Romaredainómanos
La Romareda, nuestro viejo municipal, lugar de incontables batallas, de sueños y decepciones, pañoladas, pitos y jolgorio, de rabiosa alegría y de solemne silencio. Generaciones enteras han vivido, sufrido y acompañado a nuestro Real Zaragoza en su feudo. Hombres, mujeres y niños, de todas las edades y de todas las condiciones sociales, se olvidan durante 90 minutos de la rutina y se dan cita en el templo blanquillo para ver al equipo de sus amores, ese equipo que nos ha dado de todo, ese equipo del que estamos orgullosos por encima de todo.
Siempre fiel a sus colores, a pesar de que siempre ha habido (y por desgracia, habrá) algún que otro infiltrado; reflejo del curioso comportamiento de los aragoneses, objeto de critica por parte de propios y extraños, otrora respetada en España entera.
La vetusta Romareda ha visto pasar por su césped a un sinfín de grandes estrellas (y estrellados), gente de aquí y de allí, siempre más exigente con los de muy aquí; soberana, paciente, orgullosa, generosa como una madre con quien derrocha compromiso y sacrificio, demandante cuando percibe que ello no se produce, voraz como un tifón cuando lo hace saber.
Este año, duro donde los haya, ha sido mi primer año como abonado; siempre me emocionaba ir al estadio a ver a mi equipo, cuando tenía la suerte de poder ir, pero tras estos 19 encuentros de Liga (en Primera, afortunadamente), puedo decir bien alto y bien claro, que La Romareda, vetusta, fiel y orgullosa, engancha, y de qué manera. Me he convertido en un Romaredainómano más. Apenas han pasado unos días desde el último partido y ya cuento las horas para volver a ver sobre el terreno a los once blanquillos que defenderán las esperanzas e ilusiones de 34000 gargantas, de un sentimiento.
Mientras tanto, el León Rampante, silenciado su rugido, aguarda, suspendido en los anticuados marcadores electrónicos, protegiendo a la Muy Noble, Muy Leal, Muy Heroica, Muy Benéfica, Siempre Heroica e Inmortal Romareda.
Por puagh77.
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