primera; Galdós y Leirós compusieron la dupla atacante.

El Langreo, en pura teoría poco podía oponer frente a la calidad de su rival; su nuevo entrenador Casas, que había sustituido a Laureano Ruiz tenía a sus órdenes un grupo de jugadores de tercera fila, con algún veterano segundón, clase de tropa y unos pocos jóvenes sin mayor futuro. Por una vez, la lógica imperó en el fútbol y el Zaragoza se impuso por 0-1.

A pesar de lo exiguo del marcador, el Zaragoza fue superior en todo a su rival; la Unión Popular de Langreo apenas opuso resistencia y un gol de Galdós antes del descanso dejó el encuentro sentenciado. El centro de campo aragonés hizo honor al prestigio de sus componentes y la victoria supuso una inyección de moral para todos.

La importancia del triunfo zaragocista aumentó cuando se supo que los tres máximos rivales para el ascenso, Oviedo, Castellón y Elche, habían perdido sus partidos; tras las últimas decepciones, la esperanza renacía, y con fuerza, en Zaragoza. El día de San José había sido redondo en todos los aspectos, se podía seguir soñando. Se rompía, además, una racha de más de dos meses sin ganar a domicilio.

Tras el Langreo, correspondía otro rival de entre el grupo de los más firmes candidatos al descenso: el Racing de Ferrol. Los gallegos estaban pagando su pésimo inicio de liga, y aunque al mando del argentino Rafael Franco habían mejorado muchísimo, seguían en posición muy precaria; no obstante el Zaragoza haría bien en no fiarse, pues el Ferrol contaba entre sus más recientes hazañas el haber vencido al real Oviedo y haber empatado en Castalia. Su entrenador había confiado la tarea de remontar posiciones en la tabla a los jugadores “de siempre” de la plantilla –Bastida, Arturo, Rivera, Germán, Unzueta, …- que habían logrado conformar un equipo experto, sólido y difícil de batir, aunque, evidentemente, de una calidad muy inferior a la del Zaragoza.

Rafa Iriondo repitió el equipo que había vencido en Langreo, con la única novedad de la vuelta del ariete Ocampos, que formaba el ataque con Galdós y Leirós, quedando Lacruz en el banquillo.

El Ferrol presentó las dificultades esperadas y el Zaragoza solamente se pudo imponer tras luchar mucho y gozar de algún que otro favor del colegiado del partido Sr. Cabezas. Se adelantaron pronto los blanquillos, al empujar a la red Leirós un rechace del meta Santi, pero no se arredraron los gallegos y empataron pronto por medio de su goleador Germán en una desafortunada acción de Villanova. El meta aragonés tuvo una larga fase de desconcierto en la que el Zaragoza estuvo a punto de encajar más goles, reclamando incluso los gallegos un penalti. El portero titular del Zaragoza alegaría con posterioridad al encuentro que sus pérdida de concentración a lo largo de la primera parte se había debido a una indisposición por algo que había comido aquel día.

Con el marcador en tablas, corrió por la grada la noticia de que el Castellón perdía en casa con el Villarreal, lo que aumentaba, si cabía, la importancia de una hipotética victoria zaragocista. El árbitro volvió a lanzar una pequeña ayuda al pitar un riguroso penalti por una mano de dudosa voluntariedad. El máximo castigo lo Falçao.

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