La levedad y el peso

En la novela “La insoportable levedad del ser”, el escritor Milan Kundera viene a tratar el debate filosófico que desde la cultura griega ya se instauró con Parménides. Esta novela ambientada en la Primavera de Praga, recoge una de las dudas del ser humano que a todos se nos ha planteado alguna vez en nuestras vidas.

¿Qué es mejor? Soportar la vida con el peso, es decir con las cargas que suponen las obligaciones, las responsabilidades y el futuro incierto, o vivir en la levedad que conlleva el alejarse de la realidad y rehuyendo el gravamen de la existencia.

En cierto modo la realidad zaragocista es un reflejo de las dos posturas.

En primera línea de análisis nos encontramos al entrenador Gay. Claro exponente de la defensa incuestionable de la levedad del ser. Su optimismo y mensaje utópico ya no llegan ni a la plantilla ni a la afición. Tan sólo su conformismo con la realidad que le ha tocado vivir, le mantiene a flote en este hundimiento de la nave zaragocista. Es el timonel que no distingue sotavento de barlovento pero se niega a soltar el timón. Permanece Gay agarrado al trozo de madera arrojado por la borda por Agapito Iglesias, aunque los tiburones ya rondan a su alrededor.

En segundo lugar podemos observar a Agapito Iglesias que es el exponente del que soporta el peso de la existencia sin más. No actúa para remediar el mal y las pocas veces que interviene las medidas adoptadas no son las adecuadas. Él nos hizo cambiar la vieja carabela fiable y digna por un arrogante Titanic. El mismo que estrelló el mastodonte contra el iceberg, y que en vez de reparar las vías de agua, se empeña en achicar el agua con las manos y no arriar los botes salvavidas.

Finalmente se halla el pasaje de la nave. Los hay de las dos categorías reflejadas por el checo Kundera. Los que soportan el mal con resignación, ya que desde su posición lo único que pueden hacer es saltar al océano congelado, y los alejados de la realidad que confían en su capitán y no creen que el Titanic pueda irse a pique.

Desconozco cuál es la actitud correcta. No sé si dentro de nuestras posibilidades debemos ser consecuentes con la realidad y cargar con el sufrimiento que el porvenir nos deparará. O si debemos aislarnos de tanta contrariedad para no sufrir más. Tanto en uno como en otro caso dependemos de lo que el sordo capitán decida, aunque éste crea estar jugando en la seguridad de la bañera de su morada.

Yo, sinceramente, he llegado al punto de ataraxia. Me quedo junto a la orquesta del Titanic con un dry martini en la mano mientras espero que algún otro capitán avispado acerque su buque al rescate de nuestro navío.

Por Melmoth.

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