Tiempo electoral

Desde hace unas semanas venimos sufriendo, de manera casi machacona, el bombardeo de los grandes medios de masas con las noticias relativas a las elecciones presidenciales a los EEUU: desde la vida y milagros de los candidatos, sus tournées a lo largo y ancho del gigante americano, sus discursos y, por supuesto, los resultados finales de las mismas, los cuales ya serán públicos, seguramente, cuando este artículo vea la luz.

En nuestro, mucho más modesto pequeño mundo zaragocista, vivimos una situación, salvando las muchas distancias existentes, muy similar con unas elecciones a celebrarse el próximo sábado día 10 de noviembre para presidir la Federación de Peñas del Real Zaragoza (FPRZ), las terceras en poco más de tres años.

De las múltiples diferencias y de las pocas similitudes que existen entre ambos procesos electorales me gustaría centrar mi artículo en una de las últimas, la repercusión del resultado más allá del ámbito de la elección y del grupo de personas que participan en la cita.

Tradicionalmente se ha dicho que en las elecciones a la Presidencia de los Estados Unidos, deberían participar no solo los norteamericanos, sino todos los habitantes del planeta, al verse todos afectados por el resultado de la cita. Con la FPRZ sucede algo similar, o al menos eso se deduce de las palabras de uno de los candidatos a presidirla, José Vicente Casanova, que en alguna de sus declaraciones públicas ha expresado la idea de que el presidente de este colectivo zaragocista sea una especie de representante cualificado de la afición. De esta forma parecería también deseable que en la elección participasen no solo los peñistas sino el resto de aficionados zaragocistas, ya formen parte o no de alguna de las más de cien peñas que conforman la FPRZ.

Pero como suele suceder a menudo, “del dicho al hecho hay un buen trecho” y de querer ser una voz autorizada del zaragocismo a serlo puede haber una distancia superior a la que nos separa con la que dicen es la primera democracia del mundo. En este caso la correspondiente a todo un océano como el Atlántico.

La FPRZ ha vivido recientemente una convulsa situación en la que se han sucedido escándalos de diversos tipos, elecciones ajustadas a presidente, una tremenda fractura, a lo cual se le une además, algo que no conviene olvidar, un descrédito general de cara al conjunto de la masa social y de los peñistas en particular, por haber mantenido una postura excesivamente ambigua con el devenir del Real Zaragoza en esta nefasta era del Agapitismo.

La Federación atraviesa posiblemente la situación más delicada desde que fuera fundada en 1997, por lo que estas elecciones cobran una doble importancia, la de saber si quien resulte elegido presidente podrá revertir la anteriormente mencionada situación de descrédito y de fractura interna, y de si, por fin, adopta un rol importante a la hora de alzar la voz para denunciar los desmanes que se han producido en la gestión del club.

El horno no está para bollos y desde luego no parece la mejor situación para hacer experimentos. Desde un punto de vista estrictamente personal parece que lo adecuado sería apostar por una candidatura lo menos presidencialista posible, para evitar males del pasado, que incorpore peñas con cierta entidad y peso dentro del colectivo peñista y que apueste decididamente tanto por la unidad de las peñas, acabar con la fractura existente y, por supuesto, por mantener una actitud independiente hacia el club, apostando por la crítica, firme pero respetuosa, cuando sea necesario.

No creo que la FPRZ pueda permitirse el lujo de elegir a una candidatura que requiera un tiempo prudencial para saber “de que va la fiesta” en el mundo de las peñas, sino más bien lo contrario, necesita urgentemente que alguien tome la iniciativa e intente buscar soluciones a algunos males endémicos que acucian a la Federación, modificación de Estatutos para adecuar la forma de elección del presidente a la situación actual mediante.

Por último, y no menos importante que todo lo anterior, el presidente de la FPRZ debe procurar mantener una relación cordial y de respeto con otros colectivos zaragocistas que no forman parte de la federación y que tienen su papel, y que se han ganado el respeto de gran parte de la afición, y que por tanto cuentan con un nivel de representatividad, al menos tan importante como la propia Federación, de la cual, aún hoy, poco o nada se sabe del número de sus componentes, algo que pronto podría ser declarado el “mayor misterio de la humanidad”, cuando debería ser una cuestión menor.

Solo así, con respeto, cordialidad, manteniendo una actitud de brazos abiertos, colaborativa y sincera con el resto de la afición podremos decir, tal vez, en el futuro, que el presidente de la FPRZ es el representante de la afición. Antes no.

Por Darklord.

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