¡Con todos ustedes… el Gran Agapito Iglesias!

En los albores del siglo XX tuvo lugar el nacimiento de todo un mito en el mundo del ilusionismo y la magia, el Gran Harry Houdini. Este mago de origen húngaro es considerado como el más grande ilusionista de la historia, especialmente por sus peligrosas actuaciones de escapismo, capaces de sorprender al público más incrédulo y avispado.

Sin embargo en los últimos años con la llegada de Agapito Iglesias al Real Zaragoza, tal vez hayamos sido testigos del nacimiento de una figura de la magia y el escapismo que puede dejar a la altura del barro a la del Gran Houdini. Con una especie de habilidad innata el “Gran Agapito” es capaz de salir indemne de las situaciones más comprometidas y graves por las que ha atravesado el Real Zaragoza desde su llegada como máximo accionista primero, y como presidente después.

Como avezado mago es capaz de desviar la atención del respetable y lograr el aplauso general en el momento clave de su número, gracias a pequeños trucos y efectos de ilusión. Tras la nefasta campaña 2007-2008, que tuvo como trágico final el descenso a Segunda División, nuestro ilusionista particular dio un golpe de efecto magistral con la contratación del técnico más cotizado del momento, Marcelino García Toral, algo que prácticamente inimaginable para un equipo que militase en la categoría de plata del fútbol español. Con ello logró de un plumazo quitarse toda la presión mediática y popular que le atosigaba por su primer gran fracaso como propietario del club.

En su cuarta temporada al frente del club, cuando más palpable era la fractura existente entre afición y propietario/directiva, de nuevo llevó a cabo uno de sus increíbles trucos con una doble maniobra: el cese del Consejo de Administración que hasta entonces le había servido de parapeto de las críticas, y el de Marcelino, a pesar de contar, según sus propias palabras, con toda su confianza para capitanear la nave zaragocista y con el apoyo incondicional de la afición, manifestado de una manera más que nítida en el municipal de La Romareda. En este caso, fue necesario respaldar ambas decisiones con una remodelación completa de la plantilla para evitar el desastre, remodelación que al parecer fue obra de Poschner, otro de los colaboradores de nuestro ilusionista que ha pasado a mejor vida como antes lo hicieron Bandrés, Victor Fernández y así, suma y sigue.

Como todo buen artista, nuestro Gran Agapito sabe que en toda representación tragicómica es necesario renovar los trucos para no aburrir al personal, en su caso para seguir saliendo indemne de las críticas cada vez más palpables a su gestión al frente del club. Y es precisamente en los momentos en los que la afición muestra con más ahínco su disconformidad con la marcha del club, en general, y del primer equipo, en particular, cuando el Gran ilusionista del siglo XXI vuelve a aparecer en escena para deleite de propios y extraños.

La contratación del “vasco” Aguirre es, sin duda, un nuevo truco de un ilusionista demasiado acostumbrado a dar golpes de efecto y desviar atenciones en momentos clave. Cuando más palpable empezaba a ser el sentimiento de descontento del sufrido aficionado zaragocista, tal y como se vio en el previo al partido contra el Sevilla con el tifo elaborado por el “Movimiento Avispa” y las primeras protestas sonoras de la grada, el mago Agapito volvió a sacar un nuevo conejo de la chistera para deleite de todos, a pesar de haber perjurado que el tándem Gay-Nayim contaba con su total confianza tras finalizar el envite. A buen seguro no faltarán los palmeros que, ante este nuevo truco, abogarán por placar totalmente la protesta continua y silenciosa, a la vez que respetuosa, ante la “nueva” situación que se nos presenta. Poco importará para ellos la bajísima calidad de un plantilla, escasa y descompensada, los malísimos resultados cosechados, eliminación de Copa incluida, la precaria situación económica y un largo etcétera, aspectos que siguen lapidando a nuestro club y, lo que es peor, con muy pocos visos de solución, al menos a corto plazo.

La experiencia pasada nos enseña que, únicamente en los momentos de mayor presión externa, Agapito se ha visto forzado a tomar decisiones en la dirección correcta. Más allá de la decisión del cambio de entrenador, que solo el tiempo juzgará como correcta o no, el Real Zaragoza actual requiere de cambios mucho más profundos, tanto en lo organizativo como en lo institucional, para volver por sus fueros pasados. Sin duda, dichos cambios solamente serán posibles si el gran ilusionista y embaucador Agapito siente en su propia nuca el aliento de una afición más que harta de ver como su equipo arrastra su más que destacada trayectoria en el fútbol europeo por los campos de Primera. En caso de que no haya una alta exigencia por parte de lo que llamamos “el Zaragocismo“ el club de nuestros amores seguirá siendo un barco a la deriva, sin rumbo ni capitán, viviendo una larga agonía con un oscuro final que nadie desea que se produzca.

Es labor de todos, aficionados de a pie, peñas, medios de comunicación, instituciones, etc. empujar para que se produzcan los cambios necesarios para revertir la situación deportiva e institucional. El fichaje de Aguirre puede ser un buen primer paso pero faltan muchos más en una larga escalera cuyo final no es otro que la salvación del Real Zaragoza.

Por Darklord.

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