El valor de la afición

Seguramente, cuando los griegos crearon el concepto de democracia allá por el siglo V antes de Cristo, no podían imaginar que tras el paso de más de dos milenios íbamos a utilizar la palabra que ellos inventaron para definir una realidad muy distinta. Sin lugar a dudas, la idea originaria de democracia, tan maravillosa como romántica, como <> ha sido desgraciadamente sobrepasada por la situación actual, en la que los poderes económicos marcan los tiempos e influyen en las principales decisiones de los gobiernos.

El fútbol, como reflejo en muchas ocasiones de la sociedad, no podía escapar a la realidad que domina nuestro tiempo. La mayoría de los clubes, en búsqueda de su supervivencia, pasaron a ser Sociedades Anónimas Deportivas. El futbol fue arrebatado a los aficionados para dar paso a la entrada de los poderes económicos, quienes toman las decisiones y dirigen la política de las entidades.

Sin duda el peso del aficionado, el socio que paga su abono, el que está en las buenas y en las malas, ha sido mermado constantemente en los últimos años. Si bien es cierto que con la llegada de las sociedades anónimas el socio fue privado de la elección de las personas que dirijan el club de sus amores, en nuestro Real Zaragoza, nunca se había subestimado, en mayor o menor medida, la premisa que dice aquello de <>, y cierto es que, aunque las decisiones deportivas y de ámbito institucional fuesen tomadas por el accionista mayoritario, era reconocida, e incluso temida, la capacidad de presión de la afición y su libertad de expresión en la grada.

Si esa mínima potestad, aunque digna y señorial, era el único vestigio de democracia que le quedaba a la afición en este deporte conocido como balompié, en el que las empresas son empresas pero no empresas “normales” puesto que mueven no pocos sentimientos, nuestros dirigentes de un tiempo a esta parte se han empeñado que ni eso, que a la afición hay que ahogarla y que todo lo que no sea mostrarse conforme con la gestión de una directiva que ninguno hemos elegido, aunque algunos recibimos con esperanza, es desestabilizar y no velar por el bien de nuestro Real Zaragoza.

A pesar de que nuestros salvadores son los mismos que están cavando nuestra propia tumba, nosotros, los aficionados, tal vez dejándonos llevar por la desilusión y por el miedo, puesto que le estamos viendo, y muy de cerca, las orejas al lobo, nos creemos las patrañas de nuestros dirigentes y realmente nos autoconvencemos de que no tenemos ninguna fuerza, porque al final el dinero es el que manda y como diría aquel <> vamos encogidos al campo, con miedo y vergüenza a levantar la voz y a decir lo que pensamos porque estamos olvidando lo que un día fuimos y porque ya no creemos en nuestras posibilidades ni en nosotros mismos.

Afortunadamente aun quedamos idealistas y románticos que creemos en la magia de este deporte llamado fútbol. Porque si esto se mueve es gracias a nosotros. Tenemos numerosos ejemplos en aupazaragoza.com, así como en el propio movimiento avispa, en el que encontramos personas dispuestas a ofrecer su dedicación, tiempo y dinero, a pesar de ser criticados en muchas ocasiones, incluso por muchas personas que dicen ser firmes defensores de la democracia y la libertad de expresión, aunque parece ser que no creen para nada en ellas en el plano futbolístico.

<>. ¡Qué gran verdad! Cada semana que acudimos a la Romareda tenemos una nueva oportunidad para comprobar la certeza de estas palabras. En nuestra mano está. Aunque, hasta que cada uno de nosotros mismos, no nos convenzamos plenamente de que podemos hacer mucho más de lo que hacemos y no confiemos en nuestras posibilidades estamos destinados al ostracismo más absoluto. Nos toca vivir; es nuestro momento; el momento de que luchemos por nuestra sociedad; el momento de que luchemos por nuestro equipo; el momento en el que debemos recuperar la dignidad de la afición; dignidad y señorío que ha sido marca de nuestros padres y abuelos.

Por Alvarinho.

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