El Real Zaragoza se ha desplomado desde la exhibición de Oviedo y se encamina a su habitual crisis otoñal. En este peregrinar ya largo por la Segunda División, que el Real Zaragoza sufra en alrededor de estas fechas una mala racha de resultados, así como una pérdida de identidad y juego es tan tradicional como las Fiestas del Pilar o la caída de las hojas de los árboles.
La sufrida afición zaragocista ve con temor aparecer fantasmas ya conocidos bastante antes de Halloween. El miedo no lo provoca solamente la mala racha de resultados sino el terrible juego desplegado por el conjunto blanquillo. En apenas 4 semanas parece que el equipo y la plantilla han ido perdiendo el aspecto exuberante de las primeras jornadas, con la explosión de colorido del Tartiere como exponente, para quedarse en un tronco desnudo, blanquecino y carente de vida, que ve llegar el invierno de manera amenazante.
Imanol Idiákez, como principal responsable, debe reflexionar para evitar que el equipo descarrile completamente y se empiece a cuestionar si va a llegar a comer Huesos de Santo como entrenador Zaragocista. Una derrota el próximo sábado en Soria podría convertirse en el fin de una fiesta, la de la ilusión zaragocista despertada en la segunda vuelta de la pasada temporada, para dar paso a un lóbrego camino en el que mirar más a los puestos de descenso que a los de ascenso.
El preparador guipuzcoano debe analizar en primer lugar si está aprovechando bien todos los activos que le ofrece la plantilla. Las ausencias de Álex Muñoz o Aguirre en las últimas convocatorias no son fácilmente entendibles, así como no contar con el único delantero que tienes en el banquillo, Medina, para minutos finales con el resultado adverso.
El central había cuajado muy buenas actuaciones, sin dar razones para su sustitución, y mientras él estuvo en el campo el equipo se mantuvo invicto. No hay, por tanto, argumentos deportivos para su ausencia. Devolverle al centro de la zaga parece una prioridad, más si cabe viendo el pobre rendimiento de los otros centrales en las últimas fechas.
Los casos de Aguirre y Medina provocan que el equipo carezca de alternativas en el banquillo para variar el rumbo del partido cuando falla el plan A. Aguirre tiene desborde, velocidad, que podría ser útil en situaciones como la que planteó en el último partido Osasuna. Medina es la única alternativa en la delantera si se utiliza de inicio a Vázquez, Gual y Pombo. No usarlo en situaciones de partido que demandan reforzar la parcela ofensiva es difícilmente entendible por muchas dudas que te despierte el joven atacante colombiano.
Todo lo anterior parece denotar desconfianza por parte del entrenador hacia su plantilla. No agotar los tres cambios en el partido de ayer parece reforzar esta idea, lo que resultaría muy preocupante a estas alturas del año.
Por otro lado, Idiákez debe darle una vuelta al sistema del equipo, así como al plan de partido. Los rivales le han cogido el truco al rombo zaragocista y anulan de manera muy fácil la creación de juego. Urge buscar una alternativa que evite depender en exclusiva de la creación de Eguaras, y que refuerce un centro del campo que en los últimos partidos se ha visto superado. La vuelta de Igbekeme es una bendición para el equipo, pero por si sola no soluciona la carencia de creación.
El Real Zaragoza debe reaccionar de manera urgente ante el Numancia en Soria si no quiere que su tradicional crisis otoñal se convierta en el invierno de la ilusión.
Por Kicooper.
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