Los políticos y el Real Zaragoza
El cocktail política-fútbol no combina. Partimos de una base lógica: el erario público no debe financiar a sociedades anónimas privadas, debería ser algo obvio. A partir de esa base, comienzan las disquisiciones sobre los fines y representación social de esas sociedades y la tentación política de intervenir en su desarrollo.
La política aragonesa buscó su hueco en el mundo del fútbol, auspiciando una solución y un comprador en mayo de 2006 para el cansado Alfonso Soláns. Ese mirlo blanco apoyado desde las más altas instancias del Pignatelli para coger las riendas de La SAD fue Agapito Iglesias y éste apareció solícito, dispuesto a participar en el festín del ladrillo, su campo de operaciones habitual, y en sus ojos le rulaban los euros con los que se iba a forrar.
Qué buena pinta tenía todo, incluso el equipo de fútbol, elemento secundario del asunto, podía salir beneficiado.
Pero…se jodió todo: el ladrillo, las recalificaciones, las ventas de suelo, etc.
Desde 2007 el Real Zaragoza se encuentra sumido en una deriva autodestructiva en todos sus ámbitos: deportivo, institucional, económico, con amenaza firme de desaparición.
Y ha llegado la hora de pedir cuentas por los aficionados zaragocistas a todos esos que quisieron jugar al aprendiz de brujo con esto del fútbol, metiéndose en un charco para el que no se habían puesto botas de agua.
Tenemos unas elecciones autonómicas el 22 de mayo y los aficionados podemos “acordarnos” muy bien, cuando vayamos a ejercer nuestro derecho al voto, de cuál ha sido el partido político que ejerció como cómplice en la destrucción del Real Zaragoza. Perder un voto es anecdótico, pero perder muchos sí que duele.
Si ellos contribuyeron para que fuese el propietario del club el nefasto Agapito, ahora deben apechugar con su error y revertir la situación, encontrando otra solución para que la entidad deportiva y social más importante de Aragón no desaparezca.
Por Jeremy North.
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