La pachanga de Agapito

Triangular aragonés; Huesca, Zaragoza y Teruel; Teruel, Huesca y Zaragoza, Zaragoza, Huesca y Teruel. Tres provincias, un solo pueblo, una fiesta, la fiesta del futbol aragonés. Tres equipos, un torneo, el Ciudad de Zaragoza, memorial Carlos Lapetra. Seguro que si el magnífico hubiera acudido, se habría sentido orgulloso de reunir bajo su nombre a los representantes de las tres provincias, los equipos de Aragón.

Pero fue una fiesta a medias. La delicada, delicadísima situación que atraviesa el equipo de su alma, la fecha en el calendario, y el horario tardano en un día laborable, tiñeron de gris lo que antaño se celebró como un trofeo de categoría. Recuerdo el Ciudad de Zaragoza, celebrado en verano, a la altura de las grandes citas estivales, como el Trofeo Colombino, o el Ramón de Carranza. Equipos europeos apretaban sus agendas para acudir a Zaragoza, donde los blanquillos se presentaban ante el público soberano, que soñaba con una nueva buena temporada de los suyos, y ¿por qué no? Con una Copa del Rey.

Ayer todo fue distinto; el campo medio vacío. Y no, no estoy siendo pesimista, sino demasiado optimista. No eran ni 3000 los valientes, u ociosos que se acercaron a La Romareda a ver lo que, insisto, debería haber sido la gran fiesta aragonesa.

Tres equipos de segunda, y digo de segunda, porque la categoría que le sobraba al Real Zaragoza, la ganó el Teruel con lucha, casta y garra; y demostrando que se están haciendo las cosas bien a orillas del Guadalaviar. Tres partidos a 45 minutos, primero los invitados. Un empate a cero que la suerte de los penaltis, igualadísimos por cierto, hizo que la balanza se inclinara hacia los Pirineos. El perdedor, quizá tocado por la mala suerte del anterior encuentro, se enfrentó al anfitrión, que por medio de Braulio y Bouhatar, ninguno titular, a todo esto, se colocó líder de la liguilla de los tres hermanos. Aplausos al Teruel al término de su actuación.

Era el turno del partido fuerte. La reciente rivalidad con el Huesca, debido a varios desencuentros en estos últimos años, daba un extra de emoción al choque. Y quiso el destino, como casi siempre, quizás traidor, que fuera un exzaragocista, Luis Helguera, el encargado de sacar los colores a la zaga de los locales. Sin tiempo, ni quizá ganas, para reaccionar; pues un grupo tan heterogéneo de jugadores, sin conocimiento de la historia zaragocista, ni de la importancia para nuestro club del homenajeado Carlos Lapetra, no va a sacar la casta en una pachanga ante 4 gatos, más preocupados de mirar al palco que al verde, de mostrar su descontento por la gestión, pues al fin y al cabo, este partido no daba puntos, tan necesarios a día de hoy para nuestra permanencia, o supervivencia.

El post-partido, ¿a quién le importa? Supongo que a los oscenses, que podrán exponer en el Alcoraz, el Trofeo Ciudad de Zaragoza.

Por esnaiderita_9.

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