Ganar una Copa de Ferias para esto…

Se me hizo muy triste ver el miércoles a Canario, él solo, sentado en el palco, en el trofeo que rinde memoria a su amigo Carlos Lapetra.

Ver el campo donde sentaron cátedra vacío , con 3 equipos de medio pelo, con una tanda de penaltys insoportablemente larga donde nadie atinaba, 2 horas y media de “medio partidos”…

Le miraba y me preguntaba… ¿que pensará este hombre? Un tío que, en su juventud, ha jugado con Pelé, con Lapetra, con Reija, con Di Stéfano… Que ha jugado con el Zaragoza innumerables finales, que ha ganado títulos, que ha salido aplaudido de campos forasteros por el fútbol que hacían…

Y el «homenaje» que se les da es semejante tostón.

Parecía un anciano que acude puntual todos los años, en el aniversario de su muerte, a la tumba de su amigo, y se queda recordándole en silencio.

¿Qué diálogo imaginario tendría con sus amigos Santos y Lapetra? ¿Recordarían cuando pasearon la Copa de Ferias en el techo de un autobús por toda Zaragoza? ¿Pondrían su mente en el día en que la afición del Leeds les obligó a volver al campo a saludar después de eliminarles en unas semifinales de Copa de Ferias?¿En aquella tarde en Lieja que se reunieron sobre el césped por primera vez con Villa y Marcelino?

Me fijé que hubo un momento que se removió como incómodo en su asiento y miró al suelo. “Menos mal que no podéis verlo” parecía decir.

Unas filas más abajo, Prieto (por nombrar sólo uno), con un moreno impecable, se abrochaba los botones de su traje de Armani mientras se oía de fondo a los Ligallo cantar: «Campeones, campeones» cuando marcaba el Zaragoza.

A eso de las 10 y media, decidí (ya no aguantaba más) marcharme a casa. Quise meterme en el palco, pasar por delante de Paredes (que ,en ese momento, miraba los mensajes en su teléfono móvil) para saludarle y darle la mano.

Pensé en decirle que crecí oyendo las historias que me contaban mis tíos sobre aquél equipo. Que devoraba un viejo libro que contaba la historia del Zaragoza y que me leía rápido la parte de los años 40 y 50 (leía rápido, nunca me saltaba) para llegar al capítulo de “Los 5 magníficos”. Que, cuando jugaba en el patio y los demás niños “eran” Stoichkov, Koeman o Hugo Sánchez, se extrañaban cuando les decía “pues yo soy Lapetra” “¿Y quién es ése? Si tú siempre eres Señor o Pardeza” “Pero es que voy a darle todo el rato con la izquierda” Y no lo pillaban, claro.

Quise decirle…Pero me dio tanta vergüenza.

Unas filas más abajo, Porquera (por nombrar sólo uno), se reía discretamente de un comentario que había hecho uno de sus elegantes contertulios. Parecía algo menos apurado que yo.

Y cuando ya enfilaba las escaleras que llevan a la puerta de salida, me giré (casi marca el Huesca) y, con el rabillo del ojo, ví en lo alto del estadio, la bandera del Zaragoza situada la penúltima a la derecha.

Apuré el último trago de mi Coca-Cola , adquirida a 3 euros, y pensé: «Venga va, un empujoncito más y ya lo habréis conseguido».

“Porque este partido ya no se gana sólo metiendo goles”, dije inconscientemente en voz alta cuando uno de los porteros interrumpió su conversación para abrirme la puerta.

Y cerrarla detrás de mí.

Por RubenII.

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