Hibernación

Llevo 36 años acudiendo domingo tras domingo a La Romareda. Todavía tengo recuerdos de cuando empecé a ir de la mano de mi padre a mediados de los setenta, posteriormente con mi hermano mayor, para más tarde acudir con mis amigos de siempre.

He vivido alegría y tristeza con mi equipo, las finales, las gestas, los títulos…las derrotas, tres descensos… pero siempre he permanecido fiel a mi equipo, nunca concebiría un domingo sin el ritual de dirigirme camino del vetusto estadio de La Romareda… o eso pensaba.

Todavía veo la imagen del desembarco de Agapito “el exterminador” Iglesias en el club, aquellas fotos nocturnas deslumbrantes del fichaje de D’Alessandro, esa primera temporada esperanzadora (¿o embaucadora?), para caer con estrépito más tarde en los infiernos… Tras la vuelta a la máxima categoría nos encontramos actualmente con una plantilla que puede asemejarse al “timo de los billetes tintados”, tras vender todo lo vendible que han podido, han completado el equipo con nombres desconocidos, del mercado libre, los que algunos acertadamente llamasteis “outlet”, completando un elenco de futbolistas que son como esos billetes, jugadores de bajo nivel que están esperando que Gay y Nayim, con su máquina milagrosa, realicen con éxito la operación con productos químicos y conviertan ese papel ennegrecido en billetes reales, pero cuando los han puesto a jugar han resultado ser papel cartón mojado… y no se ve el color de billetes ni por una esquinita… habitualmente los “timadores” desaparecen del lugar del “crimen”, pero no es este el caso.

Todos estos años agapitistas han ido haciendo mella en mi pasión por el fútbol, acrecentándose cada año mi hastío, años en los que acudía a La Romareda con la inercia de un autómata. Ya sé que el Real Zaragoza está por encima de sus dirigentes, pero su devenir va de la mano de los mismos, y el exterminador ha conseguido poner al equipo de mis amores al mismo nivel de su incapacidad, a ras de suelo, en el lodazal de la clasificación deportiva y económicamente en la nada. Ver el rol que desempeña mi Real Zaragoza en el fútbol actual (solo oyen su nombre y huyen como de la peste) finalmente ha acabado con mi paciencia. Cada año, desde la temporada 1978-1979 con mi primer abono infantil, esperaba ansioso mi nuevo número de abonado (esta temporada iba a bajar del número 2.000), pero no lo veré, ya que no he renovado mi abono con el Real Zaragoza.

Lo tomaré como un periodo de hibernación, del que espero despertar cuando alguien haya comprado las acciones del señor Iglesias. Entonces volveré a La Romareda, eso seguro, pero no antes, por muchos jugadores que cambie, muchos entrenadores que cese, mientras siga el actual accionista mayoritario con su estulticia suprema en sus decisiones, así permaneceré, en estado de sueño agapital. Aunque empiezo a temer que mi equipo como club camina con paso firme hacia la desintegración y quizás cuando quiera volver a subirme al barco el Real Zaragoza ya no exista.

Por Michael Imperioli.

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